Atractivo filme el de
Ulrich Kohler. Su protagonista es un hombre que tal vez ni llega a los cuarenta,
sin embargo, algo en su actitud y postura encorvada lo denotan como alguien
avejentado e infeliz. Armin (Hans Low) parece arrastrar algo de fracaso y frustración
en su rutina. A este cuadro se suma una desdicha a puertas: su abuela agoniza.
Vamos conociendo un poco más sobre su intimidad. Desintereses y resentimientos
familiares expresan más razones para entender que hay mucho de desaliento en la
vida de Armin. Sin ser literal, Kohler crea como una frontera entre el hombre y
los suyos. Hay algo de solitario en él, que lo obliga a mantenerse al margen,
que lo hace sentir un extraño dentro del territorio paternal o maternal. No se
siente a gusto en un lugar o en otro. Entonces sucede algo. Justo cuando el
drama va tomando forma, un inesperado giro acontece, y la película parte nuevamente
de cero.
Después de “eso”, En mi habitación (2018) sigue siendo un
drama, aunque ahora bajo un tópico diferente. Armin “despierta” en una nueva
realidad que pondrá a prueba sus facultades y caracteres. El protagonista emprende
una odisea en solitario, un momento a solas que podría ser el inicio de una
tragedia, a propósito de los (pre)conceptos que tenemos de él. Lo cierto es que
sucede todo lo contrario. De pronto lo que lucía defectuoso en un momento, en
el nuevo presente, bajo las circunstancias cambiadas en que se encuentra Armin,
es fructífero. En mi habitación es
una película que reflexiona sobre el hombre y su entorno, las motivaciones
humanas en relación a lo que le rodea. Lo que resulta ser una pesadilla para
unos, para otros es un sueño hecho realidad, y a Armin se la ha cumplido algo
que posiblemente deseaba en silencio.
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