Artículo publicado en Cinencuentro.
The fits se inicia con la figura “masculinazada” de una niña. Su presencia
rodeada de testosterona y prácticas de boxeo de inmediato contrasta con ese
otro sector ubicado en el mismo complejo deportivo, uno que está conformado por
el grupo de chicas, en su mayoría adolescentes. En paralelo, veremos a la
protagonista de la película ejerciendo las mismas labores que las de su hermano
mayor, sea ayudando con los tareas como empleado del complejo o haciendo
rutinas de entrenamiento propio de un aspirante a boxeador. La ópera prima de
la directora Anna Rose Holmer en principio parece apuntar a un drama de
identidad, sobre la niña que siente curiosidad por ese club femenino de
danzantes urbanas. Hay algo que le atrae de esta práctica. Es tal vez la naturaleza
de compartir lo mismo que los de su mismo género. La película, sin embargo,
apunta a una naturaleza más compleja.
Lo que parecía lejano
a la niña, de pronto forma parte de su nueva rutina. La menor cuelga los
guantes y pasa a formar ahora parte del grupo de chicas practicando
coreografías que son todo un reto para la recién integrada. Junto a ella, se
unen otras de su edad, quienes junto a las más mayores serán entrenadas para un
próximo desfile. Algo inesperado, sin embargo, sucedió en la primera práctica.
Una de sus líderes ha sufrido un repentino ataque de convulsiones. Las noticias
no son claras de lo que sucedió, pero tal parece que no fue nada grave. Las
sesiones de baile siguen su curso. En el transcurso, un cambio se percibe. Es
el del divorcio fraternal. Es la niña pasando cada vez menos tiempo junto a su
hermano mayor. La distancia es cada vez más notoria, aunque sin dramatismo. ¿Es
acaso ese el conflicto de la historia? Una nueva víctima de convulsiones afirma
que no lo es.
The fits me recuerda a algunas películas de Serie
B en EEUU durante la década de los 50, sobre las paranoias colectivas,
hechos inexplicables que sacuden a un grupo de personas, especialistas y
noticieros lanzando hipótesis que como espectadores estamos seguros son
erradas. Ya después del segundo desmayo, el ambiente en la película de Rose
Holmer se torna pesado. La banda sonora se manifiesta misteriosa y amenazadora.
Lo desconcertante se expande para cuando comenzamos a oír los testimonios de
las víctimas ya recuperadas, cada una explicando a su manera esa suerte
epifanías. Tal parece que la experiencia se va convirtiendo en una moda y, como
en el inicio, la protagonista ahora busca ser parte de esta. The fits sigue siendo en cierto modo un
filme sobre la búsqueda de la identidad o la inclusión, muy a pesar lo enigmático desplaza
cualquier huella dramática. Anna Rose Holmer en su debut de ficción recrea su
propia versión de las modas adolescentes desde una lectura un tanto retorcida
como mesiánica. Es por un lado el clímax grotesco producto de parálisis y
desmayos, es por otro lado la señal que simboliza la cumbre de la perfección;
ambos casos relacionados a la danza que de paso abrió las puertas de la
adolescencia a una niña.
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