martes, 26 de abril de 2011

Entre hermanos

La temática sobre la familia es una constante dentro de la filmografía de Jim Sheridan. Sus personajes son seres velados por un espíritu familiar que alberga una serie de nostalgias, una que a pesar de todo funciona como una motivación emocional para estos mismos, pero que de todas formas no deja de resultar ser una carga o un pecado que enmendar. Entre hermanos (2009) es un drama familiar basado en el filme homónimo de Susanne Bier, directora ganadora del Oscar en la última ceremonia realizada este año.
Sam (Tobey Maguire) y Tommy (Jake Gyllenhaal) son dos hermanos que tienen sus vidas apuntando a distintas vías. Sam es un marine muy respetado en su entorno laboral. Tommy acaba de salir de la cárcel. El primero tiene una familia propia, así como el respeto de su padre, mientras que el segundo es solitario, además de ser lapidado continuamente por las agresiones verbales de su progenitor. Entre hermanos es el típico drama que bosqueja el enfrentamiento de dos seres comunes pero lejanos. Es el encuentro entre el bueno y el malo, el ejemplo de familia y la oveja negra, dos modos de vida que si bien no terminan por colisionar es debido a que existe un equilibrio entre ambos, algo que evita a que siempre un hermano será condescendiente y razonable respecto al otro. Lo ciertamente novedoso en el filme es que ocurrirá un intercambio de identidades entre ellos.
Sam tendrá que ir al campo de batalla donde será tomado como rehén, mientras su familia guardará luto al ignorar la verdad de los hechos. Tommy entonces recurre al entorno familiar de su hermano, uno que ha tomado como herencia y sin ninguna malicia. Es así como ocurre las conversiones. Sam pasará por un infierno, una serie de eventos que tatuaran en su mente hechos irremediables, mientras que Tommy asumirá un rol paternal e inclusive conyugal. No existe muchas evidencias sobre un posible amor entre Tommy y Grace (Natalie Portman), la esposa de Sam, sin embargo, el afecto y el rol de esposo que irradia Tommy toman por asalto la ausencia del soldado. El bueno y el malo intercambian papeles. Ninguno de ellos conocía su vida desde una perspectiva distinta, mucho menos ignoraban los límites de cada uno. Uno enloquecerá mientras que el otro asumirá un perfil sabio. Es ahí donde ocurre el conflicto, no existiendo una colisión plena debido a que el conflicto mismo es la mente de Sam, una que le juega sucio, embistiendo a los que más quiere.

Así como ocurre en otros de sus filmes de Sheridan, Entre hermanos es un relato donde la familia juega un rol de motivación moral. Tanto en Mi pie izquierdo (1989), En el nombre del Padre (1993) o en Tierra de sueños (2002) los miembros de familia tienen una virtud abnegada respecto a los suyos, especialmente de aquellos que están moralmente desvalidos. Sam es quien recurre a su hermano Tommy, muy a pesar de la desaprobación que su misma familia promueve. Luego que se marchará Sam al campo de batalla, Tommy inconscientemente asiste donde la familia de su hermano con una intención de saldar una deuda con él. Asimismo, será él mismo quien fijará el equilibrio de las alteraciones mentales de su hermano causadas por el horror de la guerra.
Jim Sheridan no promueve un nuevo filme. La temática sobre los hermanos enfrentados/opuestos es un refrito que no consigue una mirada distinta. El tratado de los hechos es ineficaz, así como sus mismos personajes. La actitud de las niñas maltrata una cúpula que debería cerrarse a un mundo adulto, lejano de un drama facilista que pudiera provocar la mirada lagrimosa de una de las pequeñas. El perfil del padre de Sam y Tommy no se compara a las otras figuras paternales de sus anteriores películas. El protagonismo de los demás personajes se ven opacados por el drama entre los hermanos, donde sólo es Sam quien posee una complejidad en su naturaleza. Tommy no acumula los suficientes rasgos como para tomarlo por canalla, es por eso que no se justifica tampoco la postura crítica del padre frente a su hijo. Por último, la temática del horror de la guerra al final de la película parece entrometerse, como queriendo desplazar a la temática de los hermanos, cual se supone es la principal.

jueves, 21 de abril de 2011

Ágora


Alejandro Amenábar hasta la actualidad ha indagado por las vertientes del género del thriller, el romance –este con unas inclinaciones futuristas –el terror y el drama. Ágora (2009), su última producción, se encuentra ubicado dentro del género épico, más no una épica con deseos de aspirar a ser una epopeya comercial. La trama que se imparte en Ágora es discursiva, ajena a los estereotipos o prototipos pertenecientes al género. Amenábar toma por excusa un suceso histórico para desentrañar la evolución de dos dogmas tradicionalmente opuestos y que lograron sobrevivir al paso de los años. Ágora es el prólogo a estas dos creencias; la ciencia y el cristianismo.
El filme se compone en dos partes: el incendio de la Biblioteca de Alejandría –principal recinto donde se albergaban una gran multitud de manuscritos que contenían los más representativos conocimientos “paganos”, tanto religiosos como científicos –y el ascenso del cristianismo como única creencia dentro de la polis egipcia. Ágora es un relato en tiempos del caos y la violencia. La vida entonces estaba compuesta por continuas afrentas y debates los cuales casi siempre desataban ríos de sangre, masacres y revanchas que parecían no tener fin. Así por igual, se reconoce a estas dos principales creencias, tanto la fe como la ciencia, como dos ideologías que luchan por descubrirse, cada una independientemente de la otra, cada una sobreviviendo o intentando superarse frente a sus enemigos. Será el caso de la ciencia quien se verá superada por el cristianismo, la cual imparte una política de persecución y extinción a las falsas creencias, dicha campaña iniciada con la quema de la Biblioteca de Alejandría, bastión del saber pagano.
En Ágora, los orígenes del cristianismo son duramente expuestos, muy a diferencia de lo que podría ocurrir en una épica de género donde la cristiandad casi siempre es símbolo de libertad, una lucha constante ante fuerzas malignas, sean gobiernos tiránicos o impartiendo una gesta similar al que se dio en las Cruzadas; la fe y el cristianismo reflejados como el “camino correcto”. Amenábar, sin embargo, cuestiona el ejercicio inicial del cristianismo, esta como una ideología que intenta apoderarse de la coyuntura social. Ágora, históricamente, es el antesala a la Edad Media, tiempo donde la fe era un gobierno que restringía cualquier espacio o sentimiento ajeno a su religiosidad. Es por esto que gran parte de sus personajes, todos cristianos, son seres impulsivos y pasionales, siempre con una postura ofensiva e interpretando el lenguaje “del resto” como un gesto subversivo. Lo curioso es que el personaje principal del filme de Amenábar no es un aspirante a santo o un predicador cristiano; es un perseguido más, una bruja, una hechicera, una filósofa.
A pesar de ser un tiempo donde la filosofía era aún una presencia fundamental en todo gobierno, Hipatia (Rachel Weisz) es la única filósofa que interviene en escena. Ella, además de impartir su ideología sostenida por la razón, está obsesionada con los astros, especialmente sobre cómo rige el movimiento de ellos; cuál es el centro del universo, quién rodea a quien, de qué forma lo hace. Hipatia día y noche teoriza y replantea las ideas de Tolomeo y Apolonio; esa es su razón de vida. Hipatia es una mujer que se ha divorciado de su femineidad a expensas de todos. Ha dejado de ser “mujer” para ser filósofa y mujer de ciencia. Esto perjudicará a Orestes (Oscar Isaac) y Davus (Max Minghella), el primero uno de sus aprendices, mientras que el segundo un esclavo suyo. La naturaleza de ambos jóvenes coinciden en amar a la filósofa, ambos se han obsesionado con su propio astro, la bella Hipatia, la inalcanzable e indescifrable. Por otro lado, cada uno confronta con su otra ideología, la fe. Ambos personajes también coinciden en su creencia frente al cristianismo, una cuestionable. Tanto Orestes como Davus fueron a principio paganos, sin embargo, el paso del tiempo los ha inclinado a ser cristianos, el primero representando una labor gubernamental, mientras que el segundo siendo un militante más, un combatiendo en las arenas, decapitando a cualquier pagano o judío que se niegue a aceptar las leyes del cristianismo.
Es así como Amenábar se aprovecha de este seudo-triángulo amoroso para revelar dos formas de asumir las creencias en general, donde se diferencia los deseos de poder y los deseos de entender o aprender (lo que en lenguaje cristiano se entiende como predicar). Por un lado, los cristianos luchan por escalar más allá de lo logrado. Luego de ser la religión oficial, la aspiración deja de ser religiosa para ser política. El personaje de Sinesius (Rupert Evans) es fundamental para entender dicho punto. Él se ubica al límite de su acción política, aunque siempre velando por la representatividad del cristianismo. De otro lado, la ciencia lucha por conocer, más no por destruir a sus “enemigos”. La figura de Hipatia siempre es neutral, guiada por un gesto de sabiduría, muy opuesto al sesgo impositivo de la religión.
Muy aparte de esto, así como ocurre con la religión, la ciencia aún está errada. Si bien el cristianismo para entonces no podía reconocer la manera correcta de propagar su fe, la ciencia no encuentra respuesta a sobre cómo y por qué giran de tal forma los astros. Ágora es la búsqueda incesante a la respuesta; cuál es la forma correcta de la cosas. Davus se pregunta si en realidad el cristianismo es la verdadera religión. Hipatia se cuestiona frente a la ley de los astros. Todos los personajes del filme van girando ante su propio centro, sea la ciencia, la religión o el amor, sean dioses, astros o personas. Orestes se cuestiona el “porqué preguntarnos cómo se mueven los planetas si en el mundo el movimiento es distinto y villano”. El conocer esa respuesta tendría una sola reacción; la indiferencia. Ágora es un mundo que está en continua marcha, en movimiento, en evolución, más ninguno de sus personajes reconoce lo que está provocando. Ni los cristianos saben que están promoviendo una de las creencias que será muy influyente a un futuro ni Hipatia conoce que tanto le servirá a los futuros científicos sus estudios astronómicos. El mundo gira a “revoluciones”, más lo personaje no se percatan de ello.
Un punto controversial sería entender Ágora –o el pensamiento de Alejandro Amenábar –como un gestor anti-cristiano, algo que obviamente así lo interpretaron algunas sociedades de la Iglesia luego de su estreno. Un caso similar había ocurrido con su anterior película Mar adentro (2004), donde se relata la biografía de Ramón San Pedro, un parapléjico que lucha por se le conceda la eutanasia. Desde un perfil agudo, Mar adentro podría pasar como una película que apoya dicha acción, un “no” a la vida, algo que su mismo director negó y que es más bien un “sí” a la vida; observar desde las vivencias de Ramón San Pedro el valor de la vida, una especie de psicología a la inversa que por cierto se puede sostener de varias escenas cómicas y jubilosas que se manifiesta en dicho filme. Pasa lo mismo con Ágora, si bien el cristianismo se ve empañado por un velo oscurantista (sus mismos adeptos visten túnicas negras), la presencia de Hipatia se representa como un símbolo mesiánico. Recuérdese que la religión por muchos años había tomado la figura femenina como símbolo de la perversión, y es más bien una mujer la que proclama igualdad entre todos los seres vivientes. En muchas partes de la película, Hipatia parece patentar frases que en un pasado el mismo Mesías pudo haber citado. Amenábar es irónico desde ese sentido. Encara las ridículas y pasadistas posturas de la religión, sobre el machismo y su afrenta con la ciencia, ambas posturas inmersas en la presencia de Hipatia, quien a final de la película será ajusticiada, apedreada, crucificada.

Alejandro Amenábar desde una perspectiva puede decepcionar para algunos. Sus anteriores películas siempre han contenido un giro motivacional, un suspense, un drama, algún gesto emocional que no provoca un estancamiento de los hechos. En Tesis (1996) una estudiante va descartando posibles responsables de una mafia macabra, en Abre los ojos (1997) el personaje principal se debate entre la realidad y el sueño, en Los otros (2001) una madre de familia intenta resolver el misterio de unos posibles invasores de su propiedad, e inclusive en Mar adentro (2004) no se sabe si Ramón San Pedro logrará su cometido de autodestruirse. En el último filme de Amenábar no se reconoce un propósito argumental, simplemente es la exposición de dos historias en diferentes momentos, ambas interpretando dos hechos en concreto, no originando una trama compleja e inestable. Ágora, sin embargo, es valiosa desde su discurso, desde lo que se quiere decir a través de los primeros pasos de la ciencia y el cristianismo. El director de origen chileno ha optado por un cine más dialéctico y argumental, se ha divorciado de un cine emocional –ese lado hitchcockiano muy bien interpretado en todos sus filmes –pero que le ayudan a replantearse como director.

domingo, 17 de abril de 2011

Déjame entrar

Matt Reeves (Cloverfield, 2008) es quien dirige este remake de la película sueca Criatura de la noche (2008), de Tomas Alfredson. A diferencia de su original, el contexto de Déjame entrar está ubicado en la zona de nevados en Los Álamos (Nuevo México, EE.UU). Su temporalidad se concentra en la década de los 80, tiempo en que EE.UU aún terminaba por reaccionar a los cambios políticos y social-urbanos. La Guerra Fría seguía en campaña y el imaginario de los suburbios era una víctima más de los discursos subliminares, aquellos que definían el “bien” y el “mal” (hay una escena donde aparece el entonces presidente Ronald Reagan hablando sobre aquello) haciendo derecho a la ley del más fuerte. Desde este perfil, Déjame entrar se mueve en un tiempo donde las desigualdades son notorias, y el más débil, o el que es diferente, está expuesto a los ataques o a la incomprensión...


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jueves, 14 de abril de 2011

Los ojos de Julia

Los ojos de Julia (2010) de Guillem Morales, no es de lo mejor aunque es interesante desde la perspectiva que bebe de la misma fuente de películas como REC (2007) o El orfanato (2007). La trama de horror comienza a captar su efectividad a partir del suspense que se va originando en el filme. El filme no se apresura a manifestar el morbo, se preocupa más bien en crear motivos para más adelante exponerlo. Morales va dejando misterios sin resolver, posibles sospechosos, cabos sueltos que se van agrupando a lo largo de la película provocando un estado de tensión que no es sino hasta el final que parece aclararse todo. El ambiente fotográfico es primordial dentro de la trama, oscura y claustrofóbica, al ser su protagonista una mujer a punto de perder la visión...

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