No
dejo de reconocer más que paradojas. Tenía toda la intención de iniciar este texto
asociando al cine como el medio de refugio que nos puso a salvo de la realidad
que nos obligó a confinarnos en este 2020, pero mucho de ese cine no hacía más
que recordar y hasta agravar nuestro pánico hacia la enfermedad y la muerte. No
lo digo tanto por mí, sino por las películas que fueron tendencia en Netflix o
los testimonios de colegas seleccionando con cuidado lo que verían a diario.
Todavía recuerdo las palabras que escribió Ricardo Bedoya para cuando la
situación estuvo en un punto álgido. Más parecía un testimonio doliente que un
crítico recomendando películas. Y es comprensible, tal vez tanto como esa reacción
extraña y recurrente de que estoy viendo, por ejemplo, una comedia romántica de
los años cuarenta y por unos segundos cuestiono a los personajes. “Por qué no
llevan mascarillas” o “no están tomando su distancia”, y luego recuerdo que ahí
–en la ficción– la pandemia no existe. No es broma o invento. ¿A alguien más le
pasa? Mi mente boicotea mi experiencia fílmica, como cuando un director decide difuminar
las fronteras de la realidad y la ficción a partir de un ejercicio
metaficcional; así, solo que esta vez es mi inconsciente el que pone las
trampas y me expulsa de la ficción. Claro que mi fervor a la ficción –o posiblemente
es cobardía– me hace regresar pronto a la ficción y olvidar mi desliz para seguir
aferrándome a la farsa; pero me ha pasado muchas veces.
Sinceramente,
no quería hacer esta introducción. Este “tipo” de introducción. Se supone que soy
un apasionado de la ficción, sin embargo, no hago más que contradecirme al invocar
lo que acontece en nuestra realidad. Supongo que es un efecto de depuración lo
que busco. Esta vez la mano teclea para expurgar los miedos. Uno escribe por felicidad
o por miedo. No hay más. Y cuando estás contento por algo o temeroso por algo,
lo primero que uno desea hacer en la realidad es contárselo a alguien. Ahí me
tienen. En esta ocasión, soy el cura de Bresson. Confieso lo que mi oficio no
debe hacer. Confieso que eso que ha alimentado –y sigue alimentando– mi
espíritu a diario, el cine, en ciertos momentos me ha perturbado. He sido
víctima de la duda. He dudado ante la ficción. Pero estoy lejos de ser un
apostata. Eso sí. Este año he sido exigente con mi cinefilia por puro deseo. He
vuelto a ser organizado y metódico como lo fui años atrás. La cuarentena fue
etapa de disciplina: el ver películas siguiendo un programa. Pude por fin
saldar varias cuentas gracias a los ciclos que armé. Géneros, directores,
tópicos, épocas y naciones que contenían filmografías que no revisé con
detenimiento, formaron parte de esa programación.
En
mis ciclos a directores pude contemplar la idea de nación que John Ford decidió
fundar en su primer cine, me enteré de ese OVNI en la filmografía de Roger
Corman llamado El intruso (1962), las
representaciones de los complejos sexuales de la comunidad femenina y la hombría
castrada en el cine surcoreano clásico –La
criada (1960) es apenas un ejemplo– vistos en el ciclo “Antes del K-pop”, las
argentinas De hombre a hombre (1949),
El protegido (1956), La casa del ángel (1957) en mi ciclo de “Cine
Parrillero”, las formidables Los peces
rojos (1955) y Los culpables (1962)
en mi ciclo de “Cine Español”, y el ciclo la “Época de Oro del Cine Mexicano”
me ha traído tantas hermosas películas (mi lista lo prueba). Los viernes por la
tarde he visto rarezas como The Savage
Eye (1960), House on Bare Mountain (1962),
Jigoku (1960), Emeral Cities (1983), Fleshpot
on 42nd Street (1973) en mi ciclo “Cine de Culto”, mientras que los fines
de semana en las noches me acompañaron en mi ciclo “Cine para meter terror” Return to Horror High (1987), El espanto surge de la tumba (1972), Creepozoids (1987), Don’t torture a Duckling (1972) y tantas más. Mi ciclo “Oie khe
riki” me hizo abandonar el terreno del erotismo y trasladarme a los mencionados
clásicos del cine porno. Gran sorpresa me llevé al ver Alice in Wonderland: An X Rated Musical (1976). Recuerdo con
aprecio además Café flesh (1982) y Barbara the Barbarian (1987). Y esto es
apenas una idea de lo que pude ver.
Pero
no todo puede trascender en mi frágil memoria. Así que ahí va mi selección de
películas que más me gustaron este año. Como siempre, las divido en recientes y
antiguas. Ahora, para novedad, estoy haciendo una separación a miniseries. Me
resisto a ver series. Percibo que estas están muy dominadas por el mercado. Hay
muchas reglas que restringen su libertad para desarrollar una historia que es
estirada sin más ánimo que el de “hacerla larga” y rentable. Muy a pesar,
existe una condición que me pueda persuadir a ver una serie. Que la misma esté
dirigida por un autor que aprecio por lo que haya realizado. Esa fue la única
razón del porqué un día decidí ver The
Walking Dead. El hecho es que lo dejé al cuarto episodio. Este año he
comenzado a ver Twin Peaks, y tengo
además otras series que me interesa verlas próximamente, en su mayoría antiguas
y cortas. Sin más, mi lista de favoritas sin orden de preferencia adjuntando comentarios a aquellas que
no haya redactado críticas en el presente blog.
Peliculas recientes
The Visit (Jia Zhangke, 2020).- tal es la riqueza de este cortometraje que incluso para el mes de noviembre desarrollé una clase modelo entorno a esta. Es una película que no solo alude a un tema que estimula a reflexionar referente a la coyuntura pandémica y el sentido del cine apreciado como fuente que preserva a la memoria, sino que se presta además para desmontar conceptos básicos del lenguaje del cine. Me cautiva cómo la simpleza de una situación logra evocar a una visión compleja definida desde una contemplación sugerente. Jia Zhangke congrega esos sentimientos que afloraron en parte de la humanidad durante la etapa del confinamiento. Observamos miedos y nostalgias reviviendo en una circunstancia envuelta por la incertidumbre, la revaloración de lo simple, eso que en algún momento de nuestra existencia se convirtió en imperceptible, pero que en el punto más álgido de esta nueva realidad –contemplada por el director como una ficción entre absurda y cómica– revivió. Tal como se manifiesta en el final de este corto, paradójicamente, la pandemia nos ha retraído a nuestra realidad a través del cine.
Miniseries recientes
Small Axe: Lovers Rock (Steve McQueen, 2020).- A vista general, lo más estimulante de Small Axe, serie conformada por cinco películas que giran en torno a la lucha contra el racismo en la Gran Bretaña de los 70 desde una comunidad de migrantes afrocaribeños, es la riqueza del contenido cultural y lingüístico que emergen sus protagonistas, el cual no solo describe las tradiciones de una colectividad, sino también el acto de resistencia de una identidad atropellada por una coalición racista y xenófoba. Al respecto, así como sucede en 12 años de esclavitud (2013), Steve McQueen adjunta al plano histórico o anecdótico de una ofensa contra la libertad humana un valor generacional que despliega una sociedad oprimida, por ejemplo, a partir de los cánticos populares o las jergas originarias de Jamaica. En consecuencia, ello hace de Lovers Rock por lejos el mejor episodio de la miniserie. Es la única historia en donde el conflicto racial no es el centro y en su lugar es el retrato apasionado hacia el género del reggae que además está experimentando una etapa de renovación. Es decir, el discurso político es reemplazado por la performance cultural, siendo la música y la danza un canal que empodera las raíces afrocaribeñas, desplazando el ambiente trágico por uno jubiloso y cartártico. Por último, Steve McQueen registra la algarabía demencial de la juventud con una sensualidad estética extasiante.
Películas antiguas
The Undead (Roger Corman, 1957).- El maestro del serie B en su máxima expresión. Una historia que surte géneros y tópicos recurrentes en su filmografía. Viajes al tiempo, Satán y una danza macabra memorable.
Miniseries antiguas
Decálogo: “No matarás” y “No cometerás adulterio” (Krzysztof Kieslowski, 1990).- No en vano se hicieron versiones en largometraje de estas que por cierto tengo pendientes a ver. La primera es una lección de compasión, la segunda una lección sentimental. No hay razón para no quedar conmovido.