Mediante su corta
filmografía, Martin McDonagh ha dejado en evidencia su encanto por el humor
negro y la ironía. Especialmente en esta película se le ha emparentado con los
hermanos Coen, pero lo suyo es más bien una comedia de situaciones en donde
todo es voluntario. La novedad que otorga Tres
anuncios por un crimen (2017) es su cuota social. Hasta antes de esta, el
director había desarrollado largometrajes vinculados al mundo de la mafia,
sobre sus asesinos y sus excentricidades y muertes inevitables. En su última
película su historia se aleja de la urbanidad y se inserta en una comunidad
sureña en donde somos testigos de un crimen ya perpetrado: han pasado meses
desde que la hija de Mildred Haynes (Frances McDormand) fue ultrajada y
calcinada mientras que la policía ha paralizado el caso. Tres anuncios en una
carretera poco transitada será la demanda pública que tensará la relación entre
la policía y la madre.
La violencia sexual es
la vergüenza social central en la trama mas no es la única. McDonagh identifica
como antagónico la labor policial. La falta de compromiso y en casos la
incapacidad de la policía ha estimulado el desencanto para los ofendidos y una
complacencia para los ajenos a la ofensa. La acción de Mildred frente a la
conducta negligente de la policía le ha generado anticuerpos en la comunidad.
De ahí la complacencia o resignación que algunos vecinos de Mildred consienten,
a pesar de estar convencidos de la atroz experiencia por la que está pasando la
madre. El antiquísimo fantasma del conflicto racial en el ámbito sureño es
también otro tema que se rebela en Tres
anuncios por un crimen, además de una brevísima acusación a los actos de
lesa humanidad acontecidos fuera del territorio nacional aparentemente encubiertos
por el Estado. Hay evidencias de que ciertos crímenes están
institucionalizados.
Además de su denuncia
ante lo cotidiano, la última película de Martin McDonagh se estima por su dosis
de ironía. Un gesto fundamental que se puede inferir desde su cortometraje Six shooter (2004) es el cinismo ante lo
trágico. En Tres anuncios por un crimen
la colocación de una banda sonora melancólica resulta paradójica en medio de la
comicidad. La muerte se maneja con la dolencia respectiva, aunque no
escatimando el lado ridículo e inescrupuloso que varios de los personajes del
director de herencia irlandesa desarrolla. Varios de estos son momentos
logrados pero también los hay forzados, caso el comportamiento de adolescentes haciéndolas
de tontas o el personaje de Dixon (Sam Rockwell) antes de su vuelco,
convirtiéndose a fin de cuentas en el personaje más anecdótico. El humor a
veces está fuera de control. No porque transgrede, sino porque hostiga.
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