Una historia en donde
el rol femenino toma las riendas en el conflicto. Oum (Hiam Abbas) es una mujer
que ha convertido su hogar en zona de refugio. Ella es la directora de este
espacio que se encuentra en el corazón de la guerra en Siria. Más allá de lo
acertado que sean sus decisiones, la personalidad de Oum es un contrapunto
respecto al resto de personajes, quienes en su mayoría están en calidad de
observadores. A ella le sigue Halima (Diamand Bou Abboud), la que bien podría
ser una proyección de la dueña del albergue en cuestión de arranque y custodia
a los suyos. Es en base a estas dos mujeres que se descubre el drama fomentado
a raíz de una determinación, que por cierto es lo que diferencia a estas dos
protagonistas, y que además revela una doble postura de la persona común en
medio de una guerra interna.
Alma Mater (2017) es el retrato sobre los que deciden escapar y los que
deciden quedarse. Ambas reacciones son arriesgadas, pero ninguna es la
equivocada. Por un lado, Oum decide quedarse a fin de no abandonar su entorno.
No es capricho por lo material, sino por el derecho de correspondencia y la
ilusión de una próxima conciliación. Oum abraza con optimismo la situación, tal
vez como medio de consuelo o modo para hallar el coraje de confrontar la
situación. Halima más bien decide escapar. Está la sombra de la cobardía como
cuestionamiento a esta decisión, muy a pesar, el estado de crisis que nos va
revelando la trama nos da una variedad de razones para convertir esta opción
como la más consecuente. La película de Phillippe Van Leeuw es de por sí
descarnada, lástima que el director en varias ocasiones opte por lo artificioso
–por ejemplo, el mal colocado soundtrack–, no aprovechando el solo valor realista.
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