Dejemos a un costado
el factor nostálgico. En una vista amplia, Blade
runner 2049 (2017) no decepciona. El trabajo de Roger Deakins, un habitual
de los hermanos Coen, es impecable. El armado del contexto ficcional es tan
ruidoso y a la vez baldío; denota apogeo, pero también decadencia. Es decir,
entabla apropiadamente con los rasgos de una ambientación cyberpunk. Argumentalmente es estimulante, a pesar de ciertos
trazos predecibles, a propósito de los tópicos a establecerse –en el transcurso
no dejé de pensar en la reciente Star
Wars–; sin embargo, no paso por alto varios instantes de tedio, algunos muy
extendidos. Por un lado contemplo alargamientos innecesarios, mientras que en
otro extremo está esa necesidad por implantar un estado. Denis Villeneuve
comete el error de querer darle la mayor carga posible de aura reflexiva a su
película, tal vez pensando en la original Blade
runner (1982), el corte definitivo de Ridley Scott, recién revelado por la
década del 2000.
Blade runner 2049 también rehúye del género de acción y migra al cine negro.
El replicante Ryan Gosling pasa de cazador a detective ante el hallazgo de una
reliquia, la que revela un hecho que ha atraído a enemigos y de paso ha
desestabilizado el orden existencial del protagonista. Es a partir de esta
fractura que desfilan los gestos. Las conductas y pensamientos de los
personajes asumen primer plano, y el argumento espera a su turno. Villeneuve
asocia la construcción de los personajes con esa necesidad imperiosa de ponerlos
a hablar de tal forma que pareciese que es el subconsciente quien tomara la
palabra. No existe duda que el momento más incómodo es la primera aparición de Wallace
(Jared Leto). Además de ser trillado, desde su posición clasista hasta su
estado físico, la verborrea y el extravagante acto de omnipotencia del magnate lo
convierten en un personaje desafortunado. Wallace es incluso un mero gestor de impulso
para la trama, resultando menos protagónico que su secuaz, quien más bien
parece llenar el perfil de villano. Lástima que ese otro personaje tenga un propósito
difuso, consecuencia de sus últimos diálogos.
El contexto de Blade runner 2049 resulta ser mejor
villano que los propios villanos. Denis Villeneuve inserta la cuota coyuntural
haciendo de los replicantes los parias sociales: los skinners. Adiciona además un nuevo ingrediente que motiva el lado
humano de la inteligencia artificial, mediante el personaje de la compañera de
Gosling. Existe un intento por generar un lado melodramático, pero termina por
prosperar más el carácter reflexivo. Lo mejor del filme es la resolución de la
historia. Después de todo, tanta redundancia de la personalidad del
protagonista, que transitó del descubrimiento al encuentro de una motivación
personal, provoca un sentido adicional respecto a su última acción. Incluso esa
proeza termina siendo más emotiva que el mismo reencuentro con lo nostálgico.
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