Koza (2015) es una película entrañable por su relato, pero sobre todo por su protagonista.
El bautizado “Koza” (Peter Baláz) es el retrato de un boxeador que conmueve a
partir de su carácter sumiso, torpe y benevolente. Esto, en relación con su
historia, agrieta los rasgos de un drama social. ¿Qué lo diferencia de, por
ejemplo, un Rocky? “Koza” tiene a un chatarrero usurero como representante y un
ebrio como entrenador provisional. En su localidad no existen las oportunidades
ni mucho menos el “sueño americano”. La gira pugilística que emprende junto a
su socio es eso mismo; una sociedad en donde, ciertamente, el cogerá solo una
rebanada del pastel. El director Ivan Ostrochovský emprende una historia ajena a
las fantasías, aunque también salvaguardándose del miserabilismo que bien
pudiera agravar y, de paso, cuartear una película que dentro de la sencillez de
su argumento provoca emociones.
Koza se inicia con un conflicto que de paso moldea la conducta de su
protagonista. Es a propósito de esto que se emprende un viaje; ir en busca de
peleas que puedan resarcir a “Koza” de una carencia económica que le urge. Una dinámica
de road movie se despliega, siendo el
boxeador y el representante los únicos viajeros trepados en una destartalada camioneta.
Al principio de la ruta, se manifiesta en el dúo un notorio contraste de
carácter, el cual, más adelante, va diluyéndose a medida que se teje una
fraternidad disimulada. Hay además un aire de comicidad resultado del drama,
esto en orden de la convivencia áspera y la poca fortuna que va teniendo esta sociedad.
Lo que “Koza” tiene de obstinación, no tiene de habilidad. Esto alimenta a la
historia de una cuota de angustia, a consecuencia que el héroe estaría al borde
del fracaso. Una formidable escena en un camerino resume esta turbación en un
plano al rostro del representante. En toda la película, los rostros son significativos.
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