El día de hoy inicia la cuarta edición del Festival Lima Independiente con grandes expectativas. Vamos posteando las críticas a las películas que se ha visto.
“Tras la tempestad, viene la calma” parece rezar la ópera prima de Justine Triet, La batalla de Solférino (2013), filme que juega a dos bandos. Por un lado es la confrontación de una pareja de exesposos, mientras que por otro es la discordia entre simpatizantes políticos a puertas de los resultados electorales en Francia. Es el padre y la madre, el partido popular y el socialista; cada uno de ellos dispuestos a no ceder las condiciones o posturas del otro. No solo hay una finalidad de su directora en contemplar en simultáneo estos dos casos, sino también la necesidad de encontrar sus similitudes en base a cuál es el rango de sus conflictos y cómo al final ambos lograrán un consenso. Laetitia (Laetitia Dosch) es una reportera que tendrá que ir a cubrir los sucesos en la Rue de Solférino, lugar donde se concentra uno de los partidos políticos, a la vez que intentará a toda costa alejar a Vicent (Vicent Macaigne) de sus hijas. Es así como Triet crea un paralelismo. Dos situaciones en ascuas –y aparentemente lejanas– que posteriormente coincidirán en un mismo contexto. Para ello, la directora tendrá que alistar el terreno.
“Tras la tempestad, viene la calma” parece rezar la ópera prima de Justine Triet, La batalla de Solférino (2013), filme que juega a dos bandos. Por un lado es la confrontación de una pareja de exesposos, mientras que por otro es la discordia entre simpatizantes políticos a puertas de los resultados electorales en Francia. Es el padre y la madre, el partido popular y el socialista; cada uno de ellos dispuestos a no ceder las condiciones o posturas del otro. No solo hay una finalidad de su directora en contemplar en simultáneo estos dos casos, sino también la necesidad de encontrar sus similitudes en base a cuál es el rango de sus conflictos y cómo al final ambos lograrán un consenso. Laetitia (Laetitia Dosch) es una reportera que tendrá que ir a cubrir los sucesos en la Rue de Solférino, lugar donde se concentra uno de los partidos políticos, a la vez que intentará a toda costa alejar a Vicent (Vicent Macaigne) de sus hijas. Es así como Triet crea un paralelismo. Dos situaciones en ascuas –y aparentemente lejanas– que posteriormente coincidirán en un mismo contexto. Para ello, la directora tendrá que alistar el terreno.
Pasados los primeros
minutos, La batalla de Solférino es
un manojo de nervios. En las inmediaciones de un edificio, es la instigación y
el acoso de Vicent a un inexperto niñero. Mientras tanto en Solférino, los
bandos políticos discuten y cada vez son más provocadores. El estado de
ansiedad crece por ambos lados. El temor y el estrés van de la mano. Muy a
pesar, y para sendos casos, nada de esto pasa a mayores. Todo lo que parecía
ser el preámbulo a un acto violento, nunca logra ejecutarse. Triet realiza un
filme provocador y de un dramatismo controlado. Existen incluso ciertas
inclinaciones a la comedia, lo que a su vez invita a una contemplación paródica.
La batalla de Solférino hasta cierto
punto de su historia va filtrando personajes de paso o elementos que generan ese
equilibrio dramático. Protagonistas ajenos al problema pero que su
interferencia es fundamental para examinar el conflicto desde la perspectiva de
una lógica defectuosa. Hay una suerte de crítica sobre cómo lo político, sea
íntimo como gubernamental, parece moderarse desde un razonamiento paternalista
imperfecto. Prueba de ello es la reportera, una suerte de voz popular, o el
aprendiz de abogado, uno que todavía mastica la ley con dificultad.