La referencia a la novela canónica de James Fenimore Cooper no es gratuita. “Eres como el último mohicano”, le dicen a Joseph (Alexis Manenti) sin saber que ese mote sería vaticinador. Le Mohican (2024) acontece en la actual Costa de Córcega, escenario de amplitud turística, pero que en un pasado fue territorio netamente rural. Es en esa realidad que Joseph, el último de los criadores de cabras, se convierte en un sujeto exótico dentro de su escenario natural. En tanto, el que se niegue a vender su terreno, que bien podría transformarse en un próspero sitio turístico, lo convierte en un saboteador para sus enemigos, aunque también en un emblema de resistencia para sus similares. Es a partir de esta premisa que el director Frédéric Farrucci se anima a hacer un comparativo de su relato con la novela El último de los mohicanos. Aquí estamos tratando también con un espacio reclamado por comunidades “extranjeras”. Colonizadores procedentes de la ciudad se han sitiado en estas tierras francesas. Fruto de ello, han transgredido no solo el ecosistema, sino que también las normas y tradiciones de esta costa. A propósito, lo que se describe no está lejos a un escenario western. Consecuencia del negocio de la expropiación de lotes, es que los locales se sienten en tierra de nadie. Las mafias de terrenos están asociadas con las autoridades y por eso tienen bandera blanca para tomar lo que mejor les plazca. En ese sentido, Joseph es un equivalente a uno de los tantos héroes del viejo oeste, quien tendrá que luchar si quiere conservar lo que es suyo.
lunes, 2 de septiembre de 2024
Venezia 81: Le Mohican (Orizzonti Extra)
En
cierta perspectiva, al igual que el mohicano de Fenimore, el de Farrucci
reconocerá un aliado foráneo. Su sobrina Vannina (Mara Taquin), la joven “de
paso”, será su socia. Así como en los westerns, especialmente el de las
colonias seminales en EE. UU., la transcendencia de los valores responde en
gran medida a los fuertes vínculos sanguíneos o tradicionales. Curiosamente,
son apenas unos minutos que veremos a Joseph y Vannina juntos. Lo resto es una
conexión casi instintiva. El tío luchando por sobrevivir ante una persecución
emprendida por una mafia. En tanto, la sobrina haciendo lo que tiene que hacer,
tomar la posta del “rancho”. Ahora, definitivamente, no estamos tratando con un
territorio arcaico. Mientras que los colonizadores europeos trajeron la pólvora
a América, la joven sobrina proveerá las ventajas de las fuentes digitales. Saldo
de ello, “el mohicano” no solo reconocerá el apoyo de extraños, sino que además
será mitificado desde las redes sociales. Le Mohican si alinea a una
serie de producciones francesas recientes que alientan la concientización del
rescate del mundo rural, ello en complicidad con las nuevas generaciones. De
pronto, la vitalidad y las políticas progresistas de los jóvenes puede servir
de freno para la extinción de todo un imaginario. Algo similar que pretendió James
Fenimore Cooper al escribir El último mohicano, quien más bien pensó
había hecho aporte de una cultura desaparecida. Obviamente, se equivocó.
Todavía quedaban mohicanos. Este fallo parece replicarse en Le Mohican.
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