La última película de
Clint Eastwood tiene para convertirse en la crónica de un “milagro” presa del
canibalismo mediático. Lo acontecido en el 2009 en New York fue de hecho eso. Sully (2016), sin embargo, no pretende aspirar
a la moraleja o dinámica narrativa de una película como El vuelo (2012). La diferencia entre Clint Eastwood y un director
como Robert Zemeckis es su punto de enfoque; desde qué perspectiva se gesta el
conflicto. El cine de Zemeckis se ajusta a lo espectacular; caso en El vuelo, un piloto alcohólico es
acusado de negligencia. Somos testigos de un drama judicial, el carga montón
mediático y un hombre autodestruyéndose. Es un espectáculo que incluye además (y
tal vez) la mejor escena de un avión en descenso vista en el cine. En distinción,
Eastwood no apuesta por el exhibicionismo. Si en su argumento de igual
forma un piloto será cuestionado por un acto temerario, su distinción radica en
que hay un drama producto de una interiorización hurgada.
El drama de Sully (Tom
Hanks) se gesta a consecuencia de una acción congruente puesta en tela de
juicio. Luego de salvar a toda una tripulación ante lo que parecía una inminente catástrofe,
el experimentado piloto de la US Airways será cuestionado frente al resultado de un
peritaje técnico y una simulación de salvamento. Existe la posibilidad de que
Sully pudo haber rescatado íntegramente a los pasajeros sin necesidad de generar
pérdidas materiales, las que una compañía aseguradora tendrá que cubrir. Por lo
tanto, el honor así como el futuro del piloto queda a manos de esta
investigación. Sully sigue la línea
de una búsqueda personal de Eastwood; es el hallazgo de héroes nacionales
cuestionados por un reglamento moral. Es a propósito de ello que se
genera un debate interno. Mientras que Sully en su exterior es acogido por la gloria y el vitoreo,
internamente adolece de un sentimiento de culpa.
En El francotirador (2014) ocurre lo mismo.
Mientras que el marine Chris Kyle genera el respeto de sus compatriotas, este
carga con los achaques morales. Si bien su habilidad como francotirador salvó en
incontables ocasiones la vida de sus compañeros, queda en su conciencia del
soldado el número de víctimas en su historial, aquello que por cierto le valió
un mote y la denominación de héroe nacional. Kyle, en tanto, toma distancia de
ese reconocimiento, y asume sus acciones más bien como un acto normativo y humanitario. Sully,
como en una escena crucial de El
francotirador, tendrá que decidir entre los suyos (su tripulación) u obedecer
los consejos del guía de la base aérea (el reglamento). Su decisión, en
consecuencia, provocará una reacción social, su reconocimiento como héroe
nacional al salvar a 155 pasajeros, así como un autocuestionamiento a su labor
oficial y personal.
En ningún momento de
la trama Sully se siente héroe. En soporte a esto, Eastwood lo convierte en un
sujeto cotidiano. Hace remembranza a sus antecedentes. Nada insólito. Lo de su aterrizaje
exitoso sobre el río Hudson no es algo extraordinario, sino fruto de una
dedicación que ha ejercido desde hace cuarenta años. Fuera de eso, el personaje
de Hanks tiene necesidades, preocupaciones y deudas como cualquier otro. Incluso
miente en su intención de montar un negocio por la Internet, algo que su
compañero y copiloto Jeff Skiles (Aaron Eckhart) expone sin cautela. Si había
un ápice de perfección en el personaje de Sully, este se derrumba ante dicho
comentario. Al igual que Chris Kyle, en el piloto contemplamos a un héroe por
designación; es decir, acondicionado como tal por su sociedad (o la fantasía egocentrista
estadounidense).
Eastwood en Sully descubre a un personaje que, al
margen de la nominación otorgada por una nación, se gana el título de héroe mediante
su modo de hacerle frente a la adversidad, durante el momento de riesgo como en
instantes posteriores a dicho suceso. El tratamiento de la película, en tanto,
se comprende. El director escapa a los modos en que pudo abordarse cualquier
filme comercial. De pronto las visiones de Sully en que se sobreexponen los
efectos visuales de aviones colisionando contra la ciudad hasta resultarían innecesarios.
El mismo encierre mental o mirada perdida del piloto ya dicen mucho de su
estado emocional posterior al evento. Por otro lado, la resolución de la película escapa a un
drama lacerado por los argumentos judiciales. La misma estructura narrativa que
la compone no colabora en la expectativa que alimentaría un drama de
sobrevivencia. Para cuando incluso se narra la escena central de la caída del
avión, los acontecimientos del aeropuerto al descenso se ven obstruidos por pequeños
instantes de personajes secundarios. Clint Eastwood hace también breve apología a esos
otros héroes que menciona el mismo Sully y que fueron también parte de la sobrevivencia
de los 155.
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