Desde su filme Poltytechnique (2009), Denis Villeneuve
ha tenido un profundo interés en mostrar el lado sórdido de la humanidad. Junto
a esta, en sus películas Incendios
(2010) y Prisioneros (2013) vemos a
personajes destruyéndose mutuamente. La cacería es literal y es con esto que la
violencia se abre paso a medida que va asumiendo un rol protagónico dentro de
la trama. En paralelo, el carácter emocional no deja de ser tema de interés. El
director canadiense hurga en la mente de las víctimas a fin de hallar
respuestas o cuestionamientos frente a la hostilidad propia de la sociedad o
coyuntura a la que pertenecen. La respuesta llega casi siempre acompañada de un
sentimiento de frustración. Esto se observa, por ejemplo, en los sobrevivientes
de una masacre padeciendo una fractura emocional en Poltytechnique, la hija que hereda el duelo de su difunta madre en Incendios o el padre delinquiendo a fin
de hallar a su hija cautiva en Prisioneros.
Como pasa también en la misma Enemy
(2014), Villeneuve narra historias sobre personajes sometidos a una tortura
mental.
En Sicario (2015), la agente del FBI,
protagonizada por Emily Blunt, será la víctima de ese martirio mental. Su
reclutamiento a una misión de élite encargada de perseguir a altos jefes del
cártel mexicano será equivalente a introducirse a un mundo enigmático que
atenta contra su postura idealista y reformadora. Nuevamente Villeneuve inunda
a sus protagonistas en contextos ambiguos. Si en Prisioneros la tranquilidad de los suburbios se ve interferida por
una pérfida secta, en Sicario ese
círculo de élite apadrinado por el propio Gobierno es cuna del protocolo
infractor, siendo este mismo grupo liderado por un sujeto igual de ambiguo. Es
el personaje de Josh Brolin, en inicio vistiendo de sandalias y proyectando un
aire comprometido, para después convertirse en el promotor de una tapadera
arribista y prefabricada. Es también la presencia de su “ejecutor” y brazo
derecho de la misión, interpretado por Benicio del Toro. Ambos irán generando
cuestionamientos y socavando la incertidumbre en la desinformada, mas no
sumisa, Blunt.
Villeneuve es un
director que promueve un carácter testimonial. Sus historias son dramas que se
ven envueltos en hechos violentos en donde sus propias víctimas dan informe
tanto del mal proceder de los ejecutores como de la condición emocional por la
que están pasando. Caso en Sicario, es
la mirada incrédula y decepcionada de la agente frente a las controvertidas
acciones del equipo al que ahora forma parte. Desde dicha premisa, este último
filme hace una remembranza al cine de Sidney Lumet, sobre benevolentes
intentando persuadir a sus respectivos antagónicos, a propósito de algún dilema
ético y moral. En películas como Doce
hombres en pugna (1957) o Punto
límite (1964) los protagonistas se esfuerzan por seguir lo que dictan las
normas o el protocolo. En Sicario es
su inversa, algo que por cierto está definido y es consciente. Es decir, son
las normas institucionalizadas tanto por las fuerzas del orden como por el
mismo narcotráfico. La ley del más fuerte y el más hábil. A partir de esto es
inevitable no pensar en el posterior fracaso o frustración de la idealista por
imponer lo correcto.
Lo que prevalece en Sicario, sin embargo, no es su trama.
Su historia incluso resulta poco novedosa. Basta pensar un rato en películas
sobre policías buenos y policías malos o las tantas versiones del gobierno
yanqui lidiando contra el narcotráfico mexicano. Lo sobresaliente en la última
película de Villeneuve tiene que ver con la composición visual, el despliegue
de los escenarios donde ocurren los enfrentamientos y revelan un potente
western, el ocaso que dibuja a un grupo de soldados a contraluz, el dinamismo
de la cámara en los momentos de persecución,
la fuerza con que realiza las tomas de acción. A propósito de esto
último, Denis Villeneuve ha sido fiel a sus esquemas mas continuamente ha
venido mudando de géneros. La road movie, el thriller, el drama psicológico y el
cine absurdo, este manifiesto en su filme temprano Maelstrom (2000). Ahora se inclina a un cine de acción. Pero Sicario tiene algo que es superior a
todo lo mencionado: su banda sonora. El compositor Jóhann Jóhannsson es lo
mejor de la película. El acompañamiento sonoro que le otorga al maquillaje
visual es palpitante, provoca ansiedad, es tenso, estresa, sensación que
calcina incluso hasta los nervios de acero de Emily Blunt, quien también está
formidable en toda la película.
No hay comentarios:
Publicar un comentario