Train to Busan (2016) acude a la premisa de un personaje colectivo
refugiándose del continuo acecho de su antagonista, este también colectivo. Dentro
del género de terror recordamos películas como Tiburón (1975) o La cosa (1982).
Dentro del subgénero zombie, a la que también pertenece el filme del director
Yeon Sang-Ho, está una película como La
noche de los muertos vivientes (1968). Al igual que en la ópera prima de
George Romero, este filme de origen surcoreano se atribuye de personajes tipos,
en este caso, apelando a una rutina actual, ello a fin de agudizar una
reflexión dramática que se incitará a lo largo de su historia, en donde un
grupo de pasajeros de un tren rumbo a la ciudad de Busan serán sorprendidos por
un virus que amenaza con expandirse en toda la tripulación. Train to Busan no es lo que se presume,
en referencia a una renovación de este subgénero. Son mismos clichés
funcionando en una circunstancia distinta.
La película de Yeon
Sang-Ho inicia con un aire dramático a propósito de un tema doméstico. Es la
relación maltrecha entre un padre, un hombre asediado por el mundo de los
negocios, y su pequeña hija. Ya para cuando ambos personajes estén dentro del
vehículo en pie de lucha contra una cuadrilla zombie, figurará ese precedente familiar
y la oportunidad del padre de asumir su responsabilidad paternal desde un carácter
emocional y fraternal hacia sus iguales. Train
to Busan a medida que avanza va desvelando una serie de capas
convencionales, desde una enfermedad letal en expansión (la eterna negligencia
humana), un grupo de personas sobreviviendo y de paso mostrando su peor rostro,
como también algunos otros apostando a la redención. El filme de Yeon Sang-Ho dispone
una historia zombie con la intención de construir un discurso moral y ético cuestionando
la naturaleza egoísta del hombre, y sumando al final el típico cierre
lacrimógeno del cine asiático.