No es habitual no referirse
a la fílmica de Eli Roth sin hacer cita al gore en un estado demencial y masoquista.
Knock knock (2015) es de lejos la incursión
más mansa del director, y no hay razón para desprestigiar esto. Lo
decepcionante surge, sin embargo, para cuando su trama no logra presumir el
carácter dramático por el que se ve envuelto un padre de familia “modelo”,
quien erróneamente cae en la trampa de dos sensuales jóvenes. Roth nuevamente
apunta a una historia de personajes de paso. A diferencia de sus anteriores
películas, estos no juegan a ser las víctimas, sino más bien los verdugos, las cuales acosarán y castigarán a un cándido
Keanu Reeves. Basada en la película Death
game (1977), Roth reformula su trama en un área residencial en plena
temporada de viajes. El solitario Reeves recibirá la súbita visita de dos
mujeres a la deriva en una noche lluviosa. Es el auxilio voluntarioso y sin
malicia, que luego abre paso a un jugueteo sensual.
Lo rescatable de Knock knock tiene que ver con esa
primera parte. Las jóvenes ¿adolescentes? invadiendo la privacidad del “buen
padre”, husmeando por las narices de los retratos de la familia perfecta que
adornan por toda la casa, tocando y preguntando lo que no deben y relacionando
todo tema con el libertinaje sexual. Es decir, preparan el terreno para el
inocente Reeves quien constantemente se escabulle, guardando siempre su
distancia a cualquier insinuación de alguna de las jóvenes. El montaje, sin
embargo, va surtiendo efecto. El tramo se va tornando un juego erógeno, que a ojos
del protagonista parece funcionar a modo de fantasía o remuneración sexual luego
de una larga veda de sexo conyugal. Lo que sigue es el timo, la difamación y el
juego villano. Knock knock decepciona
a medida que esta película que apela al castigo y la humillación está a un
nivel de principiantes. Los acontecimientos no provocan ni la compasión ni sacan
a flote lo perverso. Así como en la etapa de seducción, las adolescentes parecen
seguir armando sus travesurillas.