La ópera prima de la
directora Jennifer Kent es la película más atractiva correspondiente a la ola
de terror que ha venido generando la industria fílmica en Australia durante la
última década. Al igual que en películas como El exorcista (1973) o Evil dead (1987), The babadook (2014) arranca el suspenso con el descubrimiento de un
objeto olvidado en el ático/sótano; un cuento de terror del cual ninguno de los
miembros que habitan en dicha casa conocían de su existencia. Revelado este
centro de atención, se abrirá paso a una serie de eventos inexplicables, los
mismos que activarán el mal agüero, además de las frágiles mentes de dos
personas con antecedentes funestos. Por un lado, es el pequeño Samuel (Noah
Wiseman) lidiando con su soledad y “eso” que únicamente él puede ver. Por otro, Amelia (Essie Davis) adaptándose a su viudez (una que llegó con violencia) y
a la excentricidad de su pequeño niño, quien parece que poco a poco se le va
escapando de las manos.
Dos son los planos que
se presentan a inicio de la película: el suspenso y sobre la intimidad de esta
reducida y deprimente familia. Tal parece que Amelia, además de seguir arrastrando
cuadros depresivos generados por la muerte de su marido, es también víctima de
un desasosiego producto del desvelo y la ansiedad que le provoca su hijo Samuel
cada vez que le anuncia que “el monstruo del cuento lo intimida”. Se contempla
así esa doble crisis. La nerviosa y realista de la madre frustrada, y la
terrorífica y fantástica del niño acechado por un espectro. Es el drama familiar y el suspenso ante lo intangible. Por dónde se contemple, el hogar parece estar
destinado a su próximo hundimiento. Tanto los ánimos como la misma atmósfera están
sobrecargados, y entonces la tensión parece sofocar a sus personajes. A un
plano más profundo de la intimidad familiar, Amelia vive, además, sexualmente reprimida
en su propia alcoba. Es hasta en su momento más íntimo que Samuel -el responsable de esto- parece privarle de su sexualidad.
En el largo de la historia, el único hombre más
cercano a relacionarse con la madre, será repelido por la misma mujer, esto
gracias a la complicada situación en la que se encuentra su hijo en esos
momentos. Tal parece que el niño actúa en su madre como repelente sexual incluso
hasta de forma omnipresente. Ya más adelante, y para cuando se haya manifestado
sin asco esa criatura tétrica que parece sacada de algún boceto de las películas de George Melies o
Segundo de Chomón, la madre, quien ya venía trastocada por sus propios demonios, parece
ser la víctima más indicada, dada su fragilidad mental, para ser la poseída.
Amelia será el huésped perfecto de la criatura. “Babadook”, cual Freddy Krueger o hurtador de
sueños, dejará de castigar externamente, para ahora hacerlo internamente. A
partir de ello, The babadook se
convierte en un reciclador de otras películas correspondientes a su género,
siendo la más notoria El resplandor (1980),
hurtando incluso frases textuales de la creatividad de Jack Torrance antes de
intentar “aplastar la cabeza” de su esposa.