Es a propósito de un
debate (interior) de Jo (Saoirse Ronan) que se descubre el rasgo más
interesante de la última película de Greta Gerwig. Mujercitas (2019) hace balance entre la comedia y el drama. Es la
mirada entre el pasado y el presente, el soñar y la resignación, la ingenuidad
y la madurez. La historia no narra el proceso de aprendizaje de un grupo de
niñas, sino hace comparación entre las temporalidades, presta atención a los
cambios y la resistencia de sus personajes a preservar ciertos encantos que
resulta difícil sobrellevar en una vida adulta. En un presente, las mujeres
siguen teniendo los mismos conceptos, incluyendo las fantasías, que tenían de
niñas; sin embargo, la realidad se las pone complicada. La Guerra Civil ha
terminado, y con ello la etapa romántica ha cumplido su tiempo de vida. ¿O no?
En esa escena crucial,
que además sirve para desarrollar la personalidad de Jo, se pone en manifiesto
dicha incógnita: ¿ceder al compromiso o insistir al deseo de independencia? Es
decir, ¿ceder al romanticismo o un nuevo cambio? Jo afirma su postura, pero no
deja de poner en evidencia eso que le está embargando. ¿Es que acaso ha
traicionado su propia naturaleza? ¿Jo, al igual que todas sus hermanas, ha
decidido a resignarse? Ahora, ¿es que es resignación o simple consenso? Escenas
más adelante, Jo negocia su novela. Nuevamente, el mismo debate se germina.
Finalmente, vemos a la escritora llegando a un acuerdo. No es un gesto de
resignación, es un indicio de afincar una idea –la de Jo– en medio de un imaginario
contrario. Mujercitas es romántica de
inicio a fin, pero dentro de ese universo ficcional, un cambio se avecina.
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