domingo, 30 de enero de 2011

En algún lugar (o En un rincón del corazón)


“Los desorientados”, “los extraviados”, “los sin rumbo”; es así como podría nombrarse hasta el momento la breve filmografía de Sofia Coppola. Desde Las vírgenes suicidas (1999) hasta su último filme, En algún lugar, Coppola se ha creado una senda temática e inclusive estilística, esta recién concebida con Lost in translation (2003), hasta el momento su película más lograda. Los personajes de Coppola abren su intimidad al mundo, no por desearlo, sino por ser seres expuestos a una rutina banal y aglomerada, un estilo de vida vacío y frustrante para ellos mismo que, muy a pesar, admiten como parte de su naturaleza.
En algún lugar es la historia de Johnny Marco (Stephen Dorff), uno de los actores más respetados en Los Angeles, por lo tanto, en todo el mundo. Su vida consiste en estar de fiesta en fiesta, tragos de noche, para el desayuno y para el almuerzo, viajes y conferencias de prensa pendientes, sesiones de bailes eróticos en privado, sesiones fotográficas, sesiones sexuales de paso, llamadas de una maternal manager, mensajes de texto amenazantes, paseos solitarios en un Ferrari; y se repite la historia, una y otra vez, vueltas y vueltas de forma estrepitosa como si estuviese trepado a un auto en una carrera baldía que no se escucha más que el quejido de un motor, y no cualquier motor; este es de un rugido distinto y sofisticado, aunque, después de todo, sigue siendo un alarido más que se pierde al vacío, a la nada.
La primera escena es la introducción a la historia de un solitario. Un individuo encima de un auto de lujo dando vueltas en medio del desierto en un circuito cerrado. Marco es una especie de cowboy moderno, toda una leyenda cargada en hombros, sin embargo, es el más solitario de todo el viejo oeste. El peso de su fama es más significativo para el resto que para sí mismo. Marco va moviéndose de un lado a otro, montado a su caballo color negro último modelo sin saber cuál es el motivo. Marco es un ser desmotivado. Su gran rol protagónico, interpretando al gran “Johnny Marco”, es su peor película, no tiene inicio ni final, es una película de escaso guión, con una gran variedad de personajes secundarios, y a lo sumo, un personaje principal además de él, su hija de once años, Cleo (Elle Fanning).
Como sucede en gran variedad de dramas o comedias, la historia de un soltero –que le guste o le apeste su vida –que de repente inicia una nueva vida asumiendo un rol paternal, nos motiva a pensar que existirá un giro emocional en la vida de este individuo. La llegada de un ser –muy cercano –externo a su mundo, ajeno a su rutina, es motivo para que este se reconfigure; hablando en código Hollywood, sea otra persona. Cuál es el resultado; un final feliz o uno trágico, una de a dos. En algún lugar se toma esta trama, más nunca el rumbo de su personaje cambia su curso. La presencia de Cleo, la pequeña niña de Marco fruto de una relación fructuosa, es apenas un despistaje. Es un “huésped” que ha ingresado a la vida del actor, eso quiere decir que ha venido, no para quedarse, sino para luego volver a lo suyo. La relación entre padre e hija ciertamente no cambia el rumbo de la historia en el filme de Coppola. Así como ambos personajes comparten un helado en la cama, Marco sigue teniendo su misma rutina: va de gira a otros países, sigue acostándose con chicas desconocidas, una que otra de rostro familiar, continúa perturbándose por el posible acecho de algún paparazzi. Su mundo nunca lo ha abandonado, o mejor dicho, él nunca abandona su mundo.
Marco y Cleo comparten sus días juntos tomando el sol o jugando con alguna consola, pero eso no evita que ambos no compartan la mesa con una de las tantas amantes de Marco. Cleo en la vida de Marco –al menos en el tiempo de días que estuvo junto a su padre –significa apenas un distractor, es una presencia que le provoca olvidar o abandonar por apenas algunos minutos su vida virtuosa, desenfrenada y odiada. Si en otras películas los personajes masculinos cambian sus vidas por una nueva, una más sana o apacible, Marco lleva una vida compartida, e inclusive, a veces, parece estrechar a ambas de la mano, actitud a la que responde Cleo con miradas llenas de celos, una ligera inclinación de su mirada, una voz más meditada y seca.
En Lost in translation el personaje de Bill Murray, al igual que Marco, es un personaje solitario en medio de un aglomerado bullerío vestido de fanáticos o contratistas de imagen. Un actor reconocido en un mundo extraño donde hablan un idioma distinto al suyo, donde conoció al personaje de Scarlett Johansson, también una huérfana en ese mundo desconocido, y disfrutó de una vida distinta, escapando y esquivando de su rutina, estilo de vida a la que –él sabía –tendría que retornar; sin embargo, esto no evito negar por unos días su naturaleza, escaparse, dejarse llevar, esta vez, por algo que en realidad desea, algo motivador.
En algún lugar es un filme hueco, monótono – cosa irónica por su misma temática –porque no existe de esto. Luego que se marchara Cleo, Coppola intenta provocar en el espectador ese mismo sentimiento que ocurrió en Lost in translation –la escena de la despedida en esta película es formidable –. Cleo sube a un auto y en medio del ruido de un helicóptero su padre se despide afectuosamente de su hija, enunciado que parece no haber escuchado la pequeña, como también pudo haber ocurrido lo contrario. El hecho es que no pasó nada porque no había motivo para decir: “ahora Marco vuelve a su vida de siempre”, debido a que nunca había ocurrido esto.

miércoles, 26 de enero de 2011

Enterrado


Enterrado es un filme –aún no comprendo si es española o estadounidense –que el año pasado se ha construido una fama inmensa. Creo estar acertado en compararla con el caso de Actividad paranormal (2007), una película que, ciertamente, también es modesta, tanto por los escasos recursos que contenía como por su misma trama, sencilla, pero –la palabra no es ingeniosa –creativamente expuesta o planteada. Preciso seguir comparando este filme con la última cinta del español Rodrigo Cortés, esto debido a que, además de las reacciones símiles y favorecedoras tanto de la crítica como del público, ambas películas se sostienen de un elemento crucial, motor que ejerce en ambas una sensación tanto de suspenso como de terror: la claustrofobia.
En el caso de Actividad paranormal, este filme, citando un estilo de grabación casera, se sirvió de un contexto limitado, un hogar compartido por una pareja de novios, hogar, que por cierto, estaba acechado por un espectro. Entonces, los únicos escenarios que podemos observar en este filme son cuartos o pasadizos, todos estos, lugares estrechos, oscuros, apenas alumbrados por una luz tenue. La misma calidad de la imagen dona además un efecto de vértigo que perturba y alimenta la ansiedad, esta enfatizada también por la ausencia de un ente que nosotros sabemos anda deambulando por las habitaciones.
El caso de Enterrado es casi lo mismo. El espacio es uno solo, no siendo en esta situación un hogar con aspecto acogedor, sino más bien un ataúd enterrado, sabe quien, muchos metros bajo tierra, y dentro de este, nuestro personaje principal; Ryan Reynolds. Los múltiples enfoques que toma la cámara ubicando todas las perspectivas del cajón de madera son similares a las distintas habitaciones o baños que se van graficando en Actividad paranormal. Son vistas diferentes, muy a pesar, siguen siendo el mismo lugar oscuro claustrofóbico. El suspenso, no cofundamos el terror con el pánico, que se produce en Enterrado es también paradójicamente incentivado por –acá no hay un solo fantasma –entidades que están ubicadas en un punto ajeno al contexto, pero, sin embargo, están latentes pues influyen mucho dentro del contexto-ataúd, esto a través de un celular, vista como un intercomunicador entre los de afuera y el de adentro.
Son la multiplicidad de enfoques, las escenas agitadas, muy apretadas, pero convulsivas, las continuas llamadas de distintos enemigos, que van desde un supuesto terrorista a una fría contestadora, los que alimentan el suspenso o la tragedia de un sujeto que tiene la posible herramienta que parece ser la salvación –un celular en un secuestro; eso sí que es tener una chance –pero que, sin embargo, es el responsable de una extensa odisea que paradójicamente ha recorrido nuestro personaje dentro de un mismo lugar y en la misma posición, boca arriba. Actividad paranormal resultó tener la misma dinámica, grabación tras grabación es incertidumbre tras incertidumbre. La moraleja parece decir: “la tecnología nos complica más la vida”. Nuestros personajes de ambas películas están castigados a una serie de maldades y jugarretas que, se veía, tratan de burlar, de esquivar lo inevitable.
Finalmente, tanto Enterrado como Actividad paranormal son lo mismo, “mucho ruino, pocas nueces”. En sus casi 100 minutos –hasta en la duración coinciden –logran a lo mucho, dos a tres escenas rescatables, lo demás está de más. Aunque, es cierto, Actividad paranormal tiene lo suyo. Parece que este tipo de dinámica tiende a ser más dable en un género de terror, además por el mismo estilo de imagen de grabación casera, sin banda sonora, todo tipo de ruido extradiegético, e inclusive, hasta cierto modo el mismo diegético, excluido, borrado, causando un mudez que provoca pánico; hay que ser justos, no aburrió tanto. Enterrado, sin embargo, en sus primeros 40 minutos ya parece ser extensa. Qué más puede pasar en un ataúd, una culebra, ¡vamos!, no hay algo mejor; la misma Beatrix Kiddo –que también experimentó en Kill Bill Vol. 2 una estadía bajo tierra –ha de haberse sonrojado.

domingo, 23 de enero de 2011

El escritor fantasma (o El escritor oculto)


La primera escena de El escritor fantasma nos muestra un auto abandonado dentro de una embarcación de transporte. Hay un pequeño cerco de policías y seguidamente el vehículo es retirado. La siguiente escena es la de un cuerpo sin vida revolcándose a orillas del mar. Ha ocurrido un asesinato, o al menos, eso es lo que nos quieren hacer pensar. En la siguiente escena dos sujetos charlan y hacen mención al recién fallecido. Uno de ellos afirma que no se ha esclarecido el origen del deceso, más este supone que fue por suicidio. Ahora, la pregunta para el espectador es la siguiente: ¿le vamos a creer a este individuo que apenas conocemos o vamos a continuar con nuestras sospechas? La respuesta es más que obvia.
Roman Polanski retorna a uno de sus géneros fuertes, el thriller. El escritor fantasma es la historia de un redactor que es contratado para continuar las memorias de un ex ministro británico, luego que su predecesor falleciera de forma repentina. Ewan McGregor interpreta impecablemente a este “fantasma”, un ser anónimo y sin nombre que un día es convencido por un allegado suyo para finalizar esta labor, la cual, el mismo escritor no encuentra motivo ni sentido que le inspire a llevar a cabo esta tarea. El personaje de McGregor es esquivo, se resiste, da objeciones, se niega a aceptar la tarea a pesar de recibir a cambio una fuerte suma de dinero. Finalmente acierta.
Sucedido esto, lo que ocurre con este personaje es lo que podría llamarse un “día de perros”: un viaje forzado esa misma noche para encontrarse con su nuevo jefe, un asalto y agresión por dos sujetos que lo seguían desde una moto, y el anuncio por televisión que su nuevo jefe es acusado de estar implicado en la tortura de cuatro terroristas a manos de la CIA. De pronto, lo que parecía ser una simple labor como redactor de memorias parece convertirse en una trama de terror. Es el cambio repentino de lo convencional a lo molesto, a lo sospechoso, a lo presuntamente implicado. No ha pasado ni una hora y la mala racha ha embaucado la vida de un simple escritor, ahora “fantasma” –debido a que nadie debe de enterarse que es él quien escribe las memorias del político –, de un posible culpable.
Polanski así va dejando rodar una madeja de lana colina abajo. El ser constructor de la biografía de Adam Lang (Pierce Brosnan) implica empaparse del pasado y presente del político, todo un historial con sospechas al aire, datos que no concuerdan, fechas asincrónicas, una muerte impune, una relación amical misteriosa, cada una de estas forman una cadena de evidencias, más ninguna resulta ser la prueba factible que exponga el rostro de la política oscura o la figura de un asesino. El rol del escritor, de pronto, es la de un detective, uno confiado y muy torpe, que husmea y sospecha de lo que va encontrando a su paso, como biógrafo oficial de un connotado político o por pura casualidad. De repente el apelativo de “fantasma” funciona para este escritor, grabando declaraciones que ninguno de la prensa podría adquirir, atravesando paredes o recintos que ninguna turba de manifestantes podría echar abajo. Lo paradójico es que este sujeto hace uno días era uno más.
Desde este aspecto, El fantasma escritor parece estar inmerso en un contexto hitchcockiano. La historia de un sujeto común y corriente de pronto, no solo se encuentra en medio de un asesinato sin resolver, sino, implícitamente, se ha implicado a una acusación política muy grave. El personaje de McGregor así podría pasar por el personaje de James Steward en La ventana indiscreta (1954) o el de Cary Grant en Intriga internacional (1959), cada uno de estos sujetos comunes, que de pronto fueron parte de un crimen. El mundo de Hitchcock florece más aún con ciertas escenas como la visita a un anciano testigo, el casual accidente de un segundo testigo, un vehículo negro y dos hombres sospechosos dentro de este, la persecución en una embarcación, el refugio en un hotel ubicada en una pequeña ciudad, una casa en medio de una isla usada como escondite. Polanski, al igual que Hitchcock, dilata los espacios y provoca nuevas sospechas haciendo supurar escenas de suspenso.
La banda sonora es tensa y pesada, los espacios son cerrados, son casas apartadas de la ciudad, cuartos reducidos, hay muchas escenas que pueden pasar como enfoques voyeristas evocando el estilo hitchcockiano. El Roman Polanski de hace décadas, dueño de grandes thrillers como Chinatown (1974) o El inquilino (1976), definitivamente no es el mismo que se presenta en El escritor fantasma. Este mundo parece estar más ligero del clásico cine noir – presente en Ruth Lang (Olivia Williams), la esposa del político, como la femme fatale –o las evidencias de un thriller psicológico, una vieja debilidad del director de origen polaco. Otro lado de la moneda para este filme es una interpretación más real, un lado más descaradamente político, sobre una gran semejanza al caso del ex ministro Tony Blair, la defensa Bush, una compañía de armas implicada en la guerra de Irak y los abusos contra prisioneros de guerra, pero eso se lo dejamos a los expertos.

miércoles, 19 de enero de 2011

Más allá de la vida

Actualmente son pocos los directores que hasta sus películas más débiles garantizan un grado considerable de entretenimiento. Más allá de la vida, de Clint Eastwood, es un filme con un tema provocador, aparentemente ajeno a la temática del octogenario director (ver artículo de Ricardo Bedoya), lo cual provoca un plus atractivo, pero, sin embargo, no pasa de ser una versión amable sobre el tema de la vida más allá de la muerte, línea casi siempre arraigada a una religiosidad, pero que Eastwood maneja con ateísmo, un perfil muy propio a su estilo.
Más allá de la vida son las historias entrelazadas de tres personajes. Cada uno ha experimentado con la muerte de una forma distinta al otro: Marie (Cécile De France), una comunicadora, sobrevivió milagrosamente a un tsunami; George (Matt Damon), un trabajador de fábrica, es un psíquico capaz de conectarse con los muertos; y el pequeño Marcus (Frankie & George McLaren), un niño como de diez años, enfrenta la muerte de su hermano gemelo. Tres personas de tres lugares distintos (Francia, EE.UU. e Inglaterra), luchan contra el escepticismo, el peso de un “don” y el dolor ajeno. Los tres están atados a una realidad que repentinamente los ha privado de su cotidiano, o los ha perseguido desde hace muchos años.
Eastwood, así como ocurre con ciertos personajes en sus anteriores filmes, es perturbador e implacable ante la realidad que en un momento parecía sonreír las vidas de algunos sujetos, son el caso de Marie y Marcus, quienes de pronto son embestidos por avatares de la vida cayendo a un lado desconocido e irreversible. La personaje de Million dollar baby (2004) es un claro ejemplo. Por otro lado, George es más bien el otro tipo de personaje que el veterano director gusta plantear, el condenado por una fatalidad que arrastra silenciosamente, un pasado oscuro que dormita en el presente, despertando en momentos repentinos, en ciertos casos, no deseados. Se nos viene a la mente los personajes principales de Los imperdonables (1992), Un mundo perfecto (1993) o Río Místico (2003). En Más allá de los sueños, el personaje de Damon es un ser atormentado, cabizbajo en gran parte de sus escenas, opacado por sombras que apenas dejan relucir la mitad de un rostro, por un lado descubierto, mientras que por otro cubierto de un velo fúnebre, estigmatizado por un “castigo”, una pesada cruz que la mayoría, incomprensiblemente, denota como una sabiduría o un beneficio económico.
La historia de Marcus es la más enternecedora de entre las tres. La trama de dos gemelos desde su inicio recrean un ambiente estable en medio de un contexto hostil, eso lo hace más enternecedor. La convivencia con una madre víctima del alcoholismo contrasta demasiado con la vivacidad de esta pareja de hermanos que funcionan como el dúo perfecto: el callado y el hablador, el cohibido y el sabelotodo. Estas dos personas representan el lado más sensible del filme. Sucedida la tragedia, lo que podría ser la prematura madurez de un niño, es más bien un llanto infantil o la soledad de un pequeño extraviado en una ciudad, incomunicado y confundido ante una realidad que muchos hablan pero muy pocos conocen, casi nadie. El tema de la vida más allá de la muerte en ojos de Marcus es la contemplación a un mundo de charlatanes y seres cómicos, casi siempre usureros o sedientos de popularidad.
La historia de Marie es la menos profunda de entre las tres. El recorrido de esta mujer que pasó de ser comunicadora a ser una militante testimonial defendiendo su experiencia frente a la muerte, está expuesta de una forma personalista. De pronto esta mujer toma por nueva ideología el que respeten su libertad de contar a la sociedad su experiencia con la muerte, algo que observa como una política de vida que “tiene” que ser sabida, esto mediante un libro que planea escribir. Al final, este libro se logra publicar y si bien no sabemos exactamente cuál es el contenido de este, me refiero a su exposición o tratamiento, es posible que el tema de su experiencia de vida con la muerte sea manejado por un discurso casi político, esto influenciado por los desencuentros con escépticos o desinteresados que Marie fue encontrando a su paso, la impotencia de haber perdido esa veracidad que un día tuvo como periodista política.
Es de esta última historia, sin embargo, que se debe resaltar su inicio, que sería además la introducción del filme. Clint Eastwood, así como pasa en gran parte de sus dramas, toma, mide y calcula su tiempo de tragedia. Es leve el presentimiento del espectador ante una posible catástrofe o desgracia. La catarsis es repentina y son estas primeras escenas del tsunami las más chocantes. Lo que podría ser toda una oportunidad de lucirse con efectos especiales, Eastwood toma el control no cayendo en exageraciones de destrucción o personas revolcándose en medio de las aguas. Los efectos son impecables, ajustados, apenas una antesala a lo que nos debe de interesar los próximos 120 minutos; el límite entre la vida y la muerte parece no estar tan alejado de nuestras vivencias.

domingo, 9 de enero de 2011

RED


A continuación una de esas películas que aparente y nada más: RED. Este filme en lugar de haber sido estrenado una temporada de invierno en EE.UU, debió haberse expuesto a mitad del año, un mes de julio por ejemplo, época en que muchos directores se le ocurre disparatadas ideas tales como: “imagínate a Bruce Willis, Morgan Freeman, John Malkovich y Helen Mirren juntos” “y, qué más” “son ex miembros de la CIA” “¿ex miembros de la CIA?, ¿y luchan?” “sí” “pero están viejos” “esa es la idea”.
Jean Claude Van Damme en el 2008 protagonizó una interesante película titulada JCVD. En esta se observaba de manera dramática la decadencia del actor de acción, rudo y fornido de finales de los 80’s e inicios de los 90’s, aquel que trata de sobrevivir en un mercado cada vez más exigente, víctima de una vejez la cual ni los efectos especiales pueden borrar. JCVD parecía ser un testimonio del actor real, en este caso el mismo Jean Claude Van Damme. Solo como plus, según declaraciones del maduro actor, esta sería su carta de despedida dirigida a todos los fanáticos de sus películas de acción (como que la realización de esta había tocado al actor). Un año después Jean Claude Van Damme estrenó la tercera parte de El soldado universal. Moraleja: “los rudos siempre serán rudos”.
RED más o menos va por ahí. Es el encuentro de una vieja fraternidad conocidos como los “Retired and Extremely Dangerous” (retirados y extremadamente peligrosos). Un grupo de ex-miembros de la CIA se reúnen luego que dos de sus miembros peligran de muerte. Aquellos tipos que parecían haber sido víctimas de una vejez indesligable a su nueva vida, la rutina, retoman las armas para demostrar que siguen siendo los típicos “duros”.
Vamos con los personajes. Frank Moses (Bruce Willis) es el aún líder del grupo, el individuo que ha mantenido una rutina fisionómicamente activa a la que llevaba hace años atrás. Su misma actitud, extraña y desubicada, huraña, sin familia, con apenas un roce amical que sostiene atrás de la bocina del teléfono con una mujer a quien no conoce más que por voz, es prueba suficiente para remembrar al típico sujeto que años atrás se podría haber llamado John Rambo, por ejemplo. Marvin Boggs (John Malkovich) es el desadaptado del grupo. Marvin es a Murdock de A-Team o el personaje de Gunner Jensen en Los indestructibles (2010). Boggs es el que no ha logrado escapar en lo más mínimo de su antiguo oficio, al menos en actitud. Joe Matheson (Morgan Freeman) y Victoria “a secas” (Helen Mirren) son el resto del grupo. El personaje de Freeman, digamos, es Freeman, el que expresa apenas un brote de violencia, el más sumiso del grupo. Mirren o Victoria; la verdad me hubiese gustado verla en sus años mozos, muy por fuera de lo que se podría haber imaginado mis expectativas.
La trama; una símil dinámica ocurrida también en Los indestructibles, una reminiscencia a la época de oro de las películas de acción, aunque que RED combina la acción con la comedia, en ocasiones en tono paródico, mientras que el filme de Sylvester Stallone hace un esfuerzo por mantenerse al margen del género clásico. Algunas escenas ya conocidas: la mujer común y corriente de pronto raptada por un tipo rudo que lo toma por lunático, el resultado, más de una escena hilarante o cómica; la escena del ataque a una autoridad o vicepresidente; un pequeño cuarto como un lecho de armas; los mismos antagónicos, centroamericanos o árabes-musulmanes. Estas y otras más, sin olvidar mencionar que la presencia de Bruce Willis parecía ser una nueva secuela de Duro de matar & amigos.
Un gran traspié de RED es la figura del villano. A comienzos parecía ser el personaje de William Cooper, luego entendimos que no lo era, pues un verdadero asesino no pregunta “por qué o a quien tengo que asesinar”. Supusimos entonces era una mujer, pero su presencia ocasional y aspecto de secretaria. A más de la mitad las sospechas saltaron a la imagen de un vicepresidente, hasta que habló y tembló. El verdadero villano no aparecería sino hasta la última escena, y lo que es más triste, fueron apenas tres sus líneas de diálogo y ya lo vimos en el piso con una bala en la frente. Decepción, después de todo los “duros” habrían luchado con algo más íntimo y personal.
Creo, esa es la conclusión, pues así como ocurría en gran parte de las películas de acción de décadas atrás, las tramas tenían siempre un mismo final moral: el deseo de buscar un mundo apacible, se entiende que para eso tendrán que matar a unos cuantos. El hecho es que los rudos, a pesar de ser rudos, siempre tendrán ganas de echarse a sus sillones a beber una limonada o a compartir sus días tranquilos con la mujer que aman, claro que eso no los priva de ocultar un revolver bajo la almohada.

jueves, 6 de enero de 2011

La cinta blanca


Preámbulo al holocausto
Tratar de entender desde dónde surge la violencia, no implica se hable sobre la violencia misma. Tanto los deseos, sentimientos o pasiones, se pueden albergar en los espacios y las formas más distintas y extrañas, inimaginables por sus génesis que, suponemos, son distintas a sus huéspedes. Estudiar o entender dichas manifestaciones es un camino para entender la esencia del concepto.
En gran parte de su filmografía, Michael Haneke habla sobre los gérmenes de la violencia, más no directamente sobre la misma. Funny games (1997) podría ser una de las películas en que esta temática se ve enfrentada tal y cual la imaginamos; cruda y perversa. El resto de sus filmes son mecanismos psicológicos, estudios sociales y culturales sobre el pensamiento moderno y actual del sujeto respecto a la violencia. Haneke sabe diferenciar el miedo de la perturbación, esto tratando de explicar las causas del porqué la violencia rige y reina en nuestra cotidianeidad. Es por eso era de esperarse que, como todo buen estudioso de un tema, Haneke se anime a realizar un filme remontándose al pasado, siendo la historia una respuesta a la realidad de nuestro presente, cuál pudo haber sido el origen de la violencia.
En un pequeño poblado de campesinos ha ocurrido un accidente que no tiene justificación ni sospecha. El médico de pueblo ha sufrido una caída a caballo luego que alguien deliberadamente colocara un alambre a entrada de su morada. Así como ocurre en otros de sus filmes, La cinta blanca parte de una fórmula ya empleada por Haneke. La violencia embiste de repente y sin motivo aparente. El lugar menos imaginado es cuna de sucesos oscuros y llenos de odio perturbando a sus habitantes ajenos a un mundo violento. Es víspera de la Primera Guerra Mundial, y un tradicional poblado ubicado en Alemania, es preámbulo de lo que está a punto de estallar.
La cinta blanca – un cuento infantil alemán, (título completo del filme) es la historia centrada en las vidas de un Barón, un pastor, un médico, un campesino y un profesor, narrados por este último en su etapa de madurez. Haneke perfila toda una estructura social conservadora para poner en manifiesto una de las principales razones que motivan los sospechosos accidentes dentro de un poblado. La imagen de lo que es un pueblo modelo, es nada más que la representación de un patriarcado establecido por las fuerzas del orden, familias donde la imagen de la madre es privada u opacada, sea por la dominación paternal, lo que representa este dentro del pueblo (la religión, el poder) o por su ausencia física (una muerte natural o planificada). Se entiende, mediante lo dicho, que la presencia de estos personajes está conducida bajo un estereotipo conservador, omitiéndose así la identidad de cada uno. No es gratuito que ninguno de los personajes adultos no tengan nombre propio, siendo más bien los infantes los que sí lo tienen.
Haneke irónicamente otorga nombres a quienes serían los más reprimidos dentro del pueblo. La imagen autoritaria del padre, además de la presencia de la religión, históricamente como una doctrina represora, son constantes en la vida de estos jóvenes que, tanto dentro de sus hogares como fuera de estos, se ven fiscalizados por una imagen física o divina, víctimas de juicios y castigos diarios que forman parte de su realidad y que, como era de esperarse, responden (o liberan) con violencia. La cinta blanca que para el pastor simboliza el recuerdo de la pureza y la inocencia perdurable, es nada más que una marca de propiedad o un recordatorio de ideas impuestas que someten u obligan al individuo a no comportarse respecto a sus deseos naturales, los sexuales por ejemplo.
La cinta blanca es un estudio genealógico sobre el peso de los pecados paternos heredados a los hijos, aquellos que no se resisten a transgredir las normas, aquellos que a pesar de haber sido criados bajo reglas patriarcales, no temen en desafiar a sus padres o las mismas ideologías por ejemplo, abandonando el cuerpo inerte de un ave a intemperie de los demás o retando a la muerte al suspender por un ligero madero. Se entiende entonces que la violencia no es acción, sino reacción. Cada trampa maniatada por este grupo de descontentos responde a una insatisfacción puntual, sea dentro de su círculo familiar o de su círculo social. Tanto la imagen del padre como la autoridad popular son víctimas de los castigos que, después de todo, fueron provocados a largo plazo por sus mismas acciones.
Michael Haneke en todo el largo del filme no deja de brotar ese aire perturbador provocado por la incertidumbre de no confirmarse el promotor de aquellos sucesos que van ocurriendo en ese pequeño pueblo. Una reminiscencia a El pueblo de los malditos (1960), con ciertas aspiraciones a la estilística de Ingmar Bergman, el ambiente en La cinta blanca parece erradicar de un cuento trágico extraviado en el tiempo, dinamizado por su tonalidad monocroma que otorga un significado tan cercano a las películas de terror como La noche del cazador (1955) o La invasión de los usurpadores de cuerpos (1956), donde la soledad de pueblos apartados de la ciudad no dejan de ser mudos inclusive en los momentos más dramáticos.

domingo, 2 de enero de 2011

Un preámbulo a los Oscar 2011

Como sucede anualmente, estos días son fecha clave para ir sondeando las posibles películas aspirantes a la estatuilla dorada. Aquellas que, según la crítica canónica, son nombradas como las “mejores películas” del 2010.

Este escrito es una contemplación sobre lo que está sucediendo en Hollywood y lo que la crítica estadounidense comenta de forma energética. Está demás decir que este listado es producto de múltiples fuentes de origen externo, ya que, como también ocurre cada año, recién parte (y solo parte) de estos filmes se podrán observar en el Perú al transcurso del mes de febrero y marzo, casi para cuando el Oscar ya se encuentra a puertas de su celebración.

Candidatos fijos

El origen (Christopher Nolan): uno de los filmes más esperados del 2010. Es fijo al convocar un factor esencial para la Academia: crear una expectativa o interés en el público como en la crítica. En primer lugar, El origen no es ajeno a un ámbito comercial, sea por su gran cantidad de efectos o como por la presencia de actores o actrices que convocan masa. Por otro lado, su director, Christopher Nolan, otorga una seriedad fílmica debido a su estilo filmográfico, puesta en confianza por la crítica en general; dos vertientes o dos posturas en consideración para la Academia, que es una ceremonia destinada tanto para la crítica como para el público en general.

Toy story 3 (Lee Unkrich): no será extraño que la nueva película de Pixar ganara el Oscar a Mejor película animada. Un año no muy animado para el cine de animación fue el 2010, al menos dentro del mercado estadounidense. Se escucha los rumores de un posible duro contrincante, la francesa L’illusionniste, muy a pesar, es casi remota la idea que Pixar, la gran industria, sea destronada por un candidato extranjero. En otro aspecto, con el ascenso a un número de 10 candidatas a Mejor película, es de seguro que, por lo menos, una película animada tenga un espacio en reserva dentro de las candidatas, así mismo, es también seguro que casi siempre será Pixar quien ocupe ese lugar, cosa que, hasta la actualidad, anualmente se lo ha merecido.

Atracción peligrosa (Ben Affleck): luego de su estreno en EE.UU., fue de las primeras mencionadas por la crítica como una de las candidatas fijas para el Oscar, muy a pesar, luego las referencias a esta película han sido cada vez más débiles. De todas formas The town (título original) cumple las condiciones para merecerla: acción, drama, amor, un casi nuevo e interesante reparto, además, si algo gusta a la Academia, es dar un “empujón” a los directores jóvenes, posibles promesas para la fílmica en Hollywood, claro que este “empujón” no incluye que esta sea la ganadora. Dentro de todo, si bien Ben Affleck se ha ganado el derecho de ser subestimado como actor, esto no se lo está mereciendo como director.

Red Social (David Fincher): es la favorita. Anualmente siempre existirá una película favorita por la crítica o público a ganarse el codiciado premio de la Academia. En otro aspecto, muy aparte de ser (sólo en ocasiones) un buen filme, son la publicidad y la misma crítica los encargados de mantener esta llama al rojo vivo. Ojo que el ser favorito estos último años no ha favorecido a ciertas películas, tales son los casos de Brokeback mountain (2005), Babel (2006), Avatar (2009). Independientemente de ello, existen dos motivos por qué es fija la película de Fincher: es un biopic, aún mejor si es de alguien que aún goza de vida. El segundo motivo es porque asiste a una temática conflictiva al traer una gran polémica en brazos.

Black swan (Darren Aronofsky): drama psicológico que relata la competitividad entre dos bailarinas de ballet. Este filme se perfila como favorito al ser su director, Darren Aronofsky, una nueva promesa dentro del cine comercial, quien a comienzos se encontraba al margen del cine independiente: un diamante en bruto “descubierto” (o más bien, producido) por Hollywood. El cine de Aronofsky, dentro de las candidatas a Mejor película, significaría la presencia del cine serio, de autor, de temática no convencional o profunda. Black swan encabezado por la actriz Natalie Portman, también aspira como una de las favoritas a llevarse la estatuilla por Mejor actriz.

The King’s speech (Tom Hooper): el drama histórico sobre las relaciones entre un rey inglés y su terapeuta, en lucha por extinguir la tartamudez del monarca. La temática histórica es uno de los géneros engreídos de la Academia, ritual que se ha seguido por mucho tiempo. Una gran ventaja de este tipo de filme es que puede aspirar a un gran número de estatuillas, algo que, por ejemplo, Red social no podría al no tener un vestuario exorbitante o efectos visuales provocados por una representación bélica (casi siempre en los dramas históricos hay una guerrita que otra). The King’s speech posee factores esenciales para estar entre las favoritas. Temáticamente, además de ser un filme histórico, es un biopic con un tema humano, similar al caso de La reina (2006). El filme de Hooper cuenta además con dos impecables presencias en su reparto: Colin Firth, quien al parecer volvería por la revancha luego de no haber ganado el Oscar a Mejor Actor por su actuación en Un hombre soltero (2009), y Geoffrey Rush, laureado y, también, estimado por la Academia.

Winter’s Bone (Debra Ganik): filme dramático que relata la historia de una mujer que busca a su padre tras su desaparición, desenmascarando un temible secreto. Es en la última década que la presencia de los filmes independientes se ha ido acomodando dentro de la sección a Mejor película, y es de seguro que esto perdurará luego de ascenderse a 10 los candidatos. En contra parte, el destino de estas, tal como sucedió con In the bedroom (2001) o Little Miss Sunshine (2006), excelentes películas, no pasan de ser simples candidatas sin posibilidad de poder alcanzar a ser la oficial ganadora; “reglas de la casa”.

Posibles candidatas

Blue Valentine (Derek Cianfrance): un matrimonio atormentado por sus amoríos pasados, decide pasar una noche juntos con la intención de rescatar sus sentimientos. Un drama de amor, también cine independiente. Frente a la posibilidad que la Academia se omita de elegir una película sin méritos, tal como ocurrió el año pasado con la elección de Un sueño posible, el cine independiente pueda que encuentre más de un espacio para poder candidatear al mayor premio.

127 hours (Danny Boyle): es la historia de un alpinista que creó su fama tras una trágica experiencia. Un tema tenso y seductor es el nuevo filme de Boyle, quien hace casi dos años se coronó como Mejor director, además que su película Slumdog Millionaire (2008) fuera la ganadora en dicha ceremonia, por lo tanto, así como ocurrió con Clint Eastwood (Invictus) o los Hermanos Coen (A serious man), el director británico tiene cabida a volver a ocupar las principales candidaturas los años seguidos sin mayor esfuerzo. Así mismo, 127 hours trae un actor que parece entrar a un estado de evolución en su performance, James Franco, también voceado como aspirante a Mejor actor.

True Gift (Hermanos Coen): un remake de Henry Hathaway, interpretada en ese entonces por John Wayne, sobre la cacería a un asesino a manos de un alguacil y un veterano sheriff. Buen reparto que cuenta con la presencia de Jeff Bridges, recién ganador por Mejor Actor, y Matt Damon, dirigidos por los Hermanos Coen, ganadores del Oscar y dueños de una filmografía respetable, siempre considerada por la Academia. Los Hermanos Coen actualmente están encabezando las mejores críticas en la presente cartelera estadounidense.

The kids are all right (Lisa Cholodenko): muy bien valorada por la crítica, este filme es un drama familiar sobre dos jóvenes nacidos por inseminación artificial, hijos de una pareja lésbica que desean conocer a su verdadero padre. Dueña de una temática actual y, además, tabú, este filme independiente posee frente a esto su “as bajo la manga” para alcanzar el mayor mérito de la Academia. Esta película cuenta también con un interesante reparto, entre los que se encuentran Julianne Moore, Annette Bening y Mark Ruffalo.

Let me in (Matt Reeves): el tan esperado remake de Tomas Alfredson parece haber alcanzado buenas expectativas que, según críticas, no pierde la esencia de su original. En ese caso, si las expectativas merecen, una nueva película de terror, incluida a la tan moderna temática juvenil-vampírica, con mezcla de romance infantil, sería una posible candidata.