A mi punto de vista, Ari Aster
realiza otra película de terror, solo que en esta ocasión más compleja y
atractiva que sus anteriores. Beau tiene miedo (2023) parece inspirarse
de los cuentos clásicos para niños, los difundidos oralmente por el folclore
europeo, aquellos que combinan inocencia con elementos grotescos que dan forma
a un universo de pesadilla, aunque siempre emitiendo un mensaje que traduce la
confusa y a veces oscura naturaleza humana. Beau (Joaquin Phoenix) es un
cuarentón que padece de una paranoia crónica. A medida que vamos descubriendo
su contexto nos sorprende cómo es que este ser humano sigue vivo en medio de
una realidad en la que aparentemente predomina la anarquía; ¿o capaz solo sea
en su alrededor? Sucede que gran parte de ese caos cotidiano es alentado por la
frágil e insegura personalidad de su protagonista, alguien físicamente
enfermizo y también mentalmente, lo que lo obliga a asistir regularmente a
terapia. Esta es una película que bien podría describir a una generación en
estado de crisis, síntoma de la pérdida colectiva de valores sociales y morales
que rigen públicamente y son proliferados por los medios de comunicación. Es
decir; una realidad que no da descanso a la ansiedad de esta clase de personas
como Beau, quienes además han sido criados por padres o madres autoritarios o
sobreprotectores que han terminado por destruir los últimos residuos de
seguridad e independencia de su prole.
Es a propósito de este último
punto que Beau tiene miedo expresa toda su complejidad. El conflicto de
esta película radica de la relación entre la delicadeza de un hijo y el
autoritarismo de una madre. Desde el principio de la historia, nos percatamos
que Beau no tiene una relación normal con su madre. Lo dicen sus silencios o
gestos de represión manifiestos cuando su terapeuta consulta al paciente cómo
se siente ahora que está a punto de volver a ver a su madre. Beau tiene miedo a
su madre. ¿Por qué? Vamos al argumento. El pacífico y abstraído Beau vive solo
en el piso de un edificio ubicado en algún gueto, nido de violencia, obscenidad
y pobreza. Está por cumplirse un año del fallecimiento de su padre, hombre a
quien nunca conoció. Para ello deberá tomar un vuelo rumbo a la mansión de su
madre, una rica y respetada empresaria dueña de un negocio de seguros de vida.
Vamos captando la definición irónica del panorama. Entonces Beau se alista para
tomar su vuelo, pero percances comienzan a suceder. Esta es la historia de una
odisea, la agonía de un héroe que padece culpa de las circunstancias, pero
sobre todo a causa de esa personalidad que entorpece su sentido común y su acto
de tomar acción por sí mismo. Decía que esta película se inspira de los
clásicos cuentos infantiles, muy a pesar, Caperucita o Hansel y Gretel tenían
más iniciativa que Beau. Y es que a medida que le pasa algo a este hombre, él
no deja de asistir a otros adultos para que lo ayuden a escapar de su desdicha.
Obviamente, eso no es conveniente, no en un mundo egoísta y desequilibrado como
el suyo.
Aster es muy creativo para crear
los percances. El director es implacable con su personaje. Desea instruirlo con
severidad. En cierta perspectiva, es una ruta llena de momentos cómicos e
hilarantes por los que pasa Beau. Por otro lado, es un trayecto dramático y
terrorífico por el que tiene que desplazarse o escapar Beau. Para un hombre de
su condición, es, literalmente, como caminar sobre vidrios rotos. Estamos ante
una persona que no ha construido una autoridad propia. Él es incapaz de
sobrellevar su vida con normalidad. Como adulto, Beau no ha sido capaz de
construir su propia identidad. ¿Pero cómo hacerlo si ni está seguro de sus
propios antecedentes? Beau va camino a un nuevo aniversario de la muerte de su
padre, sin embargo, poco o nada sabe sobre este. No solo no lo conoció, sino
que además cree, piensa, está casi seguro, tiene la certeza de que su madre no
le ha contado la historia oficial. La historia como materia humanística nos ha
enseñado que ninguna nación se ha construido sin la concientización de su
pasado. ¿Cómo madurar o formar una personalidad sino sabes sobre tu historia?
En tanto, Beau tiene que conformarse con lo que sabe y vivir con miedo. Miedo a
preguntar, miedo a saber, miedo a su madre. La vida de Beau se ha erguido sobre
las bases de las interrogantes reprimidas por el miedo. He ahí su incapacidad
por valerse por sí mismo sea en esa o cualquier realidad. Y es que no solo se
trata del escenario, sino del universo mental de Beau. Este, a fin de cuentas,
es el caos de su realidad, y no tanto su alrededor.
Pero vamos al gran catalizador de
esa fragilidad mental o el abuso de miedo que padece Beau: la figura materna. Beau
tiene miedo es una alegoría a un complejo de castración. Lo atractivo de la
película de Aster es atenderlo desde una lectura del psicoanálisis. Beau es un
castrado. Para Freud, la infancia transita por una etapa en donde los menores
tienen miedo a la figura de la autoridad, esta representada por el padre. En
tanto, desde sus conceptos inocentes y su curiosidad hacia el descubrimiento de
la sexualidad, los menores asumen que quien tiene el falo tiene el poder o
autoridad. El complejo de castración es la etapa en donde el infante teme ser
eclipsado o acondicionado por la autoridad y esto se debe a que todavía no ha
construido su autoestima. En otras palabras, abandonar ese complejo es un
necesario y parte de la madurez del infante. En ese sentido, Beau no ha
abandonado esa etapa. Él ha sido castrado por la figura autoritaria de su
madre, alguien que le ha negado terminar de desarrollar su identidad dado que
además de reprimirlo lo priva del historial de su padre, y ya habíamos dicho
que si no hay pasado no hay identidad. En complemento, Ari Aster expone más de
un argumento o símbolo que pone en evidencia la castración del cuarentón. Ahí
está ese adorno fálico que acompaña a Beau, símbolo de la autoridad de la
madre, ese amuleto que una mujer del bosque, extensión de su madre, acaricia,
se adueña, pero siempre regresa a Beau, incluso se le rompe, pero se
reconstruye, porque es su fantasía, es su parte que lo convierte en un sujeto
escindido, condenado al juicio público y a la consumación.