Sombría, aunque
emotiva, es la historia que cobija el nuevo filme de Juan Antonio Bayona. El
español con Un monstruo viene a verme
(2016) recrea nuevamente un mundo de pesadilla en donde un menor está expuesto
a eventos trágicos. Con doce años de edad, Conor O’Malley –estupendamente interpretado
por Lewis MacDougall– cuida de su madre quien lucha con una enfermedad que luce
incurable. Aún no acostumbrado a la separación de sus padres, Conor lidia también
con el abuso de unos compañeros de colegio y el posible hecho de irse a vivir junto
a su estricta abuela, con quien lleva una hostil relación. Víctima de un
insomnio producto de una pesadilla recurrente, un día un monstruo visita a
Conor en sus sueños, y con ello inicia su travesía rumbo al encaramiento de su
principal miedo.
Así como en Before I wake (2016), en Un monstruo viene a verme los sueños o
pesadillas resultan ser herramientas de depuración para niños que intentan codificar
sus dramas. En ambas historias, los protagonistas enfrentan (o han enfrentado) a
realidades maduras y no correspondientes a sus edades. Caso en la película de
Mike Flanagan, este ejercicio es plenamente inconsciente. Caso distinto, en el
filme de Bayona es el mismo personaje quien motiva esta práctica, lo que devela
un hilo de consciencia, a pesar de que estamos tratando con un estado de
inconsciencia, como es el sueño. Conor invoca a un personaje irreal, y dentro
de esa fantasía, en donde este monstruo le narra tres cuentos, existe una
cordura de su parte al no dejar de relacionar su caso con las historias de su
visitante. Es decir, es como si el propio niño a diario aguardara soñar con su
pesadilla para ponerse a conversar con su inconsciente.
Lo atractivo de Un monstruo viene a verme está en
relación a esa visión del infante dentro de una realidad agresiva que asume de
forma prematura. Así como en El orfanato
(2007) o Lo imposible (2012), los
pequeños protagonistas están inmersos a eventos fatídicos que los obliga a entender
y madurar con precocidad, tornándose endeble los límites de su edad. Así como
indica la introducción que nos hace el monstruo al principio de la película, la
historia inicia con un muchacho demasiado grande para ser un niño y demasiado
joven para ser un adulto. Ya sean víctimas de una enfermedad, una catástrofe natural
o una tragedia familiar, los niños de Juan Antonio Bayona reaccionan mediante acciones
contaminadas de miedo o de mucho valor. Existe un aprendizaje doloroso y
conmovedor, sin dejar atrás por completo su inocencia y fragilidad. Una pena esta
película haya sido ninguneada por la temporada de premios en EEUU.
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