Para bien no es una
historia que se alimenta de la biografía decadente con la que sueñan los
tabloides. Más allá del retrato a una estrella de Hollywood en su última etapa,
es el testimonio de un romance desde la perspectiva del protagonista
desconocido. Las estrellas de cine no
mueren en Liverpool (2017) es un melodrama que no se ahonda en las portadas
que generó Gloria Grahame (Annette Bening), la misma actriz que debió de romper
corazones al exhalar un trago de humo de sus labios en el clásico En un lugar solitario (1950), es más
bien la reconstrucción del recuerdo de Peter Turner (Jamie Bell), su encuentro
con la veterana actriz y posterior romance, en un presente en que la salud de
Gloria está a punto de quiebre y el joven actor, entonces su ex pareja, la
aferra a su cuidado.
No hay duda que lo
mejor es la interpretación de Annette Bening, protagonizando a una Gloria
haciendo resistencia a la vigencia de una belleza y sensualidad que exige la
Industria a todas sus generaciones por igual, mimetizándose con una California
de fotografía impostada, obedeciendo a la fantasía que contrasta con la
reputación realista de la ciudad inglesa, su última posada, de callejones
fríos, abstemia y austera. Sin embargo, en Las
estrellas de cine… la ciudad de Liverpool no deja de tener un sentido
ambiguo. Es el contexto que hace preámbulo a un romance y también a la
inevitable separación física. Por muy efectista que sea el conflicto
melodramático, el director Paul McGuigan relata sin exageración la breve aunque
intensa relación de dos personajes que por momentos no parecen complementarios,
dando así luces de una pasión sincera.
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