Aviso de spoilers. Se recomienda ver la película antes de dar lectura a la siguiente crítica.
Un cuerpo desnudo (2008), de Francisco Lombardi, había sido cuestionado en su momento porque reflejaba un cine retratado en términos teatrales. Lo posible y lo real se encontraba confrontado dentro de este filme al no ser capaz de establecer los límites de la ficción. La historia de un grupo de hombres reunidos por la presencia de un cuerpo inerte, era entendida más no concebida al verse el modo en que se desenvolvían cada uno de sus personajes realizando actitudes no congruentes frente a su realidad delictiva.
En Ella, Lombardi decide una vez más recurrir a ese “cuerpo desnudo”. Otra vez, la presencia/ausencia de un objeto inerte será el eje temático de esta historia, aquel objeto que es el punto central donde los personajes (masculinos) tendrán opción de meditar y cuestionarse; esto no con la intención de una redención, sino más bien de una pura necesidad que han precisado compartir consigo mismos y con los que estos creen verse reflejados. Vamos por partes.
Ella narra la historia de Alfredo, un pintor, y Luna, pareja del mencionado, y además, musa del mismo. Ambos sufren de la misma rutina, siendo la única diferencia que uno pinta y la otra posa para el pintor. La pareja, en la primera escena, se ve sumergida en un espacio aislado, entre mezclas y lienzos, entre cuadros acabados y a medio hacer. Lo característico se manifiesta desde su inicio: Alfredo, el pintor, está pasando por un momento de poca inspiración. Hace y rehace la pintura, boceto tras boceto, pero ninguna parece resultar de lo que espera. Desde el principio, Ella anuncia la separación de la pareja; la relación entre el artista y la musa (medio donde el artista encuentra su inspiración) parece no funcionar.
Escenas siguientes nos enteramos que Luna está a punto de abandonar a Alfredo. La insatisfacción por la rutina ha descubierto el lado infeliz que vive la mujer, una situación que el pintor no podrá comprender al estar del otro lado de esa realidad. Los escasos diálogos y acciones son la realidad misma de la pareja: un pintor obsesionado por el mundo artístico que busca su creatividad, y por otro lado, la mujer, hasta ese momento, parte de un utensilio más, un objeto que posa inerte para los ojos de un pintor que pasa por un momento frustrado.
Un accidente entre la pareja, a raíz que el pintor se enteró del intento de abandono de la mujer, ha dejado sin vida a Luna. El tránsito de esta, de pasar a ser musa, para ahora ser cadáver, no ha cambiado del todo. Luna parece seguir posando, esta vez en una bañera llena de cubos de hielo, recinto eficaz para que la musa no pueda perecer, y así el pintor no pueda perderla por completo. Desde este aspecto, es preciso separar al artista del hombre, siendo este último el que ha sufrido la pérdida, mientras que el pintor aún goza de su musa.
Un tercer personaje se suma a la trama, el amante de Luna, sujeto que termina siendo, o más bien, decidiendo ser cómplice de Alfredo. Lo que había sido un filme silente con escasos diálogos, se vuelve un confesionario y de continuo diálogo. Mediante lo afirmado podemos anteponer que Ella, si bien podía haberse encaminado a un thriller, terminó siendo un drama más. La idea de un asesino, un cadáver y un hombre que buscaba explicaciones, anteponía los caracteres suficientes para convertirse en un filme de tal género.
Volviendo a lo argumental. El encuentro entre ambos hombres generará más que una presentación. Es mediante el diálogo entre Alfredo (lo real para Luna) y el amante (la fantasía para Luna) que surge un encuentro consigo mismos, y esto a raíz de la muerte de Luna. Es así como la mujer muerta, ausente en la vida de estos dos hombres, está también presente, al ser motivadora de una reflexión que, muy a pesar, logran conseguir a través del otro hombre. El “cuerpo desnudo” es el eje temático, es apenas el motivador que empujará al hombre a reconocerse, y esto a través del encuentro con el “otro”. Alfredo conoce al amante de su mujer, aquel que también amaba a Luna, aquel que también creía conocerla por completo, aquel que creía la poseía tan solo para sí. Alfredo y el amante terminan siendo los mismos, pues ambos giran en torno del cuerpo, esto los convierte en cómplices.
En comparación, Ella posee una mayor verosimilitud frente a los principios de Un cuerpo desnudo, tanto en el nivel de trama como en la construcción de sus personajes. El personaje de Alfredo es el más logrado, pues parece comportarse dentro de lo que sus convicciones le permiten razonar. La obsesión por la pérdida de la musa, frente a la pérdida de la amada, se ven confrontadas, casi a iguales. Por un lado está la persona con la que ha convivido durante ocho años, por otro, está la inspiración de su arte inclinada a la imagen ideal para sus cuadros. Los momentos solitarios y mudos, son necesarios para construir la imagen de un personaje evacuado en un mundo individual e inalcanzable.
El aislamiento y lo parsimonioso de los detalles de este personaje, son el tónico de misterio que envuelve a Ella a una película cercada a lo extraño. Alfredo y su soledad poseen de mucha interpretación que la misma trama no te manifestará sino hasta pasada la mitad de la película. El encuentro con el tercer personaje es otro momento tentador. Hasta ese instante Alfredo era el asesino, y es este mismo, quien decide cazar a su propio cazador. El amante busca las razones de la ausencia de Luna, sin saber que es la misma “razón” quien lo está buscando, siempre sutil, anónimo, escabulléndose de un lado a otro. El misterio lo llena por completo el personaje, bien interpretado, de Paul Vega.
El desliz se presencia cuando este tercer personaje, interpretado por Rómulo Assereto, quien además tuvo una performance encaminado a lo teatral, ha entrado en la escena del crimen, esto porque, fuera de las interpretaciones discursivas, la alianza con Alfredo resulta ser un absurdo. Como sucedió en Un cuerpo desnudo, el amante no parece actuar bajo la ley de la naturalidad. El comportamiento del personaje de Assereto no antepone las razones suficientes para justificar sus actos o decisiones.
Ella justifica, a pesar de repetirse este problema, lo compartido por el mismo Francisco Lombardi: tomar al “cuerpo desnudo” por eje temático. En su anterior película se presentaba como tal, sin embargo, dicha subordinación no siempre era fiel. Los personajes, a través del pisco y sus confesiones, parecían aislarse lo suficiente de su realidad como para entender que se había roto las normas de la ficción. Ella logra por lo menos respetar la lógica medular del asunto.