No está demás comentar
que el ruso Aleksandr Petrov ya antes ha realizado filmes de animación
enteramente compuestos por pintados al óleo. Películas como El viejo y el mar (1999) y Mi amor (2006) – joya apasionante del
cine de animación – han sido además consideradas en los premios de la Academia.
Tanto Loving Vincent (2017) como
Petrov se inclinan por una técnica impresionista. La diferencia radica en que
los directores Dorota Kobiela y Hugh Welchman lo hacen con la finalidad de
crear tributo al estilo de Vincent Van Gogh, mientras que el ruso lo opta como
fuerza dramática de sus historias, que en casos se elevan a un plano surreal. Sin
embargo, Loving Vincent no deja de
sacarle provecho a la libertad expresiva de esta técnica, por ejemplo, al
momento de crear elipsis o flashbacks,
algo crucial para este filme que reconstruye de forma atractiva el trágico
final del pintor de origen holandés.
Loving Vincent inicia con una carta no entregada. El joven Armand, hijo de
los Roulin –familia inmortalizada en los cuadros de Vincent Van Gogh–, tiene
como misión hacer llegar la última correspondencia que dejó Vincent a su
hermano Theo. Es un viaje a regañadientes, un encargo que el viejo Roulin encomienda
a su primogénito como última atención a su amigo el pintor. Vincent lleva
muerto un año, pero la sociedad francesa, incluyendo Armand, todavía asocia al
artista a una mala fama. De ahí el malestar del joven. Es con esto que se
inicia una historia en donde la premisa es excusa para recopilar las
interpretaciones de una muerte. “¿Por qué murió Vincent?”; parecen preguntarse
todos. Todos, además, tienen su propia versión de los hechos; mientras tanto,
Armand escucha cada una de ellas, transitando de la indiferencia a la
curiosidad de un personaje que tal vez subestimó.
La película de Kobiela
y Welchman no solo hace remembranza al mecanismo argumental del clásico de
Akira Kurosawa, Rashomon (1950), al
hacerse sumatoria de testimonios que se contradicen o que incluso ponen en duda
hechos oficiales, sino que también se asocia a filmes policiales con guiños de
cine negro. Armand, defectuoso y alcohólico, cual detective, va a un lugar en
donde será forastero. Su única misión de pronto lo empuja a indagar más allá de
lo estipulado, reconociendo en su camino más de un presunto responsable
indirecto del deceso del pintor, además de ciertos contratiempos, típico de una
personalidad imperfecta e impulsiva. Es atractivo si se piensan los retratos
que dejó Van Gogh como un archivo fotográfico de los que atestiguaron los
últimos días de vida del artista. Dicho esto, Loving Vincent se convierte también en un tour de una obra “en movimiento”.
El encuentro de Armand
con los protagonistas –repitiendo las poses que hicieron en sus retratos– y
escenarios pintados por Van Gogh es significativo para la búsqueda que el joven
se implantó en el transcurso de su verdadera misión. El acercamiento al espacio
que inspiró al pintor es también un acercamiento al entorno que en cierto modo
lo desmoronó. Loving Vincent es una
pesquisa en razón de indagar la verdadera versión de un hombre asediado por
supuestos y prejuicios, desestimándose incluso su propia arte. Es para Armand
una ruta hacia la madurez, mientras que para Van Gogh resulta un reconocimiento
póstumo, desde la carta, las flores y otras confesiones de personajes que en
cierto modo siempre lo admiraron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario