Las presentes listas
son la que extendí para la encuesta a Las Mejores Películas de la Década –
Ranking Perú. Ambas están ordenadas de manera cronológica. Son las películas de
la década que “hoy” me fascinan más que el resto…mañana, tal vez, serán otras.
Mistérios de Lisboa (Raúl Ruiz, 2010):
dobles identidades, cartas que se queman y nunca se abren. Es el decimonónico
contemplado desde un filtro del cine contemporáneo.
Black Swan (Darren Aronofsky, 2010):
perturbación psicológica sobre una castrada, aspirante a la perfección. Tengo
una debilidad por las relaciones maternales tormentosas.
La piel que habito (Pedro Almodóvar,
2011): alto cine referencial. Almodóvar hace metáfora de la perfección
corporal, como el de las divas del ayer que admiró, moldeadas por una industria
malévola.
The
Tree of Life (Terrence Malick, 2011): el equilibrio, la vida y la muerte, el
abrazo y el dolor, la madre y el padre. Las memorias hacia una infancia
contemplada desde un panorama onírico.
Holy Motors (Leos Carax, 2012): no hay
película que mejor haya reflexionado sobre la escalada de la tecnología digital
y su impacto (pro/contras) al cine. Es también un caldo del cine
(auto)referencial.
Leviathan (Lucien Castaing-Taylor
& Verena Paravel, 2012): un goce visual y auditivo. Un documental que tiene
de objetivo y abstracto. Otra vez, lo digital (el handycam) haciéndola de
cómplice para fabricar una mirada privilegiada.
The Master (Paul Thomas Anderson,
2012): el maestro y el esclavo. La historia de un “can” imposible de ser amaestrado,
instintivo, lascivo, violento, condenado a quedarse sin dueño y ser un
experimento.
The
Act of Killing (Joshua Oppenheimer & Christine Cynn, 2012): la experiencia
de conocer más al “enemigo” desde su representación en la pantalla. Las
fantasías fílmicas de unos exgenocidas será el atajo para descubrir su
perversión.
Post
Tenebras Lux (Carlos Reygadas, 2012): la naturaleza es bella y también violenta.
No es gratuito que Reygadas sea comparado con Malick, aunque el mexicano es
crudo, no onírico sino crudo, a veces terrorífico.
Under the Skin (Jonathan Glazer, 2013):
los extraterrestres llegan (una vez más) a la Tierra a descubrir lo mejor y peor
de la humanidad. Es también el cine negando sus atributos tradicionales: Johansson
no es Johansson, y los extras no saben que lo son.
Inside Llewyn Davis (Joel Coen &
Ethan Coen, 2013): una balada a un talento destinado a no ser valorado. Los
Coen crean a su perdedor más entrañable y menos humillado. Tal vez se lo merezca,
pero conmueve.
Her
(Spike Jonze, 2013): el (des)amor en tiempos de la tecnología y la
imperfección, el de las parejas artificiales y la soledad. La triste forma de
Phoenix y la seductora voz de Johansson; parecían la pareja
perfecta.
Foxcatcher (Bennett Miller, 2014): la
historia de dos hombres reducidos por sus ascendentes, uno por su hermano
mayor, el otro por su madre. Una historia infama sobre ególatras y dominados. De
las mejores interpretaciones de la década.
The Tribe (Miroslav Slaboshpitsky,
2014): el cine en su versión incipiente. La historia de sordomudos rompe el
muro idiomático para convertirse en lenguaje universal. Como en el periodo
silente, la manos hablan y la imagen hacen lo resto.
Boyhood
(Richard Linklater, 2014): los tiempos cambian, pero los personajes parecen no
cambiar del todo. Es un acercamiento hacia el lado incorregible, la maduración
forzada, nunca perfecta.
Spring
(Justin Benson & Aaron Moorhead, 2014): lo impredecible. Un melodrama, pero
también una película de terror. Una convergencia de géneros que parece
congregar a Linklater y Lovecraft.
The
Visit (Michael Madsen, 2015): otra debilidad es la vida fuera de este planeta,
pero este documental es más que asistir a esa fantasía. Es un ejemplo de qué
tan efectiva es la simulación, el cine como constructor de posibilidades.
45
Years (Andrew Haigh, 2015): apasionante melodrama envenenado por la duda, la
transcendencia de un amor puesta en duda y a puertas de la ceremonia. Lo momentos
de Rampling encerrada en sus pensamientos son fascinantes.
Silence (Martin Scorsese, 2016): no
está De Niro y su compañía, pero también dialoga sobre la fidelidad a una
logia, y de la manera más férrea y en circunstancias más brutal que la misma
mafia.
The
Rider (Chloé Zhao, 2017): tiene unas secuencias bellísimas. Están tan bien
hechas que hasta parecen acercarnos a la pasión por los caballos del
protagonista, y conmueve porque esa pasión está a punto de caducar.
Top 3 Películas Peruanas de la Década
Chicama (Omar Forero, 2013): una
película que si bien ofrece falsas expectativas, deja huella de una serie de
eventos entrañables. Lo cotidiano resulta trascendente porque somos presa del
valor de la intimidad.
Wiñaypacha (Óscar Catacora, 2017): es
lo mejor de la década en el cine peruano. Cada atributo minimalista, los
planos, el sonido, los no actores, son complementarios entre sí y partícipes de
una historia universal.
Gen Hi8 (Miguel Miyahira, 2017):
significativa desde su modo de registro hasta el cierre de su historia. Es un
ejemplo de un cine comprometido, y también un modelo fílmico emancipado sin
asumir un carácter experimental.