Disponible en Netflix.
Un documental que si
bien encaja como material extra de Man on
the moon (1999), este reserva su propia lectura. Jim y Andy (2017) se digiere como un apasionado tributo de un
cómico a otro cómico, el de Jim Carrey a Andy Kaufman, pero es por encima el
testimonio de un proceso actoral que se extiende al retrato emocional y
artístico del tributario. El filme de Chris Smith emprende una regresión a la
película dirigida por Milos Forman, siendo el foco de atención el actor Jim
Carrey, poseído –incluso fuera del plató– por la personificación a Andy Kaufman
y Tony Clifton, el “ello” de Kaufman. En paralelo, se teje una biopic por partida doble. Lo anecdótico
surge en el transcurso. De pronto ambas semblanzas tienen en común, lo que
responde o justifica de cómo es que un día la ficción se “apoderó” de Carrey y
este no se quejó, tal vez porque siempre fue aquel personaje.
Pueda que sea
enriquecedor ver previamente Man on the
moon –o la historia de un hombre que decidió convertir lo bizarro en
espectáculo–, a fin de hacer un balance ante el documental. Kaufman, en la
película de Forman, es visto como un personaje muy peculiar, excéntrico y
autoritario frente a sus principios de interpretación, despojándose, de ser
necesario, de la ética para crear una catarsis que ocasionalmente solo él y su
cómplice esporádico gozaban, en tanto el espectador preguntándose si lo
presenciado fue parte del show o falta de cordura. Man on the moon es un filme sobre un artista ocultando adrede las
fronteras del acto y lo verdadero; para Kaufman, concepto básico para huir de
los roles convencionales de la comedia. “Es gracioso si no saben que es un
montaje”; diría. Cuál Quijote, junto a su Sancho, intenta vender un material
que muy pocos comprenden, una ficción no caduca, sino muy adelantada.
Volviendo a Jim y Andy, nos remontamos a esos
instantes creativos en que Carrey interpretó a Kaufman y se metió en su pellejo
–o viceversa–. Se verá en gran parte los detrás de cámara en que Carrey hacía
caso omiso al aviso de corte y seguía siendo Kaufman. No había diferencia entre
el plató y la rutina del actor fuera de escena. Kaufman y el esperpéntico
Clifton habían entrado en la vida de todos para quedarse hasta que todo
terminara. No más Carrey hasta que Kaufman se marchara. El actor protagónico había
permitido que la ficción cruce la frontera de la realidad. Entonces somos
testigos de una metaficción más palpante.
El (anti)héroe había vuelto a la vida encarnado en Carrey, reinterpretó sus
actos e incluso se dio el lujo de curar sus heridas, detalle apasionante. El
rodaje terminó. Lo real volvió a la normalidad. El tributo había terminado, y
Carrey nunca más quiso ser Kaufman. Pero, ¿todavía hay algo de Kaufman en el
Carrey de hoy?
Jim y Andy tiene esa otra lectura en que una revisión a Man on the moon no es prioritaria. El
filme de Chris Smith es una puntualidad y aproximación a la biografía de
Carrey. Puntualidad porque hay material que se remonta hasta la infancia del
actor. Aproximación porque la biografía de Kaufman no deja de estar presente y
hacer eco a la biografía de Carrey. Las semejanzas son inevitables. Pero está
además el contenido revelador que descubre la filmografía del actor de origen
canadiense. De repente gran parte de las producciones en las que se ha visto
envuelto Carrey han sido facetas o reflejo de una temporada anímica. Películas
como La máscara (1994), El show de Truman (1998) o Eterno resplandor de una mente sin recuerdos
(2004) adoptan un agregado significativo. Entendemos entonces que la
carrera del actor siempre tuvo un rasgo metaficcional. Los personajes que encarnó,
las tramas y contextos en las que estuvo inmerso, fueron proyección de su
entonces presente. Así como Andy Kaufman, Jim Carrey fue un hombre
deshaciéndose de una máscara, se sintió prisionero en el domo del espectáculo y
lidió con recuerdos que quiso olvidar. Ambos fueron/son hombres en la Luna.