jueves, 24 de noviembre de 2011

Un cuento chino


En la China las vacas caen del cielo y en la Argentina los chinos al lado de la pista. Un cuento chino (2011) es la fábula del insólito encuentro entre dos personas de mundos diferentes, con idiomas, rasgos y comportamientos distintos, pero que comparten similares dramas, dolencias producto de la casualidad, de lo absurdamente real. Sebastián Borensztein dirige una comedia con tintes de drama, es decir, una película humana, donde el significado de lo humano a veces no se comprende o no se deja comprender siendo la mirada absurda la que prevalece antes que la mirada racional para poder comprender las razones de una humanidad absurda aunque racional.
Roberto (Ricardo Darín) es ermitaño, escueto, misántropo, impulsivo, coleccionista de recortes de historias insólitas y de adornos de vidrio, aferrado a una costumbre de acostarse a la misma hora, puntual, de comer la miga y dejar la coraza del pan, de averiguar cuántos clavos faltantes hay en la caja recién comprada para su ferretería; todo un personaje. Darín reencarna al típico solitario de “pocas pulgas” aunque con un sesgo de benevolencia, también apática, extraña e impenetrable. Roberto comparte su rutina insociable e iracunda con sus visitas semanales al cementerio, con las ofrendes que rinde a un cuadro de su madre, sus horas como coleccionista y el tímido intercambio de miradas que le provoca la presencia de Mari (Muriel Santa Ana) cada vez que lo visita, una mujer que vive enamorada del ermitaño aunque esta no sea correspondida. Darín es el actor de eternos ojos tristes y mirada nostálgica, en esta ocasión, comportándose como un tipo insoportable y territorial que tendrá que aguantar convivir bajo el mismo techo con una persona igual de “incomprendida”.
La llegada de Jun (Ignacio Huang), un inmigrante chino, al hogar de Rodrigo es equivalente al quiebre rutinario de un hombre que “vive de la rutina”, exiliado del mundo, callando un viejo rencor que no duda en dejar aflorar cada vez que sea necesario, ahora conviviendo con un extranjero, un extraño, obligándose a encerrar sus propios demonios y exponiéndose a la vida social. Un cuento chino trata sobre el hermetismo, sobre los que no quieren y los que no pueden hablar, los que enmudecen porque quieren o porque no saben del idioma. Borensztein habla también del recuerdo tormentoso y el exilio. Rodrigo y Jun coinciden por ser ambos víctimas de una desgracia afín, una personal y extraordinaria, aquella que ha marcado sus historias y los obligó a exiliarse, sea de su país o de su propia sociedad. Es a partir del lenguaje de las señas y las muecas que esta dupla absurda pero complementaria va construyendo mudamente un afecto lejano a la sensiblería, pero a fin de cuentas afecto.
Un cuento chino es lograda por la complejidad de sus personajes y el detallado comportamiento de ambos, en la escondida habilidad de Jun por el dibujo y en las mecánicas, metálicas y organizadas actividades de Rodrigo dentro de su ferretería. Junto al personaje de Espósito en El secreto de sus ojos (2009), Ricardo Darín hace su mejor papel interpretando a un personaje igual de enigmático y misterioso. Sebastián Borensztein muestra lo mejor de sí en sus planos, tomando el mejor ángulo de las situaciones o aparcando su cámara en lugares estratégicos. El cierre de esta historia es posiblemente lo más débil de la película, una despedida que no toma representatividad y un final abierto ya conocido.

domingo, 20 de noviembre de 2011

¿La muerte del cine?

Hasta hace algunos años hablar del enfrentamiento del celuloide versus la proyección digital fue casi un debate en vano, discusión que viraba más que todo hacia las especulaciones donde se priorizaba el valor de lo transcendental, lo nostálgico y, fundamentalmente, lo artístico, perspectivas que significaban las proyecciones, por ejemplo, en 35mm. Eso era por un lado, mientras que por otro estaba la nueva industria sedimentada bajo el formato digital, esta impulsada por cineastas que pertenecían a esta nueva Era del gran formato comercial, siendo además esta tecnología una óptima forma para que las nuevas generaciones de directores logren obtener un equipo de grabación bajo menores costos. Entonces aparentemente todo estaba en balance, cada uno pertenecía a una posición más apropiada. Si bien a finales de los ochenta el formato digital tenía las de perder ante un gran rival que había formado tanto el arte como la industria, es desde hace algunos años que los formatos clásicos tales como super8, 16mm y 35mm son los que ocupan el lado de la periferia. Obviamente esto no significaba la extinción de este último pues siempre habrían cineastas interesados en obtener esa imagen con esos fallos de textura y definición; una imagen "artística", como muchos llaman. El cine como arte entonces nunca habría de morir, al menos eso se suponía hasta hace algunos años.

A inicios de octubre, Kodak, una de las mayores industrias que producen cámaras de película, negaba una posible crisis financiera en la Bolsa. Lo que sí no pudo negar era la escasa venta por la que pasaban sus productos. Semanas después sendos representantes de Panavision, ARRI y Aaton - también importantes industrias de este soporte fílmico -anunciarían lo mismo además del cese de fabricación de cámaras fílmicas, concentrándose en su lugar solo en la producción de cámaras digitales. Actualmente no existe mercado de cámaras fílmicas en Estados Unidos, es decir, el país con la mayor producción de cine será uno de los primeros en renovarse a este cambio del celuloide al digital, donde incluso proyectores de formatos en 35mm serán retirados de las salas, algo que ya se había estado programando con el ascenso del formato en 3D. 

Hace algunos días estuve viendo El bebe de Rosemary (1968) de Roman Polanski, una de esas películas que uno se pregunta cómo hubiera sido verla en una sala de cine, obviamente con el proyector que se merece, junto a un público que actúa y reacciona en medio de un cuarto oscuro poblado de butacas, todos mirando a esa pantalla con ciertos defectos de imagen, terrosa, grisácea, imperfecta pero seductora. Hoy con los nuevos dispositivos de proyección fílmica como son el Netflix o la misma web, las salas de cine –espero equivocarme –tal vez algún día sigan esa misma suerte del celuloide.

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Reshinn, sangre de anaconda


Al año son dos las películas nacionales de corte épico estrenadas en la cartelera limeña: El último guerrero chanka y Reshinn, sangre de anaconda; ambos filmes regionales ajustados a un público de consumo masivo pero que sin embargo no han alcanzado la atención necesaria esto a pesar que cada uno trajera sus propias expectativas, una más mediática que la otra. Una posible respuesta sobre este distanciamiento que el espectador limeño mantiene es ante la obstinada idea de tomar prestadas aptitudes que este cine pretende adoptar pero que más bien son las que desajustan, degradan e incluso desvirtúan el sentido de la película, situación que lleva a que un público como el de la capital no le tome interés o hasta seriedad, caso ocurrido con El último guerrero chanka que al ser presentada como una película de artes marciales es en la opinión del público donde prevaleció más lo tergiversado antes que lo inusual o novedoso para el cine regional-nacional.
Reshinn, sangre de anaconda, a comparación de la película de Víctor Zabaria, no es tan desvergonzada al momento de emparentarse con el cine extranjero, muy a pesar el director Rogger Asto – según declaraciones en conferencia de prensa –presenta su película como el punto inicial de una trilogía que nos muestra el rostro de la primera heroína dentro del cine peruano, es decir, Reshinn… está destinada a modularse dentro de los parámetros del cine global esto a pesar de la oralidad que se transmite mediante la lengua asháninka o frente a las costumbres e inclusión de algunos habitantes naturales de dicha etnia. La historia de Asto está guiada además bajo los arquetipos míticos como el héroe, el líder malvado, el brujo, los monstruos de barro, temas como la evolución-madurez del héroe y su venganza promovida por una antigua dolencia. Reshinn… dentro de todo se desenvuelve en medio de un argumento interesante, una tragedia iniciada con la muerte de un individuo que más adelante provocará el enfrentamiento entre dos clanes, es el reemplazo de una vida por el sacrificio de varias almas. El hecho es que este no es el tema central de la película.
Es en el tratamiento del filme donde Asto encuentra dificultades. Reshinn… tiene el defecto de sobre acumular las acciones. Los primeros diez minutos son de confusión al manifestarse una serie de personajes, cada uno experimentando su propia situación, sucesos innecesarios que poco nos describen a los personajes que perdurarán en gran parte de la película y más bien nos despistan de la verdadera trama. Asto se desmide al momento de narrar su historia, ampliando los sucesos o etapas del filme. Reshinn… está dividida en tres partes: el escape de Rasha, la infancia de Reshinn y la venganza de Reshinn, yéndose la mitad de la película tan solo en la primera parte, luego de esto aparecerá por primera vez el personaje principal cuando era niña. Reshinn (Mayela Lloclla), la heroína, recién se manifiesta a veinticinco minutos de terminar la película, ya sedienta de venganza, salvaje y decidida a acabar con sus enemigos junto a su anaconda que, no se aclara cómo, es codiciada y temida por sus antagónicos. Asto exterioriza mucho a sus personajes, muy poco sabemos de estos, gran parte de su comportamiento es recreado por el mismo espectador, como el caso de la obstinada hija de un implacable curaca o la valentía de un hombre sin patria.
Reshinn… encuentra sus mayores dificultades en el lado técnico como es el audio. Asto ajusta continuamente a sus personajes, los encuadres son cerrados no tomando provecho correspondiente al naturalismo de los paisajes amazónicos, algo que sí se aprecia por ejemplo en la tomas de la cascada donde se mezcla la selva y la corporalidad salvaje de la protagonista, haciéndose tomas bajo el agua o junto a la presencia del majestuoso reptil. Un lado positivo es su musicalidad, otra evidencia más que promueve el divorcio hacia lo regional, una tonada sinfónicamente activa que a pesar de ser redundante es la que colabora en recrear el ambiente épico. La película de Rogger Asto tan solo aporta al cine nacional como el primer ejemplar íntegramente hablado en idioma asháninka, por otro lado Reshinn… tropieza frente a ambages narrativos y debilidades técnicas, cuestiones que de hecho pueden mejorarse en sus próximas secuelas.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Baby shower

El director Pablo Illanes narra el reencuentro de cuatro mujeres a propósito del embarazo de Ángela (Ingrid Isensee), la anfitriona del inmenso hogar y dueña de un sesgo misterioso que guarda alguna relación con la devoción que posee frente a una secta religiosa para la cual pertenece. En medio del espeso bosque las amigas van recordándose con gran afecto una a la otra entre besos de bienvenida y bromas de confianza, para luego infiltrarse a un estado de incomodidad y contrariedad grupal producto de la mirada vigilante y defensiva de Ángela. Con una musicalidad activa y tensada y una correcta tonalidad fotográfica provoca decir que la primera mitad de Baby shower (2010) establece los componentes necesarios para promover una película de terror. Eso hasta que ocurre el primer indicio de violencia, entonces toda buena intención se desvanece...

Artículo completo en el siguiente link: