viernes, 6 de octubre de 2017

Blade Runner 2049

Dejemos a un costado el factor nostálgico. En una vista amplia, Blade runner 2049 (2017) no decepciona. El trabajo de Roger Deakins, un habitual de los hermanos Coen, es impecable. El armado del contexto ficcional es tan ruidoso y a la vez baldío; denota apogeo, pero también decadencia. Es decir, entabla apropiadamente con los rasgos de una ambientación cyberpunk. Argumentalmente es estimulante, a pesar de ciertos trazos predecibles, a propósito de los tópicos a establecerse –en el transcurso no dejé de pensar en la reciente Star Wars–; sin embargo, no paso por alto varios instantes de tedio, algunos muy extendidos. Por un lado contemplo alargamientos innecesarios, mientras que en otro extremo está esa necesidad por implantar un estado. Denis Villeneuve comete el error de querer darle la mayor carga posible de aura reflexiva a su película, tal vez pensando en la original Blade runner (1982), el corte definitivo de Ridley Scott, recién revelado por la década del 2000.
Blade runner 2049 también rehúye del género de acción y migra al cine negro. El replicante Ryan Gosling pasa de cazador a detective ante el hallazgo de una reliquia, la que revela un hecho que ha atraído a enemigos y de paso ha desestabilizado el orden existencial del protagonista. Es a partir de esta fractura que desfilan los gestos. Las conductas y pensamientos de los personajes asumen primer plano, y el argumento espera a su turno. Villeneuve asocia la construcción de los personajes con esa necesidad imperiosa de ponerlos a hablar de tal forma que pareciese que es el subconsciente quien tomara la palabra. No existe duda que el momento más incómodo es la primera aparición de Wallace (Jared Leto). Además de ser trillado, desde su posición clasista hasta su estado físico, la verborrea y el extravagante acto de omnipotencia del magnate lo convierten en un personaje desafortunado. Wallace es incluso un mero gestor de impulso para la trama, resultando menos protagónico que su secuaz, quien más bien parece llenar el perfil de villano. Lástima que ese otro personaje tenga un propósito difuso, consecuencia de sus últimos diálogos.
El contexto de Blade runner 2049 resulta ser mejor villano que los propios villanos. Denis Villeneuve inserta la cuota coyuntural haciendo de los replicantes los parias sociales: los skinners. Adiciona además un nuevo ingrediente que motiva el lado humano de la inteligencia artificial, mediante el personaje de la compañera de Gosling. Existe un intento por generar un lado melodramático, pero termina por prosperar más el carácter reflexivo. Lo mejor del filme es la resolución de la historia. Después de todo, tanta redundancia de la personalidad del protagonista, que transitó del descubrimiento al encuentro de una motivación personal, provoca un sentido adicional respecto a su última acción. Incluso esa proeza termina siendo más emotiva que el mismo reencuentro con lo nostálgico.

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