Werner Herzog es uno
de los invitados de honor en esta nueva edición del Festival de Lima. El
siguiente artículo es un acercamiento a su filmografía, lo que a su vez es una
introducción a sus filias.
LOS SOLITARIOS
Qué es sino un
solitario el vampírico Nosferatu, cumpliendo su inmortal maldición en un alejado
castillo en Transilvania, abstemio de criados que le sirvan la cena o le lleven
el ataúd que llegado a un puerto tendrá que cargar por sí solo entre las
baldías calles que lo dirigirán hasta su nuevo escondite, lugar en donde hará
vigilia a la joven Lucy. ¿Es a causa de sangre o por falta de compañía su
obsesión hacia esta mujer? Hasta una película como Nosferatu (1979), aparentemente un intruso en la filmografía de
Werner Herzog, posee un rasgo esencial que no escapa a la mirada de su
director. El alemán tiene una fascinación por los personajes recluidos, como el
saltador de esquí de El gran éxtasis del
escultor de madera Steiner (1974), alguien que no abandona su cabaña si no
es para participar en alguna competencia, o el protagonista de Corazón de cristal (1976), quien
refugiado desde los picos de una montaña mira con desconfianza a la gente que
habita en un pueblo próximo.
En ambos casos, estos
personajes parecen estar desencantados de su propia estirpe. Ellos han optado
por un auto destierro, condición que también parecen compartir los tres únicos
habitantes de una isla francesa. En La
soufriere (1977) vemos cómo un reducido grupo de indigentes han optado por
quedarse a la merced de su suerte. Un volcán está a punto de erupcionar y ellos
han decidido inclinarse por la muerte a que seguir viviendo bajo el desamparo
de su sociedad. Caso similar sucede en Grizzly
man (2005), que narra la historia de Timothy Treadwell, un hombre que por
años ha buscado ser adoptado por una comunidad de osos grizzly. Es el divorcio
hacia la civilización y la atracción por lo salvaje, premisa que trae a la
memoria a los primeros exploradores de la Antártica evocados por Herzog en su
documental Encuentros en el fin del mundo
(2007).
También los hay los solitarios
un día liberados y soltados al mundo contra su voluntad. El enigma de Kaspar Hauser (1974) me recuerda a la historia de
Segismundo de “La vida es sueño” y esa metáfora que distingue entre lo real y
la realidad personal. El actor Bruno Schleinstein encarna a un hombre que vivió
toda su vida en una celda y luego será liberado. Ya luego en Stroszek (1977), nuevamente el mismo
actor interpretará esta vez a un ex convicto liberto que decide viajar a EEUU
en busca de suerte. En ambos casos, los protagonistas de estas historias serán
expuestos a una “universo” que no terminan por comprender. Su soledad
idealizada no es capaz de digerir las normas de toda una estructura social. El
mismo Herzog es un solitario, tal como se muestra en Retrato a Werner Herzog (1986), un documental que hace muestra tanto
de sus filias como de su fílmica, y en donde veremos al director refugiarse entre
la naturaleza instantes en que se celebra una de las festividades más
reconocidas en el mundo.
EXCURSIÓN A LA NATURALEZA
Según declaraciones
del mismo Werner Herzog, el Corazón de
cristal inicia con una remembranza al famoso cuadro pintado por Friedrich;
“El caminante sobre el mar de nubes”. En imagen, vemos a uno de sus
protagonistas, que es un ermitaño, visto de frente y luego de espaldas. El
encuadre ajusta su figura y en profundidad se manifiesta una naturaleza difusa
por una espesa bruma. Hay un carácter de inmensidad y además una sensación de sosiego,
emoción que parece reflejarse en el rostro del solitario, quien mira absorto dicho
escenario mientras le oímos sus pensamientos manifestando un estado de profunda
reflexión. Para Herzog, la naturaleza es el recinto de la sabiduría. Aislarse
en esta, aflora interrogantes sobre los orígenes y la creación. En una película
como Fata morgana (1971), en donde se
mezcla la mítico con lo documental, el desierto de Sahara emula espejismos y
escenas absurdas de múltiple interpretación que evocan a la reflexión.
A la misma línea de la
pintura de Friedrich y los postulados románticos, la naturaleza para el
director alemán también motiva los deseos por aventurarse a dicha inmensidad
difusa. En vía a aquello, el cine de Herzog es un cine de expedición. Aguirre,
Fitzcarraldo, el mismo Herzog en sus documentales, son excursionistas que se
introducen a un contexto incierto. En Aguirre,
la cólera de Dios (1972) un colonizador español irá en búsqueda de una
ciudad mítica, en Fitzcarraldo (1982)
un obstinado empresario quiere fundar un teatro de ópera en el territorio del
Amazonas, en La soufriere Herzog le
hace frente a un volcán a punto de colapsar por ir en búsqueda de un personaje
que nunca ha visto en su vida. En las tres historias, la naturaleza es
desconocida. Introducirse a ella implica una cuestión de reto, una aventura que
a su vez puede provocar fatalidades. Entonces deja de convertirse en una
expedición para volverse un juego de sobrevivencia, escenario que se observa,
por ejemplo, en su documental El pequeño
Dieter quiere volar (1997) o en su versión dramatizada Rescate al amanecer (2006), sobre la fuga de un prisionero de
guerra en las entrañas de la selva de Vietnam.
Tanto los personajes
que Klaus Kinski interpretó en la selva peruana como el mismo piloto Dieter
Dengler, son individuos que acortan el trecho que distancia a la cordura de la locura.
Predicamento similar motiva también las acciones de Timothy Treadwell. Muchos
personajes de Herzog se internan a la naturaleza a sabiendas que corren un
riesgo de muerte. Grizzly man es un documental
sobre un hombre que su obsesión por la naturaleza en su estado salvaje pone en
duda su sanidad mental. Al igual que Aguirre, Treadwell, en medio de la
naturaleza, fue consciente de que su meta pondría en riesgo la vida de toda su
tripulación.
MISTICISMO
¿Por qué los enanos
son cada vez más violentos? ¿Es sublevación o una representación grotesca de la
naturaleza humana? (También los enanos
empezaron pequeños, 1970) ¿Qué simboliza una secuencia de aviones
aterrizando, ese dueto musical irrisorio, un grupo de forasteros atrincherados?
Lo narrado, ¿es mito o una metáfora profética? (Fata morgana) ¿Por qué y por quiénes fue encerrado Kaspar Hauser? ¿Fue
acaso algún familiar cercano su libertador y asesino? En vida, ¿fue querido por
alguien o es que siempre fue experimento de estudio? (El enigma de Kaspar Hauser) ¿Cuál fue la fórmula que se llevó a la
tumba el único maestro cristalero que sabía manipular el cristal de Baviera? (Corazón de cristal) ¿Por qué nunca
explotó el volcán? (La soufriere)
¿Por qué los bebes desarrollan prematuramente su reflejo prensil?, se pregunta
un pediatra (Stroszek) ¿Por qué los
indígenas decidieron ayudar a Fitzcarraldo? ¿Por qué no pidieron nada a cambio?
¿Qué los impulsó a mirar al vacío luego que uno de los suyos perdiera trágicamente
la vida? (Fitzcarraldo) ¿Por qué
avivan el incendio un grupo de trabajadores petroleros? ¿Es acaso el goce a la
destrucción?, se pregunta Herzog (Lecciones
en la oscuridad, 1992) Ese audio, prueba de la masacre sufrida por Timothy
Treadwell y su esposa, que pocos
pudieron escuchar (Grizzly man). ¿Por
qué marcha el pingüino a una muerte segura? ¿Es acaso alguna “locura de
Aguirre” o simple desorientación? (Encuentros
en el fin del mundo) ¿Qué es lo que significó para nuestros ancestros sus
pinturas halladas en la cueva de Chauvet? ¿Es acaso el cráneo de un oso el
primer indicio de las creencias espirituales de la humanidad? (La cueva de los sueños olvidados, 2010)
¿Cuáles fueron los verdaderos hechos acontecidos durante la desaparición de
tres jóvenes en Texas durante el 2001? ¿Quién es el padre del hijo que está
concibiendo una mujer enamorada de un hombre que conoció tras las rejas? (Into the abyss, 2011). El cine de Herzog
está plagado de misterios.
DECADENCIA Y ALGUNOS VATICINIOS
En plena Segunda
Guerra Mundial, un grupo de soldados alemanes refugiados en un fuerte viven sus
días ocupándose de rutinas triviales mientras aguardan una nueva misión. El
drama toma presencia para cuando uno de ellos, preso de la ansiedad y las
alucinaciones, comienza a inventarse una guerra inexistente. Esto ocurre en Signos de vida (1968), ópera prima de
Werner Herzog, un retrato sobre la paranoia y la locura colectiva. El director
crea una historia en donde el hombre muestra su lado conflictivo, demente y
abominable, comportamiento que también se admira, en clave grotesca, en su
siguiente película También los enanos
empezaron pequeños. Signos de vida,
sin embargo, tiene un vínculo más cercano a un documental muy posterior de
Herzog. En una escena de Lecciones en la
oscuridad, vemos como un grupo de
personas se divierte reavivando las llamas de una fuga de petróleo. Lo curioso
es que no hace mucho estos mismos se encargaban de menguar un masivo incendio
ocasionado por un desastre ecológico acontecido en dicha zona desértica. Nuevamente
hay una reflexión sobre esa conciencia destructiva del hombre, ya no visto
desde un plano de la locura tal como sucedía en Signos de vida, sino desde un plano cínico.
En paralelo, Herzog percibe
que esta gesta ha comenzado a deteriorar de forma crónica el entorno natural. Lecciones en la oscuridad, como en su
momento lo hizo en Fata morgana,
apela a un discurso que simula el presagio a fin de provocar la desolación que
recae tanto en el hombre como en su mismo contexto. En Lecciones en la oscuridad, son,
por ejemplo, los efectos de la industrialización los que han afectado ciertas áreas
geográficas ubicadas en Kuwait debido a la expansión de empresas petroleras. Por
su lado, Encuentros en el fin del mundo
promueve similar conciencia en referencia a un misticismo territorial que se ha
venido diluyendo ante la presencia manufacturera que ha venido invadiendo el
Antártica durante las últimas décadas. Son, además, los efectos del
calentamiento global los que, literalmente, han comenzado a diluir todo un continente.
La naturaleza, por su lado, parece responder.
En La soufriere vemos a una naturaleza
revelada. Herzog viaja hasta la isla francesa de Guadalupe en donde ha
escuchado que el volcán “La soufriere” está a punto de erupcionar. La
catástrofe nunca sucedió, sin embargo, la evacuación de todos sus pobladores
(salvo de tres personas que decidieron quedarse) ha generado muchas pérdidas. A
días de la supuesta erupción, la ciudad parece un “pueblo fantasma”, una que ha
sido tomada por la fauna del entorno en busca de alimento. Las calles baldías,
casas con las puertas abiertas, televisores encendidos, cuerpos de animales
caseros infestados por las moscas. Todo esto parece un cuadro apocalíptico. Es
la naturaleza que parece advertir al hombre otorgándole una fecha cercana o
exacta de su extinción, efecto premonitorio como el que lanza a diario un
profeta en Corazón de cristal o la
misma pena de muerte con fecha fija en el documental Into the abyss.
INSÓLITOS, EXTRAVAGANTES, EXTRAORDINARIOS
El país del silencio y la oscuridad narra la rutina de Fini Straubinger,
una mujer que, a consecuencia de una caída que tuvo de niña, perdió la vista y
al poco tiempo el sentido del oído. Su día a día consta a ir busca de otros
ciegos y sordos. A propósito de ellos, promueve reuniones de fraternidad,
difunde el uso del lenguaje táctil, capacita a los que no lo saben practicar, dirige
charlas motivacionales, asiste a congresos de discapacidad, hace escuchar sus
reclamos. En síntesis, imparte compromiso y sobretodo esperanza. Herzog la
sigue a medida que aprovecha su ánimo de explorador, acto que ocasionalmente lo
enrumba a lugares en donde se recluyen personajes fuera de lo común. Los
acompaña, los escucha, pero, por encima de todo, nunca los cuestiona. Ocurre,
por ejemplo, en su viaje hasta la isla de Guadalupe en La soufriere, en donde su entrevista a tres indigentes, más que una
curiosidad morbosa, es una fascinación por la sabiduría ajena. Lo que podría
haber sido el testimonio de tres aspirantes al suicidio es más bien una
meditación sobre las dinámicas de la vida y la muerte.
Curiosidad similar lo
arrastra hacia Alaska, exactamente hasta el territorio en donde se le vio por
última vez a Timothy Treadwell luego de asentarse en un área habitada por osos
grizzly. Grizzly man es una aproximación
a la filosofía de un hombre convencido de que ha roto la frontera que separa al
humano de la bestia (que es la naturaleza en su estado más agresivo y salvaje).
La convivencia del hombre con lo natural es por cierto lo que vuelve
extraordinario a muchos de los personajes herzogianos. En Corazón de cristal vemos a un hombre que tiene una capacidad
premonitoria. Curiosamente, este vive entre las montañas, siendo además una
suerte de filósofo ermitaño en constante meditación, siempre contemplando a la naturaleza
imponente, que hace del individuo apenas un detalle dentro de su inmensidad. Es
como si todo un mundo aguardara por ser descubrir. Y, a propósito de descubridores,
el soberbio Aguirre es un ejemplo de estos. En su historia vemos a un Klaus Kinski
interpretando a un personaje que por momentos se confunde con la selva peruana;
es feroz e incomprensible. Es, sin embargo, su irracionalidad la que lo vuelve
un ser excepcional. El protagonista de Aguirre,
la cólera de Dios no solo hace una afrenta a la naturaleza, sino al Creador
de la misma, premisa máxima que está por encima de la expedición a la que
originalmente perteneció. Desde un inicio del filme, la empresa de Aguirre predice
el fracaso, muy a pesar, su acto de rebeldía y obsesión por conquistar “El
Dorado” lo corona como un líder tenaz.
Otra prueba de otro líder
contumaz. El final de Fitzcarraldo
cierra con una comparsa triunfal encabezada por su protagonista, esto a pesar
de que su meta inicial resultara un fiasco. La idea de fundar un teatro de
ópera en la selva del Amazonas termina siendo una meta secundaria para
Fitzcarraldo. Herzog es consciente que el gran reto del empresario es lograr
que su barco atraviese la cima de un monte a fin de evitar una ruta hostil.
Según Burden of dreams (1982), documental
dirigido por Les Blank, el mayor reto que tuvo Herzog durante el rodaje de Fitzcarraldo fue ese mismo que padeció
su personaje. La frustración de Fitzcarraldo no es más que la frustración de
Herzog durante el montaje, una similar a la que de seguro tuvo Walter Steiner
al atropellarse con la tierra luego de un frustrado intento de romper un record
de salto en esquí. Horas después, aún con las heridas vivas, Steiner saltaría
nuevamente y rompería el record mundial, dejando muy atrás al resto de participantes.
¿Es que acaso Herzog invierte sus fantasías en el saltador Steiner? Además de
ser un aficionado confeso del salto en esquí, en El gran éxtasis del escultor de madera Steiner el director alemán afirmaría
que siempre fantaseó con practicar con ese deporte, el cual nunca pudo
emprender. Werner Herzog no está
lejos de sus personajes. Un hombre también solitario, amante de la naturaleza,
la expedición y el reto, y que, cual Aguirre, no dudaría en amenazar al mismo
Klaus Kinski.