Desde sus primeros
cortos, Joel Potrykus hacía gráfico sombrío de personajes asociados con los
tugurios de la ciudad. Las drogas, en tanto, siempre fueron “estimulantes” de dicha
perversión, mezcla de locura y espanto, pero que también provocan un peculiar
humor, obviamente, ennegrecido. The
alchemist cookbook (2016) es lo menos logrado del director, tal vez culpa
de esa necesidad por agudizar aún más ese lado siniestro de su cine. Aquí el
protagonista es un químico que comienza experimentar con la magia negra en
medio de un retirado bosque. Potrykus, nuevamente, apela a un individuo autosubordinado
de la sociedad, dominado además por la codicia. Así como en Buzzard (2014), las parias parecen
hacerse por sí solas; desterrándose del resto, dopándose y acudiendo a
prácticas o rituales que atentan contra la normativa social.
Lo que decepciona de
este filme es que las prácticas de este alquimista vaticinan con antelación lo
que suponemos acontecerá. Algo que no tiene que ver con sus fármaco-alucinaciones
ronda por los árboles. Está claro que habrá un punto de quiebre en la sanidad
mental de este personaje. Lo que posiblemente quede como curiosidad es la
manifestación de ese antagónico, aparición que se aplaza, así como la demencia
del protagonista. The alchemist cookbook
no logra retribuir esta espera por ningún lado.
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