Una película que bebe
de la puesta fílmica francesa que proyectó la nouvelle vague, Eric Rohmer, Claude Lelouch, Philippe Garrel y
tantos otros, sobre un panorama generacional, una juventud en estado de madurez
y la plenitud de desencuentros personales y profesionales visto desde la mirada
a una biografía protagónica –que no deja de observar al fondo colectivo–, ingresando
a lo íntimo, a veces en tono de confesionario, asumiendo una estructura de
diario o en capítulos, que fijan límites que no solamente funcionan como pautas
del paso del tiempo, sino también denotan temporadas de transición, que no necesariamente
garantizan el desarrollo personal o emocional. Esto se expresa en Mes provinciales (2018), de Jean-Paul
Civeyrac, historia que manifiesta a un protagonista y una generación que
arrastra dudas, se frustran, se terminan por estancar. Es un derrotero hacia el
descubrimiento de un romanticismo agónico.
La película inicia con
el protagonista dejando su provincia natal y enrumbándose a la inexplorada París.
Étienne (Andranic Manet) despliega inocencia en su propio entorno. La despedida
a su familia y amada dan seña que su aventura personal –el estudiar cine en la
capital en una universidad de prestigio– implica un sacrificio. Es el primer indicio
de una (tal vez) madurez forzada. Ya en la gran París, la inocencia de Étienne se
convierte en ingenuidad. Ha ingresado a un espacio no romántico. Es la mirada
reservada y hasta conservadora del recién llegado ante un entorno distinto. Se
sospecha que el nuevo mira con exotismo los debates políticos, posturas
artísticas y el amor libre, gesto que expresa mediante su silencio o su repentina
huida de una fiesta. Como en las novelas del realismo francés, el protagonista es
un extranjero en una sociedad, un ajeno a una ideología, la que con el tiempo
adoptará, admirará y fabricará su propia ilusión.
Muy típico de estos
dramas franceses, los discursos, autores o el mismo cine nos acercan a la
naturaleza de los personajes. Pascal, el Sayat
Nova (1969), de Sergei Parajanov, un alegato sobre la fidelidad son algunos
indicios de un pensamiento ambiguo, sin dirección o asumidos con un
romanticismo impostado y, en ocasiones, pretensioso. Mes provinciales define a personajes idealistas en un ambiente lánguido.
Es por esa razón que la película de Jean-Paul Civeyrac se perfila a lo desmoralizante.
Dicha realidad está en razón de una deficiencia de independencia personal.
Estamos tratando con una generación pendiente a las tendencias, a las opiniones
con un razonamiento sustentado por alguna utopía. Esto se sintetiza en la
relación entre Étienne y Mathias (Corentin Fila). El destino de esta relación,
es el resumen del estado personal y anímico de la película y la generación en
cuestión.
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