El viernes pasado inició el Festival SXSW, situado en Austin, Texas, el cual reúne a distintas industrias culturales. Comienzo a publicar críticas a películas que iré viendo de su programación fílmica. A Vanishing Fog fue premiada en la categoría Mejor Cinematografía.
Una película enigmática que
convoca tópicos preponderantes en el reciente cine latinoamericano. Entre la
niebla (2021) asume dos vertientes dramáticas. Por un lado, es la historia
de un área invadida y agredida por la codicia territorial. Es el cuadro de
denuncia social-ecológica. Por otro lado, es también el testimonio de la
resistencia ante el no desalojo de un hijo en favor a los deseos de un padre
enfermo. Es un retrato sobre el vínculo familiar que deriva al vínculo con la
tierra. Augusto Sandino congrega esas dos constantes que ya se han extendido en
diversas películas. Ahí están Mala junta (2016), Los silencios
(2018) o Bacurau (2019), a propósito de las luchas sociales de
poblaciones minoritarias frente a las ofensivas “legales” en donde se explota
irresponsablemente a la tierra y se erradica con violencia a las poblaciones
oriundas. En referencia al lazo filial/terrenal, están La sirga (2012), Vientos del sur (2018) o A febre (2019). Aquí tenemos historias de hijos,
nietos o herederos retornando o mudándose a estos entornos naturales, a pesar
del estado recóndito y decadente de los mismos, dado que son contagiados por
una revaloración generacional hacia la tierra originaria y todo ese imaginario
que resguarda.
Lo cierto es que Entre la
niebla se distingue de las mencionadas al servirse de un razonamiento alegórico.
Incluso su misma temporalidad, la que bien podría apelar a un escenario entre
futurista o distópico, resulta ser una burbuja significativa dentro de esta
historia en donde un terreno de riqueza acuífera es foco de invasión de
diversos colonizadores de la tierra. En esta inmediación tal parece no existe
un idioma oficial. El inglés, el francés o la lengua aborigen se mezclan en la
misma escena. Esto ya de por sí es evidencia de una conquista extranjera no
reciente. Muy a pesar, no estamos hablando de una naturaleza íntegramente asediada
ante esa invasión incesante. Si bien Sandino nos descubre una “tierra de
nadie”, un paso de villanos, un escenario de guerra y una zona en estado de
exilio, el director no deja de descubrirnos secuencias que definen a una
naturaleza aún viva y virginal. Mientras que las comunidades disponen su huida,
este páramo sigue aflorando una belleza irreal. Al margen de esos instantes
surreales, aquí el espacio aflora por sí solo un realismo mágico que aún
retribuye riqueza a sus pocos aldeanos -caso la secuencia del protagonista y
las frutas en picnic-. Se crea así una paradoja: la niebla de las montañas que
es un velo que viste la fastuosidad del páramo, pero que no deja confundirse
con el velo de las humaredas provocado por la pólvora. En esta historia, un joven
campesino cuida de su padre, mientras que este es testigo del bombardeo enemigo
y la fuga de sus iguales. Entre la niebla, en cierta perspectiva, aquí
manifiesta un comportamiento ilógico o hasta demencial. Es como el testimonio
de dos personas aguardando a la muerte. El hecho es que dicha reacción
encuentra una lógica dentro de tanta falta de cordura y humanidad. Se me viene
a la mente Apocalypse Now (1979) o la más inmediata Chaco (2020).
La guerra en territorio ajeno desata una locura colectiva. En esas dos
películas, vemos a soldados víctimas de alucinaciones. El enemigo está dentro
de sí mismos, y no en la selva camboyana o en la región del Chaco boliviano. Pero
en el caso de esta película colombiana, algo de esa locura ha contaminado la
mirada de este habitante, ¿o es acaso una realidad “real” (el realismo-mágico)
dentro del entorno? Ciertamente, lo atractivo de Entre la niebla es que
hay una sucesión de enigmas. Por un momento, las visiones que irrumpen en el
cotidiano parecen ser un efecto de la mística del escenario, pero luego saben a
un síntoma de la violencia. La película de Augusto Sandino es interesante al
orientar al espectador a una realidad relativa provocando más de una lectura en
sus imágenes. Stanley Kubrick era un experto para eso. La ola de sangre
saliendo de un ascensor en The Shining (1980) podía significar tantas
cosas, así como la ola de sangre que cae desde las alturas del páramo de Entre
la niebla. Adicionalmente, es curioso que ambas películas coinciden en que
sus escenarios se asientan en territorios indios.
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