A diferencia de otros
años, este he podido lograr ver la mayoría de películas que han sido nominadas
para los próximos Oscar. Es por ello me veo motivado a realizar una síntesis de
lo visto, y de paso señalar cuáles serían aquellas que merecerían (o merecieron)
ganar próximas estatuillas.
Para Mejor Película
Aún no estrenada, La teoría del todo (2014) es la única
película que me falta ver. De las siete restantes, solo tres de ellas
consideraría merecen aspirar al premio mayor. Pero empiezo con las descartadas.
Vale mencionar que ninguna de ellas me ha resultado insoportable, salvo por
algunas escenas de Birdman (2014) que
ya aclararé. Lo que sí estoy seguro es que dentro de este grupo no he percibido
un esquema fílmico distintivo que no se haya realizado antes. En películas como
El código enigma (2014) o Selma (2014) se sostienen solo del carácter
trascendental, sea biográfico e histórico de personalidades con dramas íntimos
o colectivos que trastocan. De El código
enigma se puede rescatar el cuadro conservador de la corona Británica
empeñada en reprimir y engatusar a su conveniencia a los propios actores que
colaboraron incluso para beneficio de la humanidad. Caso Selma el relato es más superficial, es más una crónica que un
diario. Como un libro de historia o el informe mismo de la FBI; objetivo y
directo.
Francotirador (2014) apela a la dialéctica paternalista. Por encima de un
mensaje político, es más un boceto de una parte del imaginario estadounidense.
Su protagonista como producto de una familia conservadora, criado bajo el seno
de la biblia y el compromiso frente a los de “su rebaño”. Es la religión y el
carácter nacionalista que se imprimen en un mismo individuo. Chris Kyle será
una suerte de héroe sin ánimos de autoproclamarse como tal. A pesar de haber
sido educado para tal, hay un conflicto interno que lo inquieta y lo desmotiva.
Es la herencia Eastwood, sobre justicieros que no esperan convertirse en
héroes, sino son simples móviles que frenan lo que reconocen como injusticia.
Ellos mismos incluso parecen ser conscientes de sus imperfecciones. Respecto a
esto, Francotirador no es algo que
antes no haya planteado incluso el mismo Eastwood, sin olvidar que
temáticamente ya se han visto dichas referencias en el cine de Kathryn
Bigelow. Birdman, por su lado, es una
película de buenos momentos y otros que simplemente sofocan. Alejandro González
Iñárritu se deja arrastrar por el ego que comparte con su protagonista y su
necesidad de promover “el gran espectáculo”. El filme no sabe pisar el freno ante la
presunción que, literalmente, pone incluso a volar a su personaje.
De entre mis
finalistas. El gran hotel Budapest
(2014) tiene la apariencia de ser otra vuelta de tuerca de Wes Anderson si no
fuera por el género al que se intenta evocar. Su historia le es fiel a su humor
excéntrico y a su diseño artístico bien encuadrado y plagado de tonos pasteles,
pero está también ese relato de intriga. El asalto a una herencia y el
propósito de emprender el juego policial/detectivesco. Está también el escape
al centro penitenciario y sobre todo esa estructura narrativa simulando una
“caja china”. Es Anderson indagando nuevos espacios en dónde desenvolver su
lenguaje fílmico. De Whiplash (2014)
me atrae el manejo de la competitividad (no deportiva) elevada a un nivel
bizarro. El poder de obstinación y obsesión de un músico por superar nuevas
vallas que por un lado inspira pero por otro horroriza. Es un personaje con el que
te encariñas aunque perturbe su severa rutina de entrenamiento o el mismo ego –que
de paso es seguridad– que lo atrapa y hace revelar lo peor de sí. En
contraparte está su instructor, uno que parece haber sido engendrado del mismo
molde que el aprendiz. Él es su némesis, esa gran valla que el alumno tendrá
que pasar, si no es saltando será pateando el tablero.
Ambas películas están
entre las más atractivas en esta candidatura. Boyhood (2014), sin embargo, es de lejos la mejor de las tres. En
síntesis; Boyhood se perfila a ser un
drama épico. El seguimiento a un personaje, y de algunos que lo rodean, a
través del pasar de los años, va más allá de una evolución física o de época.
El anunciar que la película de Richard Linklater es nada más que una muestra que
prevalece a partir de cómo Ellar Coltrane va abandonando su semblante virginal,
o cómo Ethan Hawke o Patricia Arquette van sumando arrugas a sus atropellas
vidas, es como haber visto la película en una versión acortada a media hora. Boyhood dialoga sobre la madurez, la
física y la personal. El niño del inicio no es el mismo que el adolescente del
final de la película. Hay en efecto una esencia constante en cada uno de sus
personajes, más no existe la negación a una línea del aprendizaje. Es Hawke echando
nuevas raíces en una nueva familia, o Arquette revitalizando su semblante de
mujer “soltera”. Cada etapa es un síntoma de lo que sucedió en la etapa
anterior, es por ello que las palabras finales de su protagonista principal
parecen recoger toda la memoria de su pasado, aquella que forma parte de su
presente y formará parte de su futuro.
De habla no inglesa
De las cinco, Timbuktu (2014) es la única que no logré
ver. Entre las restantes Leviatán
(2014) e Ida (2013) son las que más
sobresalen. La estonia Tangerines
(2013) y la argentina Relatos salvajes
(2014) totalmente descartadas. Tangerines
es la historia de un hombre benevolente y celador provisorio de dos enemigos
por naturaleza. Un soldado georgiano y otro checheno, heridos de gravedad luego
de un enfrentamiento, han sido cobijados por un anciano estonio. Una película
sobre la redención y giros trágicos que invitan a la conciencia frente a los
enfrentamientos bélicos entre ex comunidades rusas. Relatos salvajes es el menos serio de los cuatro. Damián Szifrón
realiza una serie de episodios sobre ciudadanos argentinos de clase media a
alta ejerciendo demencialmente la venganza luego de verse implicados en una
serie de eventos fabulosos. Cada capítulo más absurdo que el otro. Szifrón
parece apelar a la dialéctica de seriales de telenovela en clave grotesca.
Leviatán, de Andrey Zvyagintsev, es un drama social. Similar a anteriores
películas del director ruso, este filme posee un discurso del desencanto además
de un cierre pesimista. La historia de una familia que enfrenta la próxima
expropiación de sus tierras a manos de un abusivo político, será el inicio de
una lucha en vano que durante su curso irá sumando nuevas tragedias. A su relato
Zvyagintsev va filtrando la metáfora sobre un ambiente degradado, como
prediciendo la degradación de sus mismos personajes, o las ruinas de una
iglesia convertida en antro de pandillas juveniles, señal de desmitificación de
los referentes religiosos, los mismos que parecen delegar las infamias
políticas degeneradas por el enriquecimiento. Prueba de ello es su final; el
levantamiento de un nuevo recinto de la iglesia ortodoxa. Ida (2013), de Pawel Pawlikowski, es de lejos la mejor de las cuatro. Un filme
sobre el (des)encuentro y la búsqueda de la identidad en todas sus formas. El
relato narra la sociedad temporal de una aspirante a monja y una jueza
comunista, sobrina y tía, ambas reprimiendo sus propias dudas o tormentos. Ida es compleja y además de una estética
de interés.
En documentales
Solo pude lograr ver dos
de ellos. La primera es Citizenfour
(2014), película realizada por Laura Poitras, la cual narra su acercamiento a
Edward Snowden, un trabajador de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional en
EEUU), quien decide compartir con la directora y dos reconocidos periodistas
unas pruebas que incriminan a dicha agencia de realizar vigilancias ilícitas a
ciudadanos comunes, proceso que el Estado ordenó llevar a cabo como prevención
antiterrorista luego del ataque sucedido el 11 de setiembre. Tal como lo afirma
uno de sus protagonistas, el “Caso Snowden” parece una historia sacada de un
libro de espías. Citizenfour es un
seguimiento al cautiverio de un empleado que ha decidido no solo descubrir a su
propia delegación, sino también a todo un estado de gobierno. Dada las
dimensiones del asunto, en el tránsito inicial veremos a Snowden exponiendo sus
fundamentos éticos y morales, las razones del porqué revelar esta información top secret, a la vez que pone en peligro
su integridad y la de los suyos. A días
de soltarse la noticia, entonces se van revelando –incluso hasta físicamente–
los síntomas más severos de ansiedad y temor.
El segundo documental
que vi fue Finding Vivian Maier
(2013), dirigida por John Maloof y Charlie Siskel, que narra la historia de
cómo el primero descubre por “pura casualidad” a Vivian Maier, una mujer de
quien no se sabe nada más que fue dueña de una técnica fotográfica soberbia,
prueba de ello son los millares de negativos que poco a poco fue recolectando
Maloof. Si Citizenfour es un
documental de espionaje, Finding Vivian
Maier es detectivesco. En este veremos a Maloof indagando por espacios
públicos como íntimos, sobre posibles familiares o amigos que puedan brindar
algún detalle de esta artista que al parecer insistió en mantenerse en
anonimato. El resultado será el descubrimiento de un personaje complejo. Vivian
Maier, la mujer que fue por décadas niñera de muchas familias, mujer solitaria,
excéntrica, misteriosa, amante de la fotografía, de buen sentido del humor,
resentida, acumuladora compulsiva, sombría, misándrica, funesta. Finding Vivian Maier va tejiendo la
historia de una mujer dual y un mecenas que se ha obsesionado con una fotógrafa
anónima. Aunque Citizenfour sea
favorito para ganar en esta sección, Finding
Vivian Maier tiene una cuota universal. De esos documentales que de acá
algunas décadas seguirá siendo valorado, esto a diferencia de la línea
coyuntural del filme de Poitras.
La despreciada
Foxcatcher (2014) es la gran ausente a Mejor Película. El filme de
Bennett Miller fue una de las mejores películas del año pasado. Al nivel –o hasta
superior– de Boyhood. De igual forma la gran interpretación de Channing Tatum fue dejada de lado. La Academia tiene
una debilidad por los actores que le dan vuelco a sus carreras y para ello
tienen que ponerse kilos de maquillaje y prótesis en sus rostros. No se desdeña
las logradas interpretaciones de Steve Carell o Mark Ruffalo, pero lo de Tatum
va a un nivel superior.