El verdadero problema
en Sebastián (2016), de Carlos
Ciurlizza, radica en sus recursos más elementales. Esta ópera prima revela con
notoriedad dificultades que emergen de su trabajo, tanto técnico como actoral.
Esto se ve manifiesto, por ejemplo, en ciertos encuadres o movimientos de
cámara descuidados, además de la sobreactuación o una dureza interpretativa de
una parte del elenco protagónico. Sin embargo; su historia, a pesar de ocasionalmente
sostenerse de clichés correspondientes a la temática sobre la homosexualidad,
no desmotiva del todo. Lo más interesante de su trama sucede al final de la
película; casi una especie de coda que evoca en un inesperado giro. Es el
momento en que el personaje asimila y reflexiona en base a todo lo que ha
acontecido.
Sebastián relata la historia de un personaje en un continuo conflicto de identidad,
a propósito de un retorno. Nada parece haber cambiado desde que se marchó de su
pueblo natal, y eso lo incluye a él mismo, a consecuencia de su reencuentro con
un antiguo recuerdo. En relación a esto, se afloran los prejuicios sociales
como los del mismo Sebastián (producto de su abnegación como hijo). La
revelación de un secreto expande la incertidumbre de este protagonista
principal, la que se arrastrará incluso para cuando todo ese tema parecía
cerrado.
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