Hoy inicia We Are One A Global Film Festival, una iniciativa de YouTube y Tribeca Enterprises que libera gratuitamente desde la plataforma virtual un catálogo de películas en colaboración con prestigiosos festivales internacionales. Aquí mi primera crítica.
Las películas de
Nabwana I.G.G. me tientan a citar esa frase convertida en meme: “Hay talento,
solo falta apoyarlo”. Claro que ese comentario es fruto de una reacción entre
cómica y espontánea, pues, si se piensa con mayor detenimiento, sucede que las
llamadas producciones Wakaliwood manifiestan su encanto cinematográfico a
propósito de sus limitaciones presupuestales. De pronto un patrocinio oneroso a
este tipo de cine, o sería su ruina –pervirtiéndolo a un cine a la línea de las
industrias– o simplemente una colaboración insustancial para sus motivaciones artísticas
o de entretenimiento. Es el ejemplo de tantas películas, calificadas por muchos
como contenedores de excéntricas tramas, personas pretendiendo ser actores e
hilarantes efectos especiales o de maquillaje, y que, a pesar, con el tiempo se
convirtieron en obras de culto. Nos referimos a un cine extremadamente no
convencional. Fruto de la pasión y las entrañas, como fue la filmografía de Ed
Wood, Herschell Gordon Lewis o José Mojica Marins, siempre fieles a sus
instintos y su lugar de producción. Sucede pues que hay películas que nacieron
para no salir de su espacio de confort.
Crazy World (2019) y demás películas de Nadwana son productos
sintomáticos de un contexto en específico, ni siquiera representante de toda Uganda.
Estos son filmes que han sacado partida creativa de las carencias y la cultura
del lugar; Wakaliga, una barriada de la ciudad de Kampala. Por tanto, inconcebible
o forzado sería una producción fuera de ese entorno. A este plano, se suma uno más
pasional, que es su propuesta fílmica. Desde su ópera prima Who Killed Captain Alex? (2010) hasta su
más reciente, Nadwana ha ido construyendo y enriqueciendo su propio universo en
donde conviven comandos, mafiosos, ninjas, brujos y caníbales. Cada nueva
producción, literalmente, se alimenta de sus predecesores. Ahí tenemos a la Tiger
Mafia, los personajes interpretados por Bruce U, esa versión ugandesa de Bruce
Lee que aparece a veces sin razón alguna tan solo para aplicar sus dotes de
artes marciales. Y, finalmente, la que tal vez es la gran atracción de su cine,
la voz en off de Vj Emmie, ese hilarante equivalente de lo que hacía el benshi en el cine silente japonés,
conductor dramático, que viene de la tradición del coro del teatro griego
clásico.
Aquí hay algo
esencial. Tanto el coro como el benshi
fueron oradores que tuvieron una presencia crucial en sus respectivos
escenarios. Antes que los actores, estos guías de la trama tenían un vínculo
más cercano con el público, en su gran parte, ciudadanos promedio. Ya después
el teatro británico democratizó ese vínculo. Pero Vj Emmie parece tener las
raíces tanto del coro como del benshi.
Ahora, lo cierto es que su función no es la estimular el dramatismo de la
película de Nadwana, en este caso, la “mejor película de acción nunca antes
vista”, sino de boicotearla. Los momentos más festivos en Crazy World son los de acción y los comentarios del orador. Y son la
convergencia de estos dos los que crean los altos de la película. Esos momentos
describen la doble personalidad de Nadwana: uno serio y otro cómico. Tenemos las
secuencias de acción, aquellas que se esfuerzan por crear un momento enérgico, y
las líneas del locutor, aquellas que se esfuerzan por convertir en parodia ese instante
de seriedad. El hecho es que cualquiera de esos perfiles no deja de crear el
vínculo con el espectador, aquello que de paso describe la verdadera motivación
del cine de Nabwana I.G.G.: él está al servicio del entretenimiento.
Crazy World está curado por el Festival Internacional de Toronto. Puede verse la película gratis en este link: https://bit.ly/2XcSBSU
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