Caprice (2015) parece ser un filme realizado por un discípulo de Woody Allen. Su
historia consta sobre personas enamorándose y también desenamorándose. Sus
protagonistas atraviesan por crisis sentimentales, quienes no lo asumen como un
evento dramático, sino como una revelación. Hay un juego de la farsa, el fingir
una rutina fracturada a causa de la convivencia, del “todo está bien, pero”. El
azar, además, es fundamental en este relato. Esta comedia romántica, realizada
y protagonizada por Emmanuel Mouret, sin embargo, posee su propia alma.
No es
hilarante ni tampoco algún personaje padece de neurosis. Sus personajes, en
general, son un puñado de románticos que aguardan al amor. Esto implica una
sumisión; una factura que cada uno pagará de alguna u otra forma, sea
reprimiendo o poniendo en duda sus sentimientos. El final es lo mejor de toda
la película. No hay un gran conflicto a consecuencia de ese aparente screwball. Hay, en su lugar, un resumen
de todo lo acontecido, y un rezago platónico.
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