Lo de Denis Villeneuve
es un cine de intriga. Los personajes de sus películas buscan respuestas,
siguen pistas, en ocasiones se dejan arrastrar por la paranoia a consecuencia
de una agravada obsesión ante un dilema o conflicto. En tanto, existe un clima
cargado de tensión que aturde y agudiza los sentidos. En La llegada (2016) ocurre lo mismo. El descenso de seres de otro
mundo a la Tierra ha planteado dichas emociones, incógnitas y reacciones en los
habitantes y líderes de la humanidad. Este desasosiego se verá manifiesto en
Louise (Amy Adams), una lingüista contratada por el Gobierno para hallar la
forma de comunicarse con los recién llegados. Al margen de ello, la
protagonista de La llegada está
envuelta a una visión onírica, gesto que salta a la vista desde el principio.
Inevitable no relacionarla a recientes filmes de ciencia ficción como Interstellar (2014), de Christopher
Nolan, o Midnight special (2016), de
Jeff Nichols, en donde la estética naturalista asume un protagónico que
despliega un carácter reflexivo.
A diferencia del cine
de los años 40, en donde los viajes a otro mundo o la visita de extraterrestres
implicaban el caos colectivo y una desorientación total, el cine de hoy propone
tramas en donde la cordura está por delante. La humanidad del cine actual en
lugar de correr, medita y estudia a ese nuevo terreno sin explorar o a ese
posible enemigo. La llegada asume ese
comportamiento. A pesar de que hay evidencia de una reacción hostil y más
instintiva al otro lado de la Tierra, la cual pondría en riesgo la misión del
estudio de un lenguaje (que es el acercamiento primario entre la especies) y de
paso la seguridad del planeta, la gran intriga que implica a la interrogante “¿a
qué vinieron?” está dominada por una sensatez, la que llega del conocimiento
más simple, como es la palabra, como el del conocimiento más complejo, como la propia
ciencia, la que representa Ian (Jeremy Renner), el otro protagonista.
La llegada está sujeta entonces a una intriga que implica una espera, la
de dos expertos intentando llegar con corrección a los visitantes. Lo cierto es
que es esto mismo lo que por momentos provoca que la película de Villeneuve luzca
estancada. Se despliega una etapa teórica de la película; la menos atractiva. Ya
luego, para cuando la historia comienza a responder a esa gran pregunta, un
giro en la trama promueve una nueva intriga, y entonces la espera se renueva. ¿Qué
relación tiene las “remembranzas” de Louise con esta llegada? Para cuando se
descubre una pista de ese vínculo, la película termina de anticipado,
convirtiéndose su final en un alargue con una cuota de moraleja. La llegada termina siendo de esas
películas que dependen de un evento sorpresa. Más allá de la llegada a la nave,
no existe escena memorable.
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