Las primeras
secuencias de Respira (2014)
inevitablemente me traen a la memoria La vida de Adele (2013) por el solo hecho de observar cómo dos adolescentes
van relacionándose mutuamente. Muy a pesar, ambas películas van por un camino
totalmente distinto. En la historia de Abdellatif Kechiche sucede desde un
principio una atracción espontánea entre sus protagonistas. Mientras tanto, en
la historia de Mélanie Laurent todo resulta ser parte de un proceso. Es el
tránsito de la amistad al sutil juego erótico, uno que llega de la personalidad
de Sarah (Lou de Laage), la chica nueva del colegio. Su carisma, su frescura y
su belleza natural no solo han creado simpatía en Charlie (Joséphine Japy),
sino que además ha comenzado a despertar en esta última un sentimiento que va
más allá de la rutina íntima entre dos mejores amigas. Es así como el poder de
seducción y persuasión de Sarah será medular para definir su relación frente a
su sumisa confidente.
Respira, para la mitad, se torna más
interesante. Sarah de repente ha asumido un rango tiránico en la relación. Es
la amiga que aparece y desaparece cada que se le antoja. Charlie, sin embargo,
será la amiga obediente o angustiada, esto dependiendo del humor de su
“maestra”, de quien tal parece se ha obsesionado. Mélanie Laurent dramatiza una
historia de amor y odio, sobre una amistad adolescente que por un lado reacciona
cruel, mientras por otro es abnegada. Esa sugerencia de relación lésbica no es
más que una excusa para graficar la dominación de una aspirante a “Lolita” que,
además, ha embargado la tranquilidad de su compañera. Mientras que Sarah, la
joven conflictiva, no dejará de ser lapidaria, Charlie no dudará en brindarle
su otra mejilla. Respira transita por
la amistad, la seducción y finalmente por la enemistad. Lástima que su final
cierra de una manera gratuita.
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