Noah Baumbach retorna
a la movida artística de New York, circuito perfilado a lo histriónico y
fanfarrón en Mientras seamos jóvenes
(2014), pero que en su nueva película funciona más bien como atajo para
comprender los traumas/estigmas de una familia/industria contemporánea. Los Meyerowitz: la familia no se elige
(2017) retrata a una prole encurtida en ese ambiente. Logros de su patriarca y
las aspiraciones de una nieta dan impresión de un linaje que ha gozado de
triunfos y contempla prosperidad dentro de la rama, sin embargo, eso es solo la
primera impresión. La naturaleza escindida y frustrada de este círculo está
subrayada producto de la petulancia de un padre ensimismado en sus exigencias.
Consecuencia de ello contemplamos a una descendencia resentida y mostrando
indicios de prolongar dicha tradición.
Similar a otras
películas de Baumbach, Los Meyerowitz
es una comedia agria en donde el drama merodea. Existen cuotas de
personalidades excéntricas, además de situaciones incómodas provocadas por sus
miembros, en especial los hijos varones, quienes no tienen intención de
reprimir sus quejas que los regresa a la infancia al punto de manotazos y les
reaviva dolencias físicas, como el renqueo de un pie. Lo cierto es que por muy
disfuncional que resulte la convivencia existen los instantes de consenso.
Fruto de eso se dará pie a la madurez personal; otra constante de la fílmica de
Noah Baumbach. Por muy golpeados por las circunstancias, sus personajes están
destinados a sanar. Adam Sandler es lo
mejor de la película, por su actuación y de hecho también porque el actor trae
consigo un derrotero de protagonistas pertenecientes a una generación atrofiada.
En Nosotros en la noche (2017), Ritesh
Batra nos regresa a la premisa de su ópera prima The lunchbox (2013). Su trama nos refiere también a personas
solitarias renovando y llenando su rutina a partir de un deseo romántico que se
desempeña de manera idílica. Existe además esa particularidad encantadora con
la que se emprende esta sociedad. Dos ancianos enviudados pactan dormir juntos
a medida de aliviar sus noches en vela. Es la búsqueda del deseo recíproco –que
nada tiene que ver con el placer–, aun así no haya sido uno el de la
iniciativa. Louis (Robert Redford) ha sido por años vecino de Addie (Jane Fonda),
y aunque no hayan desarrollado una relación cercana durante todo ese
transcurso, cada uno ha sido testigo de la vida del otro, en calidad de espectadores
a distancia y lo que el límite de la información pública y los chismes se los
hayan permitido. Entonces conversan “por primera vez”, y todo empieza.
Además de ser un apacible
romance, Nosotros en la noche es un
filme sobre dramas y culpas personales propio de una vida extensa. Es ese
discurso el achaque del filme, que además de denotar tópicos habituales propios
de esa generación (divorcio, luto) no dejan de ser progresivos. Lo cierto
también es que ninguno de estos traumas se explaya, salvo por uno, que pasada
la mitad de la película se adhiere a la historia. A pesar de eso, el filme de
Ritesh Batra no evoca a la crisis. Habrá un desfiladero de hechos que los
ancianos rememoren, pero la relación entre sus protagonistas no deja de ser el
centro. Al igual que en The lunchbox,
Nosotros en la noche encalla en lo
platónico, ese punto medio entre el happy
ending y la inevitable separación. Un final digno para una historia de amor
que, además de su interpretación, brilla por evadir las metódicas efectistas
para forjar un romance. Nosotros en la noche no son palabras
bonitas o acciones melosas, sino pura naturalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario