El edificio de los chilenos (2010) reúne una serie de testimonios en primera
persona, a los que se incluye el de Macarena Aguiló, una de las codirectoras de
este documental. Las testificaciones narran los recuerdos de niños, ahora
adultos, que vivieron por años alejados de sus padres, miembros del MIR,
exiliados a fuerza durante el Chile de los 70. Más allá de hacerse remembranza
sobre una conciencia política, este filme revela un retorno a recuerdos dolorosos,
a propósito de una orfandad justificada por los ideales de una sociedad, orientándose
a la aprobación o al resentimiento de sus receptores. Ejercicios de memoria (2016) toma similar premisa. Aquí también los
niños ahora son adultos y sus testimonios componen un documental que hace
retrato de otra dictadura. El hecho es que estos niños, en lugar de “esperar”,
acompañan a su padre a la clandestinidad, convirtiendo sus memorias en tiempos
de incertidumbre.
La directora Paz
Encina convoca a los hijos de Agustín Goiburú –un influyente opositor político
durante la dictadura de Alfredo Stroessner– para capturar sus recuerdos de
infancia, tiempos que coincidieron con la dura persecución de la que fue presa
su padre. En distinción a El edificio de
los chilenos, la directora paraguaya no apela a una entrevista frontal,
sino opta por un discurso evocativo. En el filme se oyen las voces en off de los hijos de Goiburú, mientras
una serie de imágenes nos fotografía el contexto de dicha clandestinidad,
postrándonos por momentos a un plano bucólico. Ejercicios de memoria emula un dictado melancólico y detallado
sobre una infancia que se sorteaba entre el juego de niños y la inquietud de
estos ante la posible desaparición del patriarca, sumándose además algunos
relatos de los fracasos ejecutados por la oposición dentro de una dictadura que
todavía tenía para su alargue.