La semana pasada fue estrenada al público en general el corto documental Mistura: The Power of food en tres fechas. El siguiente es un breve artículo sobre lo visto en el corto de Patricia Perez.
Ganadora en la categoría “Mejor corto documental extranjero” en el International Family Film Festival (IFFF) y “Mejor corto documental” en el New York Los Angeles Film Festival, además de otros reconocimientos también en LA y México, Mistura: The power of food (2011), dirigido por Patricia Perez, es el cortometraje que hace reconocimiento a una de las ceremonias gastronómicas más celebradas en Latinoamérica, “Mistura”, siendo observada desde una perspectiva tradicional, mística, ambientada por una musicalidad contextual y una gráfica colorida donde son los potajes nacionales, además de sus chefs y demás promotores, los personajes principales.
Filmada en 15 días y con una duración de apenas 40 minutos, Mistura: The power of food además de hacer una mirada inquieta a los sucesos más representativos del “Mistura 2010”, la directora hace de su cortometraje un espacio para reseñar a los personajes que se encuentran detrás de los platos más elogiados dentro del Festival. El documental podría ser dividido en seis fragmentos, sea distinguiéndose por la gastronomía según su espacio geográfico o haciendo profundidad de las actividades y el sentimiento que guarda dicha Feria. Es así como encontramos espacios dedicados a Javier Wong o la “Tía” Grimanesa, la premiación al concurso “El mejor panadero” otorgado en el mismo “Mistura”, cada una de estas intercaladas por testimonios de distintos comensales, describiendo el ambiente festivo que va sucediendo en cada rincón del perímetro gastronómico.
Posiblemente una de las historias más entrañables y más dedicadas es la del campesino Julio Hancco, uno de los principales sembradores de papa en el país. Su historia se intercala entre su participación dentro del Festival y las fechas previas a dicha ceremonia, sobre el sembrío del tubérculo y su dedicación a esta actividad ocurrida en su natal Cuzco, espacio donde posee su territorio agrícola al cual según cuenta ha dedicado desde su infancia. Perez aprovecha esos instantes para tomar por asalto el espacio verdoso de la naturaleza cuzqueña, recinto que despeja valles y riachuelos, atuendos coloridos de sus pobladores, zonas de arado, pagos a la tierra. El misticismo de la serranía evoca una tranquilidad que se va contrastando con el bullicio de la capital que va recibiendo a Hancco quien es grabado estratégicamente en el avión luego de haber escalado montañas con un saco al hombro. Su recorrido del aeropuerto a los exteriores de este, su llegada a la urbanidad, y por último, su encuentro con el ambiente festivo que no maltrata o degrada esa tranquilidad que su misma personalidad propaga, sino más bien se une, se fusiona a dicha algarabía, sea con una palmada en el hombro de parte de un policía o por el reconocimiento en medio de la multitud por uno de los mejores chefs del país.
Es importante observar dicho fragmento dentro de la corta historia de Mistura… esto debido a que la propuesta general del cortometraje es la de reunir gestos y sentimientos que se evocan a una sola cosa; la peruanidad, sobre el orgullo de la identidad nacional, siendo el “buen comer” el intermediario, la excusa perfecta por poder digerir una realidad que hoy en día se va afianzando a través de la representación, sea en los bailes o en la música. Una de las marcas más simpáticas dentro del documental es que no existe punto mudo, ni si quiera en los momentos de reflexión. Siempre hay una melodía sea en puntos bajos o altos, pero siempre hay una musicalidad entonada, contextualizando una geografía o el estado de ánimo el cual casi siempre es alegórico. La mayoría de pistas musicales son muestras de clásicos regionales o populares, pero un atractivo más es el citado de mezclas de fusión, tonadas de landó interactuando con notas electrónicas y otros gestos asociados a la cultura musical.
Mistura: The power of food es efectiva, desde su intención de promover la cultura gastronómica, hasta entretener o conmover al espectador, sea disfrutando de los juegos amenos de la cámara como riendo de la labia criolla –pícara y creativa –que va fluyendo de los personajes u observando la gran aglomeración cultural que se va encontrando y se va mezclando, una multitud de platos, una multitud de rostros, una multitud de sentimientos.