“Tú me complementas”; le
dice el Joker a Batman en resumidas palabras en The Dark Knight (2008). Sucede que dentro de sus roles de sujetos
sobrehumanos –dueños de alguna habilidad que los postra por encima del humano
promedio–, solo uno de ellos ha sido capaz de concientizar el sentido de esta
“sociedad”. Y ese es que: de ausentarse uno, el otro, los actos de este, y por
tanto sus destrezas, perderían sentido. No hay villano sin héroe, y viceversa. Inspirado
en la tragedia griega, eso es ley en el mundo del cómic; y el Joker lo sabe.
Mientras él y Batman existan, el caos tendrá un equilibrio. Este caos, básicamente,
es la batalla constante entre las fuerzas extraordinarias, siendo testigos y
víctimas el sujeto promedio. Cual dioses, los sobrehumanos pondrán a prueba sus
dotes y echarán a suerte el destino del individuo común; el gran perdedor. El
caos será la pugna de sus ideologías –el bien o el mal– y sus egos –quién es el
más fuerte–, o al menos así lo es desde la perspectiva del Joker y Elijah
(Samuel L. Jackson).
A diferencia de otras
trilogías sobre héroes y villanos, M. Night Shyamalan ha estructurado de tal
forma el argumento total de su universo a manera que las precuelas reservan un
conflicto que se verá ampliado en la última película: la obra maestra del
villano. Glass (2018) es la extensión
del plan maligno de Elijah en El
protegido (2000). Esta última película además compromete lo acontecido en Fragmentado (2016). Por otro lado, El protegido no tiene final abierto. La
historia parece haberse cerrado. Sin embargo, el final de Fragmentado revela un vínculo con El protegido. Luego de actuar como una historia independiente a
todo lo que haya realizado Shyamalan, Fragmentado
deja en evidencia que la historia de El
protegido siempre estuvo suspendida. Glass
complementa su significado en base a sus dos anteriores. Es preciso ver esas
para entender el conflicto o la motivación de Elijah, el gran protagonista de
esta tercera parte, el dios que movió los hilos y solo tuvo que esperar cerca
de dos décadas para revelar su verdadero plan.
Esto no sucede con otras
trilogías como las de Spiderman (Sam Raimi), los X-Men (Brian Singer y Brett
Ratner) y Batman (Christopher Nolan). La
trilogía de Shyamalan, a diferencia de las mencionadas, piensa según la
naturaleza del cómic, sus arquetipos y modos de conflicto. Claro que esta misma
propuesta se puede percibir en la sola The
Dark Knight, razón por la que la convierte en una de las películas de
superhéroes mejor logradas en el cine. Lo cierto es que Nolan no provoca una
dialéctica entre sus películas que componen su trilogía. Shyamalan en cambio
crea una dependencia entre sus tres filmes –sin dejar de ser las dos primeras
partes filmes que pueden verse independientemente–, y esa misma dependencia o
dialéctica es la que genera un nuevo sentido que se expresa a totalidad en Glass. Elijah, un lector obsesionado con
los cómics, convertido en uno de los villanos de sus lecturas, ha fabricado su
tesis, la que no solo funciona como el manifiesto que le dará la razón públicamente,
sino que además lo pone como un villano memorable, el único personaje de la
historia que está seguro de su condición y de su teoría. Glass es la justificación del ego de este sobrehumano.
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