La tragedia oculta
bajo la comedia. Esto también sucedía claramente en Blue Jasmine (2013). Era un filme sobre la decadencia económica y
moral, encallando a un trastorno mental. Fatal el cierre que le aguardaba a la
historia de la protagonista que en principio descubría un tramo optimista en
donde la misma se esfuerza por hallar su redención. Woody Allen está seguro que
algunas personas nacen con el estigma. La
rueda de la maravilla (2017) tendrá todo un maquillaje de encanto empezando
por su panorama central, Coney Island, cuna del concepto de la feria recreacional,
además de los recónditos jardines chinos que reserva la zona sur de New York, la
música entusiasta de los 50 y los atardeceres provocados por la deslumbrante –aunque
por momentos surreal– fotografía del gran Vittorio Storaro, pero todo esto es
ilusión dentro del terreno del infortunio.
Ginny (Kate Winslet),
camarera y ex actriz –oficio fetiche que da indicio al fatalismo en el universo
de Allen –, es una esposa y madre desdichada. Tanto su marido como su menor y pirómano
hijo generan razones independientes para que la mujer viva con desencanto su
día a día. Sin embargo, una segunda vida, el “salvavidas” o comodín, le dará el
alivio, la oportunidad de ser feliz, de fantasear en medio del parque de
ilusiones en donde ella labora. Claro que, como toda ilusión, esa realidad será
efímera. Así como en Blue Jasmine, en
La rueda de la maravilla vemos cómo la
vida le sonríe –por segunda vez– a la protagonista en un tiempo limitado. Si
bien la mujer ya habrá tenido un fracaso anterior, aún no ha tocado fondo. Está
en el trabajo de la historia recrear una ruina, a partir de la integración de
una hija pródiga, y darle un desenlace digno de la degradación personal del
protagonista en cuestión.
Importante notar el
asunto de la ruina “recreándose”. Tanto a Jasmine como a Ginny, Allen les asocia
un pasado. Es a propósito de alguna remembranza que se gesta en la historia que
nos damos cuenta cómo las protagonistas reinciden a sus delitos. Son las
destinadas a tropezar con la misma piedra, culpa posiblemente de sus
progenitores, quienes, cual tragedia griega, les han heredaron una maldición
que trasciende y se agrava. La rueda de
la maravilla es una tragicomedia que tiene toda la esencia del cine de Woody
Allen, no dejando de ser atractiva y hasta por momentos auténtica. Sus
historias que han caminado por esa línea argumental siempre han tenido una
apariencia incierta, pero lo cierto es que todo tiene un destino prescrito
dentro de sus ficciones. Lo que si no está claro es lo que le depara en
adelante a las producciones del neoyorquino, pero eso ya no es terreno de la
ficción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario