Dos clásicos documentales se me vienen a la mente. El más inmediato es Cien niños esperando un tren (1988), de Ignacio Agüero. En esta película, vemos a la educadora Alicia Vega dictando un taller de cine dirigido a niños procedentes de una comunidad pobre. Sus alumnos que no pasan los quince años, salvo por uno, nunca han ido al cine. En un aula provisional descubrirán el cine, aprenderán su lenguaje, los utensilios esenciales para su realización y, finalmente, simularán su propia película. Al margen de la diferencia de presupuestos, el proyecto de Vega y el del emblemático Edgar Reitz, autor de la célebre teleserie Heimat, coinciden en estimular el desarrollo creativo e independiente de sus respectivos alumnos. En Subject: Filmmaking (2024), realizado por Jorg Adolph y el mismo Reitz, un documental que hace remembranza a otro documental producido a finales de los 60 en Alemania —el de un joven Reitz inculcando la materia de cine a un grupo de niñas con el fin de que la educación pública pueda integrarla al programa escolar como una asignatura independiente—, se rescata una labor educativa interesada en incentivar en niñas su expresión artística, lo que por naturaleza nace para cuando deseamos contar algo. Para ello, Reitz por entonces se dispuso a ayudar a sus aprendices a reconocer el lenguaje del cine. Su estrategia se distingue a la de Vega. Aprovechando la previa experiencia de las niñas frente a la pantalla grande, su curso dependió mucho del ejercicio dialéctico.
jueves, 22 de febrero de 2024
74 Berlinale: Subject: Filmmaking (Berlinale Special)
74 Berlinale: Who Do I Belong To (Competition)
He aquí una película muy compleja, a propósito de las distintas referencias y situaciones que aluden a su título o interrogante. Esta es la historia de una familia tunecina en un escenario rural. El relato inicia con la celebración de una festividad comunitaria. En medio del júbilo colectivo, una madre sufre al enterarse que sus dos hijos mayores han marchado a un lugar que equivale a una condena física y moral. Es el tránsito del gozo a la consternación. A vista general, Who Do I Belong To (2024), ópera prima de Meryam Joobeur, representa el testimonio de una familia fracturada por los efectos de una guerra ideológica. Este es el caso de jóvenes persuadidos por un conflicto orientado por el fundamentalismo extremo y violento, lo que genera consecuencias que alcanzan a su círculo más íntimo. En principio, Joobeur se propone a realizar un drama en donde el vínculo familiar se pone a prueba. Vemos así a un padre y una madre lidiando ante esa realidad que les ha arrebatado a sus hijos y, en tanto, ambos reaccionarán de manera distinta. Ahora, lo importante aquí es entender que no existe una buena o mala reacción. Por un lado, es una manera de diversificar una muestra de amor, un sentimiento que no siempre se canalizará de forma romántica. Por otro lado, es un método para describir un comportamiento social. Es decir, este espacio rural reconocido como un contenedor de los complejos de una nación o cultura.
domingo, 18 de febrero de 2024
74 Berlinale: Reas (Forum)
En la estupenda Teatro de guerra (2018), de Lola Arias, se ponía a interactuar a antiguos enemigos de la Guerra de las Malvinas con el fin de depurar sus viejos traumas y de paso erradicar resentimientos. Para ello, los veteranos tendrán que representar sus recuerdos, desde los más memorables hasta los más tortuosos. En tanto, el ficcionalizar o poner en escena esas vivencias era equivalente a una terapia colectiva, una ejecución necesaria para poder reflexionar y sanar entorno a los efectos de ese terrible acontecimiento que seguía formando parte de su cotidiano. Reas (2024), nuevo documental de la directora argentina, es un equivalente a su anterior película solo que aquí sus protagonistas son ex convictas. Una vez más, Arias convocará a un grupo de personas para que representen los recuerdos que concibieron dentro de un entorno hostil. Al igual que otras películas que se inspiran en testimonios carcelarios, tales como Into the Abyss (2011) o Las ranas (2020), Reas no se dispone a cuestionar los antecedentes de sus personajes. Su ruta será el de hurgar el lado humano de sus integrantes, ello partiendo desde sus dramas personales, pero siempre pensando en los que experimentaron para cuando estuvieron dentro del claustro. Si bien estamos ante mujeres que cumplieron condena, Arias no se interesa en conocer sus situaciones actuales. Su iniciativa se compromete en hacer revivir los recuerdos en tiempo de cárcel para reparar las fracturas emocionales que suscitaron durante esa temporada.
74 Berlinale: My Summer With Irene (Generation 14Plus)
El director Carlo Sironi deja a un costado su interés por los dramas sociales para observar un drama en específico. Quell’ estate con Irene (2024) nos narra la historia de la fantasía de un escape. Irene (Noée Abita) y Clara (Maria Camilla Brandenburg) se conocen en un campamento para adolescentes que se encuentran tratando una enfermedad crónica. Finalizado el encuentro juvenil, ellas decidirán emprender un viaje a las islas de Sicilia en lugar de volver a casa. Esta es la iniciativa de dos personas que tienen que convivir a diario con la posibilidad de su extinción física. Es una reacción al temor, una revolución contra el tratamiento y el condicionamiento corporal que ha limitado sus acciones y deseos. Las amigas inician de esa forma su propio campamento, la simulación de un escape a su destino, pues la realidad es que de su padecimiento no podrán huir. Si bien Sironi tiene un profundo respeto por la condición de sus protagonistas al no explotar los síntomas de la enfermedad, ello no evita que en algún momento veamos a las muchachas flaquear justo para cuando parecen tocar el terreno de la normalidad o el pleno júbilo. Es como un mal viento que llega y de la misma forma se va, y que, si bien no desalienta los deseos de estas chicas de seguir viviendo sus vacaciones, deja un sentimiento entre triste y amargo.
sábado, 17 de febrero de 2024
74 Berlinale: The Visitor (Panorama)
Érase una vez en un barrio moderno, una familia burguesa recibió la visita de un joven de aire mesiánico previamente anunciado por un excéntrico y algo amanerado ángel. Fue así cómo durante el transcurso de su estadía el forastero logró remover/componer las vidas superfluas e insignificantes de todos los miembros de ese clan burgués que hasta antes de su llegada parecían estar destinados al conformismo normalizado por las convenciones de la realidad moderna. Eso es lo que se representa en Teorema (1968), de Pier Paolo Pasolini, película que desacralizaba los códigos de la burguesía y el cristianismo dentro de un mismo discurso. Era una crítica contra las normativas que reprimían el estado primitivo de la naturaleza humana. Una reacción contra una condición que anulaba la libertad social, sexual, laboral o económica expresándose desde lo sugerente o lo alegórico, por ejemplo, mediante planos a la entrepierna del mesías protagonizado por Terence Stamp o los estigmas de una proletaria doméstica. Todo este argumento parece actualizarse en The Visitor (2024), película dirigida por el también irreverente Bruce LaBruce. El canadiense se establece en las cercanías del río Támesis. Sus orillas serán receptoras de maletas de viaje que engendran a hombres de color que presumen un físico fetiche en la filmografía del director de cine queer. Uno de esos individuos asumirá el rol de Stamp. O sea, irá a derivar al hogar de una familia inglesa pudiente y extravagante con el fin de crear una revolución sexual y existencial.
74 Berlinale: Young Hearts (Generation KPlus)
Se me viene a la mente Close (2022), otra producción belga que también narra la historia de dos pequeños amigos siendo asediados por los prejuicios. En el caso de la película de Lukas Dhont, su conflicto deriva a una circunstancia trágica, la cual será resuelta mediante un estado dramático que invita a la autocrítica, la búsqueda de una reivindicación moral que logre reparar a los afectados y a uno mismo. Por su parte, Young Hearts (2024), de Anthony Schatteman, decide derivar su conflicto a un dilema melodramático. Elías (Lou Goossens) se ha enamorado de su vecino, un niño de su misma edad y sexo. Es a partir de ello que veremos a un personaje lidiando con lo que desea y con la preservación de su imagen pública. Es un similar debate que suscita en el protagonista de Close. Ambas películas parecen estar de acuerdo que los complejos de los menores están orientados por los complejos dictados por la sociedad. Vemos así a niños anticipándose u huyendo de lo que podría censurarlos públicamente, negando su vínculo con sus respectivos compañeros, los estigmatizados, a fin de liberarse de la vergüenza. El hecho es que ambos también experimentarán una culpa interna como saldo de esa decisión de la que nunca estuvieron de acuerdo. Las consecuencias en Close serán tristes, mientras que en Young Hearts hay más bien señas que anticipan mucho optimismo.
viernes, 16 de febrero de 2024
74 Berlinale: The Editorial Office (Forum)
“Aquí nadie te toma en serio”; es la respuesta que recibe Yura (Dmytro Bahnenko) tras preguntar por qué no esforzarse en decir la verdad en un país en donde la trampa está tan normalizada. The Editorial Office (2024), dirigido por Roman Bondarchuk, es una sátira sobre una realidad ucraniana inmersa en una crisis de la verdad. La distorsión de las noticias en este escenario es tal que hasta parece que los únicos personajes conscientes de esa deformación se están enfrentando ante un panorama absurdo. Si bien el contexto de esta película se refiere a una realidad ficticia, esta no deja de aludir situaciones e impresiones propias de la actual coyuntura. The Editorial Office se abre en el sur de Ucrania con un intertítulo que nos indica que los acontecimientos corresponden a seis meses antes de la guerra. No se dice frente a quién, pero nosotros sabemos. Luego conocemos a Yura, en calidad de investigador de una criatura casi extinta, quien por casualidad será testigo de un serio delito que compromete la salud del territorio ucraniano. Sin desearlo, se convierte en dueño de una verdad y, posteriormente, en un comprometido a difundirla. Entonces se convertirá en una suerte de periodista. ¿Pero cómo serlo en un escenario en donde el catalogado cuarto poder solo se dedica a difundir inventos como parte de una estrategia política? He aquí el conflicto de esta película, el de su protagonista haciendo una cruzada para ver cómo filtrar en medio de tanta bosta una noticia que amerita saberse.
jueves, 15 de febrero de 2024
Zona de interés
Un Edén es cultivado en medio del caos. Esta es la historia infame de una familia construyendo su fantasía a costas del sufrimiento de otros. Al margen de su objetividad histórica, la premisa de Zona de interés (2023) pueda interpretarse como una alegoría a la brecha de clases dentro de un escenario en crisis. El comandante Rudolph Hoss (Christian Friedel) y su clan representados como el poder hegemónico preocupados en disfrutar y preservar sus privilegios mientras el Holocausto está en marcha. Es el panorama de una comunidad carente de empatía, ejecutora a conciencia de la extensión del terror que afecta a las comunidades vulnerables, y que a su vez otorga a los favorecidos mejores posiciones, una buena casa con un buen jardín y una piscina con tobogán. Definitivamente, es un cuadro social muy actual. Claro que la intención de Jonathan Glazer tal vez no sea asistir a lo histórico a fin de fabricar una crítica social del presente. Lo suyo es planear una arquitectura idílica e impecable del pasado que trascendió al presente tomando la forma de un vestigio que expresa el fracaso y la ruina. Ahora, lo curioso y hasta complejo de su propuesta es que ello se definirá desde la composición visual. Estamos ante un Glazer apostando por la subjetividad del encuadre, el plano entero, la cámara estática, aunque siempre de múltiples perspectivas, la iluminación etérea y el diseño de arte como recursos para orientar su mensaje.
La movilidad es también interventora de la pulcritud del escenario. Aquí los personajes siguen un trayecto siempre lineal definido por un camino de piedras, los corredores o la calzada que atraviesa un jardín. Dentro de las habitaciones, se mueven sin vacilación, limitando su circulación, como si se camuflaran con la quietud y la austeridad de los accesorios de los cuartos. En tanto, la cámara inspecciona el orden de las vibraciones humanas que acontecen desde el perímetro que bordea el hogar hasta sus interiores. Es una observación inmóvil, aunque con una versatilidad de perspectivas. En principio, Glazer posiciona su cámara asumiendo un perfil que le otorgue una buena profundidad de campo. La luz natural, el uso de lentes angulares y el posicionamiento de la cámara de manera oblicua le brindan mejor amplitud a su campo visual. No suficiente con ello, rompe la “quietud” de la cámara usando otras más que asumen una perspectiva distinta del personaje en escena o punto de enfoque. En las afueras, el número de cámaras van de una a dos, mientras que los cambios de posición se dan a manera de plano/contraplano; o sea, por el frente y la espalda del punto de enfoque. En los interiores la inspección es más rigurosa. Son a partir de cuatro cámaras diferentes las que se usan, y cada una se posiciona de manera que cubren las cuatro esquinas o lados de la habitación. Hay además angulaciones en picado o cenitales, exprimiéndose así otras perspectivas que confirman la armonía entre la interacción del objeto y el espacio.
Hasta
cierto punto, es una secuencia misteriosa. Pero más lo será la de casi al
final. Es momento de hablar de la influencia de Stanley Kubrick en el cine de
Jonathan Glazer. Todas sus películas, sean cortos como largos, tienen un
profundo vínculo con el director de los clásicos fílmicos. Recordemos al conejo
humanoide de Sexy Beast (2000), la reencarnación como tópico central en Birth
(2004) o las tantas interrogantes y teorías que nos dejó una de las mejores
películas de la década pasada, Under the Skin. Es una filmografía enigmática
y escabrosa por su contenido ambiguo. Pasa lo mismo con Zona de interés
que un poco antes de su final me hizo remembrar al cierre de 2001: Odisea
del espacio (1968). El personaje de Rudolph sufre una “alucinación” similar
a la que experimentó el doctor Dowman. Ambos fueron presas de un bucle temporal
que tal vez lo hizo contemplar un futuro que contradice sus expectativas y de
paso podría vulnera el sentido de sus existencias. Me pregunto si llegarán a
cuestionar su presente. Pero eso no es lo único Kubrick en Jonathan Glazer.
Este es un director que es estimulante desde lo visual a partir de la exigencia
del encuadre, tal como sucede en Zona de interés, y la propuesta
conceptual, tal como Kubrick lo hizo en tantas de sus películas.