viernes, 16 de octubre de 2015

Sicario

Desde su filme Poltytechnique (2009), Denis Villeneuve ha tenido un profundo interés en mostrar el lado sórdido de la humanidad. Junto a esta, en sus películas Incendios (2010) y Prisioneros (2013) vemos a personajes destruyéndose mutuamente. La cacería es literal y es con esto que la violencia se abre paso a medida que va asumiendo un rol protagónico dentro de la trama. En paralelo, el carácter emocional no deja de ser tema de interés. El director canadiense hurga en la mente de las víctimas a fin de hallar respuestas o cuestionamientos frente a la hostilidad propia de la sociedad o coyuntura a la que pertenecen. La respuesta llega casi siempre acompañada de un sentimiento de frustración. Esto se observa, por ejemplo, en los sobrevivientes de una masacre padeciendo una fractura emocional en Poltytechnique, la hija que hereda el duelo de su difunta madre en Incendios o el padre delinquiendo a fin de hallar a su hija cautiva en Prisioneros. Como pasa también en la misma Enemy (2014), Villeneuve narra historias sobre personajes sometidos a una tortura mental.
En Sicario (2015), la agente del FBI, protagonizada por Emily Blunt, será la víctima de ese martirio mental. Su reclutamiento a una misión de élite encargada de perseguir a altos jefes del cártel mexicano será equivalente a introducirse a un mundo enigmático que atenta contra su postura idealista y reformadora. Nuevamente Villeneuve inunda a sus protagonistas en contextos ambiguos. Si en Prisioneros la tranquilidad de los suburbios se ve interferida por una pérfida secta, en Sicario ese círculo de élite apadrinado por el propio Gobierno es cuna del protocolo infractor, siendo este mismo grupo liderado por un sujeto igual de ambiguo. Es el personaje de Josh Brolin, en inicio vistiendo de sandalias y proyectando un aire comprometido, para después convertirse en el promotor de una tapadera arribista y prefabricada. Es también la presencia de su “ejecutor” y brazo derecho de la misión, interpretado por Benicio del Toro. Ambos irán generando cuestionamientos y socavando la incertidumbre en la desinformada, mas no sumisa, Blunt.

Villeneuve es un director que promueve un carácter testimonial. Sus historias son dramas que se ven envueltos en hechos violentos en donde sus propias víctimas dan informe tanto del mal proceder de los ejecutores como de la condición emocional por la que están pasando. Caso en Sicario, es la mirada incrédula y decepcionada de la agente frente a las controvertidas acciones del equipo al que ahora forma parte. Desde dicha premisa, este último filme hace una remembranza al cine de Sidney Lumet, sobre benevolentes intentando persuadir a sus respectivos antagónicos, a propósito de algún dilema ético y moral. En películas como Doce hombres en pugna (1957) o Punto límite (1964) los protagonistas se esfuerzan por seguir lo que dictan las normas o el protocolo. En Sicario es su inversa, algo que por cierto está definido y es consciente. Es decir, son las normas institucionalizadas tanto por las fuerzas del orden como por el mismo narcotráfico. La ley del más fuerte y el más hábil. A partir de esto es inevitable no pensar en el posterior fracaso o frustración de la idealista por imponer lo correcto.
Lo que prevalece en Sicario, sin embargo, no es su trama. Su historia incluso resulta poco novedosa. Basta pensar un rato en películas sobre policías buenos y policías malos o las tantas versiones del gobierno yanqui lidiando contra el narcotráfico mexicano. Lo sobresaliente en la última película de Villeneuve tiene que ver con la composición visual, el despliegue de los escenarios donde ocurren los enfrentamientos y revelan un potente western, el ocaso que dibuja a un grupo de soldados a contraluz, el dinamismo de la cámara en los momentos de persecución,  la fuerza con que realiza las tomas de acción. A propósito de esto último, Denis Villeneuve ha sido fiel a sus esquemas mas continuamente ha venido mudando de géneros. La road movie, el thriller, el drama psicológico y el cine absurdo, este manifiesto en su filme temprano Maelstrom (2000). Ahora se inclina a un cine de acción. Pero Sicario tiene algo que es superior a todo lo mencionado: su banda sonora. El compositor Jóhann Jóhannsson es lo mejor de la película. El acompañamiento sonoro que le otorga al maquillaje visual es palpitante, provoca ansiedad, es tenso, estresa, sensación que calcina incluso hasta los nervios de acero de Emily Blunt, quien también está formidable en toda la película.

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