Inicio compartiendo mi cobertura a la 73 edición del Festival de Berlín que va del 16 al 26 de febrero.
En la pantalla grande, lo fantástico en más de una ocasión ha sido terreno de sanación o refugio ante la pérdida de algún ser querido. Ahí está Un monstruo viene a verme (2016) o la argentina Piedra noche (2021), en donde criaturas extrañas y gigantescas se convierten en un salvoconducto que mantiene a los deudos “cuerdos”, alejados de su dolor irracional. Ahora, si bien Sea Sparkle (2023) no se inclina por lo fantástico, sí que su premisa se relaciona mucho a los casos mencionados. En la ópera prima del director Domien Huyge, una adolescente enfrenta la pérdida de su padre. Aquí el escenario marítimo, además de ser una conexión entre estas dos personas, se describe como un lugar que resguarda un misterio que la menor desea descubrir con obstinación. Desde que Lena (Saar Rogiers) ha escuchado noticias de un algún monstruo marítimo, ella no ha dejado de preguntarse si ese ser pudo haber tenido que ver con el accidente que tuvo la embarcación de su padre. Entonces es que inicia esta pesquisa de la protagonista. Aquí no puedo dejar de relacionarla con Piedra noche, película que también se imagina una localidad que está siendo “invadida” por una criatura del mar. ¿Invento o truco para darle más sentido a un lugar? Sea lo que sea, en su tiempo de vivos, los desaparecidos se sintieron atraídos por esa historia. En tanto, los deudos decidirán abrazar esas mismas creencias, tal vez con el fin de hacer honor a las fantasías de sus seres queridos.
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