Hoy se inaugura el V Festival Al Este de Lima. Va hasta el 17 de mayo. A partir de ahora iremos publicando críticas de algunas películas que forman parte de su programación.
Criada bajo el seno de un convento, Anna (Agata Trzebuchowska) no conoce nada más allá del claustro que la adoptó. No sabe de sus orígenes. No sabe de su familia. No conoce ni el pasado ni el presente de la Polonia de los 60. Ida (2013), de Pawel Pawlikowski, es un filme sobre el descubrimiento de la identidad en todas sus formas; sea étnico, nacional, político, moral, como espiritual. El relato de una joven que visita a su tía a días previos de celebrar su voto de castidad, no es más que un punto de partida que contempla los modos sobre cómo un grupo de personajes asume, o reprime, uno de los sucesos más atroces en la historia polaca. Anna no solo se enterará de sus orígenes judíos y la existencia de Wanda (Agata Kulesza), su tía materna, sino que además descubrirá el destino trágico que décadas atrás puso fin a la vida de sus padres.
Criada bajo el seno de un convento, Anna (Agata Trzebuchowska) no conoce nada más allá del claustro que la adoptó. No sabe de sus orígenes. No sabe de su familia. No conoce ni el pasado ni el presente de la Polonia de los 60. Ida (2013), de Pawel Pawlikowski, es un filme sobre el descubrimiento de la identidad en todas sus formas; sea étnico, nacional, político, moral, como espiritual. El relato de una joven que visita a su tía a días previos de celebrar su voto de castidad, no es más que un punto de partida que contempla los modos sobre cómo un grupo de personajes asume, o reprime, uno de los sucesos más atroces en la historia polaca. Anna no solo se enterará de sus orígenes judíos y la existencia de Wanda (Agata Kulesza), su tía materna, sino que además descubrirá el destino trágico que décadas atrás puso fin a la vida de sus padres.
A través de una mirada
monocroma y realista, Pawlikowski se proyecta al pasado polaco durante su
apogeo comunista, una nación que por aquel entonces contenía un pasado propio. El
holocausto nazi se revela como un suceso que arrastra consecuencias y que, a
pesar del tiempo, no ha dejado de perturbar a los que la vivieron en carne
propia e incluso también a los que no. Es así como de pronto el peregrinaje de
Ida –que es el nombre de bautizo de Anna–, junto a su tía, rumbo a la búsqueda
de sus padres “no habidos”, se convierte en una suerte de catalizador que irá
despertando los pesares de ambas mujeres y el de los habitantes que irán
entrevistando durante su exploración al pasado. Ida apela a las dinámicas de una road movie, sobre personajes en vía a la reflexión o al
enfrentamiento de aquello que desconocían o han ido evitando en el transcurso
de su vida. Por un lado Wanda, una ex fiscal del partido, tendrá que encarar el
luto a su hermana, mientras que por otro Ida conocerá aquello que habita fuera
de las inmediaciones del convento.
El contraste de
personalidades que existe entre ambas mujeres es también parte de la dialéctica
de la road movie. Wanda, una mujer
madura, sarcástica, consumidora de alcohol y amantes furtivos, es lo opuesto a
Ida, una joven novicia y de pocas palabras, rehuyéndole al vicio, escapando de
lo pasional y lo carnal. Dicha comunidad provisoria provocará un fuerte cambio
de actitud en ambas para cuando hayan puesto fin a su viaje. Los personajes de Ida son individuos que están en la
búsqueda de lo ausente, sea desde la presencia física de un familiar, como del
sentido propio de la vida vista desde una postura política u otra más
espiritual. Wanda, quien ocasionalmente se presenta como un miembro del poder
vigente –el comunista–, a pesar de su carácter dominante (ella es la que
siempre toma las riendas), no deja de proyectar una fragilidad e impotencia que
ni su oficio como fiscal pudo subsanar: la muerte de su hermana. Wanda es al
desencanto político, uno que para los excesos del holocausto solo funcionó como
verdugo. En medio del libertinaje y los vicios, Wanda intenta curar un
sentimiento de culpa, algo que sin duda varios de los pobladores de este circuito
de viaje también padecen. Hay huellas de una redención irreparable.
La búsqueda de Ida es
más compleja ya que apunta a distintas vías. La ruta de la joven novicia como
judía es un desencuentro. El judaísmo para los no judíos en la Polonia de
entonces era digerido como el grupo de los estigmatizados. Es decir, llevan la
marca de la tragedia, consecuencia de los estragos nazis y del miedo de los
mismos pobladores quienes se convirtieron contra su voluntad también en
cómplices. Es así como ocasionalmente Ida se presenta como judía, mientras que
en otras no. Hay una búsqueda de aceptación de la identidad, una que le ha sido
heredada pero que a vista de muchos está ultrajada. En otro aspecto, Ida
también va en búsqueda de su identidad espiritual, una que ha sido trastocada
por la carnalidad motivada por el estilo de vida que lleva su tía materna. Ida en parte recuerda a Diario de un cura rural (1950), solo que
a diferencia del personaje de Bresson, Ida es hermética, se asumen sus
pensamientos a través de sus acciones finales, aunque también comparte ese
conflicto moral, una crisis de fe que incluso se arrastra a un plano
existencial.
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