Dos películas que se
estiman a partir de sus imperfecciones de producción. En Felices juntos (2017), una mujer será extorsionada. La película de
Carlos Fernando Merino combina el melodrama, el suspenso y encalla en un drama
retorcido. A pesar de lo angustiante del asunto, los desniveles actorales convierten
a este drama en una simulación de tonos hilarantes. Es a propósito de esa
frecuencia que el filme se asume como una escalada hacia la farsa, en donde lo
teatral, en términos de comedia, antecede a cualquier efecto dramático. La película
se valora en consecuencia de esos defectos. Se aprecia también el itinerario de
su argumento. Por menesterosa que pueda resultar, argumentalmente, el filme de Carlos
Fernando Merino está un paso adelante de otras producciones que sí disfrutan
del profesionalismo técnico y actoral.
Sin vagina, me marginan (2017) pueda ser estimada si es vista bajo los
conceptos del circuito al que se quiere ver vinculada. El filme de Wesley
Verástegui en un mercado estadounidense sería acuñado al cine de serie B. Solo
se aproxima al cine trash dado que
tampoco genera una violencia gráfica, aunque eso se compensa mediante su coloquio
de humor negro, bromas en alto tono que no se lo permitirían ni si quiera al
mismo comediante Melcochita en una palestra de estreno comercial. Pero en medio
de la irreverencia y la creativa mordacidad de su juego de palabras se cobija
una demanda. Sin vagina, me marginan
tiene un lado pesaroso. Los protagonistas del filme están en un continuo
enfrentamiento. Sus acciones desaforadas no son producto de su condición, sino fruto
de un acondicionamiento ante las desventajas y el desprecio social que se fabrica
desde el círculo familiar hasta lo público.
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