La historia de una
búsqueda se torna el recorrido a un historial. Abuela (2015) es una road
movie sobre un personaje “recogiendo sus pasos”. Así como en Flores rotas (2005), de Jim Jarmusch, un
personaje maduro se encontrará con su pasado a cada puerta que toque. Elle
(Lily Tomlin) y su nieta Olive (Judy Greer) visitarán a algunas personas a fin
de conseguir algo de efectivo para que la más joven pueda realizarse un aborto.
De Elle solo sabemos que es una mujer madura que ha puesto fin su relación con
una bella joven. La razón está por determinarse. Con esto se abre pie a un
inusual paseo en auto en donde dos personajes dispares pasan un determinado
tiempo juntas. La relación es complicada, sin embargo, la complicidad por ese
secreto aún no develado a la madre de Olive las hace ceder ante la provisoria
convivencia.
El director Paul Weitz
(el mismo realizador de la versión original de American Pie) realiza un corto aunque efectivo filme, plagado
además de conceptos que podrían resultar polémicos o difíciles de digerir
dentro de cualquier coyuntura. El hecho de condensar las situaciones que se van
generando en la historia se convierte en uno de los logros de esta película al
no querer convertirse en una agitación de bandera en relación a los temas de
género o el aborto. Su necesidad está por lo mucho en desear establecerse como
un precedente más de estos mismos. Muy a pesar, dichas cuestiones no limitan a
que el espectador comparta o polemice cada uno de estos casos. Un detalle
curioso en Abuela es que para el
final de la película, el tema del aborto no es ni manoseado ni tratado con
pinzas, siendo este, a pesar, la premisa inicial de toda la trama. La película
se comporta como si asumiera que este tema es un acto digerido y en vía a ser
institucionalizado, tanto por la existencia de clínicas autorizadas para estas
prácticas como la poca convocatoria de manifestantes de un bando
ultraconservador que se manifiesta en una secuencia del filme.
Abuela tiene como otro atractivo la restricción de las consecuencias dramáticas.
La historia se presta para ser un filme moralista, sobre personas expurgando
sus culpas o redimiéndose, pero esto no es tanto así. Lo mencionado sucede, sin
embargo, se manifiesta sin un patetismo exacerbado. La relación de la abuela,
madre e hija logra una convivencia sin dramas, a pesar del pasado o el presente
que bien podrían exigir algún gesto de recriminación. Por otro lado, la
comicidad, a propósito de la excentricidad de una abuela, pueda ser lo más
aparatoso y trivial, en cambio, el poco metraje (y enhorabuena) hace poder
digerirlo sin problema. Una secuencia que trasciende del resto es la visita a
un antiguo amante. Son las consecuencias del desamor que se ha venido
encurtiendo por un lado, mientras que por el otro lado resultaba ser un hecho
(o incluso un error) zanjado. Elle hace matices de esa relación que no tuvo
sentido para su sexualidad. Es el triunfo ante los prejuicios sociales. El
diálogo entre la ex pareja se inclina, por tanto, a la simulación de un debate sobre
el tema de género. La distinción entre una relación de pareja y la apropiación
sexual.
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