Sin duda uno de los finales más intrigantes nos lo proporciona El resplandor (1980), para muchos la película de terror por excelencia, que esconde un mensaje que da lugar a una interpretación más allá de lo que se había observado durante toda la película. ¿Será que el personaje de Jack Torrance (Jack Nicholson) no es nada más que un ente reencarnado, un alma perturbada que retorna del otro mundo para poner en orden esa tradición trágica y cíclica del Hotel Overlook? O, ¿es acaso esa foto una ilusión más, un producto fantasmagórico que se revela luego que Torrance pasara a formar parte de la lista de los caídos en los alrededores de dicho hotel, es decir, ya tendría licencia para penar en ese lugar? Tantas hipótesis son las que convierten a este filme en un material sustancioso, algo que podría esperarse de un director como Stanley Kubrick, siempre deseoso de compartir su obsesión con el espectador.
(A más de 30 años) Hace algunos días se ha dado al descubierto que El resplandor tendría un final original eliminado. Uno que al parecer se habría dado al descubierto en sus primeras funciones, pero que luego sería corregida por su autor por el final que la mayoría conoce o recuerda. No existe (por el momento) una prueba fílmica que revele ese “otro” final, uno donde los personajes sobrevivientes ya han sido auxiliados en un hospital, mostrando además señas de mejoría siendo el trauma ya superado. Es así como lo anuncia la coguionista del filme Diane Johnson, quien afirma que inicialmente Kubrick se habría inclinado a este desenlace a manera de compasión o debilidad por sus personajes, una muestra a los espectadores de que todo había vuelto a la normalidad. Para esto se ha publicado el extracto del guión de la escena anulada. En este se detalla conversaciones entre el señor Ullman (Barry Nelson), administrador del Hotel Overlook quien aparece en las primeras escenas de la película, junto con Wendy (Shelley Duvall), esposa de Torrance, y su pequeño hijo, Danny (Danny Lloyd). Hay además dos personajes más, un policía y una enfermera.
Son cuatro las páginas que conforman esta escena, las que a primera impresión resultaría sin duda un final desalentador e innecesario o incluso hasta impertinente. Es decir, en un final está la incertidumbre mientras que en el otro está la resolución. Es la ignorancia de los efectos posteriores a la tragedia frente a la sanación del trauma. Uno más manipulador que el otro, y cuando se trata de historias en el cine, algunos preferimos ser persuadidos hasta la perturbación. Ahora, luego de hacer una nueva lectura con mayor detalle al escrito, puedo percatarme que aquella impresión de Diane Johnson, coguionista, es en cierta forma una verdad a medias. O sea, no tengo la mínima idea que conversaron Kubrick y ella al momento de escribir este fragmento. De hecho comentaron entre sí, compartieron sus perspectivas sobre cómo debería de terminar la historia y eso los llevó a vomitar los sentimientos hacia sus personajes. Es lo que me imagino sucede cuando estás al final de una aventura creativa como esa.
Sin embargo, insisto, creo que no es tan exacto eso que afirma Johnson. Es decir, El resplandor trata sobre los trastornos mentales, y ver cómo los afectados se recuperan de ello con una facilidad tan misericordiosa, es de veras contradictorio. A las pruebas me remito; vamos al guión. La conversación entre el señor Ullman y Wendy se reduce a preguntarle cómo se encuentra, qué tal está Danny y a proponerle a que vaya a vivir a Los Angeles. En el inicio de la conversación ocurre algo que llama mucho la atención. Es de seguro que Wendy, como parte del proceso de investigación, ha declarado tanto al administrador como a la policía los sucesos precedentes a la locura de Jack Torrance, su marido. Esto incluye los avistamientos de presencias en el hotel, litros de sangre que brotan de los ascensores o niñas (algo habrá agregado el pequeño Danny) que juegan al “muertito” en los pasadizos. Esto de hecho habrá despertado el escepticismo de Johnson quien no vacila en decir: “It’s perfectly understandable for someone to imagine such things when they’ve been thru something like have…”. Esto le anuncia el administrador luego que los de la policía no han hallado ninguna evidencia (en referencia a lo declarado por Wendy) “fuera de lo ordinario”. ¿Qué ocurre aquí?
En efecto existen indicios de sanación mental en los afectados, más anunciado eso nuevamente aflorarán los traumas, y Wendy se preguntará: ¿Qué fue lo que vi? ¿Fue acaso producto de mi imaginación? ¿La policía en realidad habrá investigado de manera ardua todas las habitaciones del hotel? ¿Será que ellos tienen la razón? Ajá, Kubrick dice (y no creo que haya sido Diane Johnson, no después de lo declarado) que si bien hay una recuperación, esta es superficial o hasta posiblemente un modo de autodefensa, una especie de autoengaño que el paciente se fabrica a forma de escudo contra ignorantes como el señor Ullman, quien no vacila en quebrar esa defensa de una pedrada. Es de hecho la reacción natural cuando te encuentras con algo que no funciona al ritmo de “lo real”. Eso sí, esto es inconsciente. El administrador no se está dando cuenta que su idioma de las flores, sus consejos de “mejor” estadía, plagado de palabras arrulladoras, se traducen para Wendy como un: “estás loca”. Y de todo esto es testigo Danny, quien posiblemente no se dé cuenta de ello y de hecho no le afecte; claro, no hasta que el buen Ullman saca una pelota amarilla de su bolsillo (esa misma que rodaba por sí sola en los interiores del hotel) y se lo lanza a las manos del niño mientras dice “I forgot to give you this”. Gracias a Ullman ahora Danny se llevará un souvenir de su tormentosa estadía en el Hotel Overlook, lo que le hará recordar a esos pasillos malditos, a las gemelas y su padre persiguiéndolo con un hacha. Díganme si eso es volver a la “normalidad”, díganme si Stanley Kubrick no merece cárcel.