domingo, 2 de septiembre de 2018

El infiltrado del Kkklan (o BlacKkKlansman)

Pueden ver también un video ensayo sobre el cine de Spike Lee: http://bit.ly/2NE8F8U

Su película más provocadora en años, definitivamente. Pero apresurado sería mencionarla como la mejor película de Spike Lee en años. Basta retroceder a Chi-raq (2015), uno de los pocos filmes del director que no se contenta con establecer un caos social al acudir a una revolución sexual que, por muy utópico que sea, tantea una solución al conflicto en cuestión –la infame política armamentista en EEUU–. El hecho es que Chi-raq, así como el resto de películas de Lee, lanza sus dardos contra una comunidad, la sociedad entera y el propio sistema. Blackkklansman (2018) hace lo mismo, sin embargo, no deja de señalar a un responsable en específico. El solo hecho de que este filme responsabilice de un posible apocalipsis racial al gobierno que representa Donald Trump, ya lo convierte en una película polémica.
¿Por qué retroceder a los años 70 y no fabricar un relato desde la actualidad? Así como lo define en Malcolm X (1992) o en Clockers (1995), Lee entiende que el racismo y la violencia no ha nacido de la noche a la mañana. Todo es el resultado de una acumulación de errores, de agresiones y resentimientos, que, obviamente, los líderes del gobierno, más que subestimar, han consentido. Todo es parte de un síntoma histórico. Es decir, el director recurre al pasado para responder las consecuencias que se observan en el presente. Podrá ser la década socialmente más renovadora, pero en los 70 las mentalidades expuestas por el Ku Klux Klan y El nacimiento de una nación (1915) seguían manteniendo en vigencia un pensamiento pasadista que nunca se había extinto. En la realidad que retrata Lee, vemos también a una expresión radical vista hoy que, por mucho que haya pasado a la clandestinidad, no había dejado de ser pública.

Blackkklansman se basa en las memorias de Ron Stallworth (John David Washington), un detective negro que encabezó un caso de infiltración a una de las bases del KKK. Singular es cómo inicia esta investigación. Más que ciencia, era simple iniciativa. Tenía que llegar un agredido para hacer “ese” trabajo. Luego de un prólogo inquietante, la historia emprende con un antecedente que podría ser un ejemplo de un tiempo en donde se percibe la igualdad de derechos. Lo cierto es que es solo una apariencia. Lee es fabricante de fachadas, de gente y sociedades hipócritas, que aceptan a hombres de rasgos oscuros en jefaturas de policía en donde también anidan racistas. El mismo ánimo con que se construye la trama tiene también esa característica contradictoria. La película simula ser una comedia, pero es más bien un drama, y uno muy serio. Un distintivo del cine de Lee al momento de retratar los prejuicios sociales es el uso de un discurso ambiguo. Y es que hasta el menos racista, pueda que lo sea. Así como que pueda que no sean racistas, pero el hecho de que no generen conciencia ante una realidad racista ya los convierte en cómplices.
Es ambiguo escuchar a David Duke (Topher Grace) hablar con cierto afecto de un negro, un afecto que no deja de ser de amo, muy Lo que el viento se llevó (1939). El mecanismo de Lee para sus historias es hacer que sus protagonistas perciban la cotidianidad bajo una situación extrema. Aquí es imprescindible el personaje de Flip (Adam Driver), un policía judío que sabía de la realidad racista, pero que fue con su inserción al caso de infiltración que concientizó dicha realidad y de paso su origen cultural. A esto se suman otras estrategias más directas de Lee para estimular la conciencia. La oratoria, la memoria, la sátira; estas dispuestas en los dos bandos. Existe un gesto neutral. Las políticas agresivas de las Panteras Negras puedan que sean tan radicales como las del KKK. Blackkklansman incluso es equitativo en el cierre de su historia. Tras la victoria, hay un sabor amargo, leve giro que de paso refracta el panorama actual. Eso lleva a Spike Lee a citar la marcha en Charlottesville, que no solo hizo del odio racial un pronunciamiento público, sino también consentido por la autoridad y ratificado por el liderazgo político, como lo podría ser una publicación en un periódico de los 70. Lo único que ha cambiado es que ahora el racismo politizado ha salido de las sombras.

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