Creed (2015) aborda y provoca afecto por la nostalgia. La sola presencia del
“Semental italiano” es un factor de nostalgia. Verlo como un retrato que no ha
perdido su esencia promueve un sentimiento entrañable. Una imagen que si bien
ha envejecido, no ha transitado por la decadencia, sino pasó a convertirse en
un mentor fílmico más, como Yoda. En paralelo está un nuevo personaje, Adonis
(Michael B. Jordan). Nuevo, parcialmente, pues este es una proyección de un
precedente también conocido (y, por lo tanto, nostálgico). Él es hijo de Apollo
Creed, personaje que fue fundamental para que Rocky (Sylvester Stallone) se
convirtiera en mito. La trama misma provoca un efecto de nostalgia para el ex
boxeador italiano. Su encuentro con Adonis lo empuja al pasado. Tanto el rostro
como la personalidad testaruda del joven, le recuerdan a su amigo y, por qué no
decirlo, eje de inspiración para su carrera. El retorno de Rocky, al igual como
sus “otros retornos”, nuevamente será personal.
Creed remueve también el pasado a través de una historia que parece repetirse.
Lo que le pasará a Adonis, es por lo que un día pasó Rocky por sus inicios. Es
el ascenso apresurado de un deportista. El querer ser alguien siendo nadie.
Rocky fue movido por ese imaginario llamado “sueño americano”. Adonis (aunque
lo niegue) será movido por la herencia. Es la sangre que lo llama, la pasión
que hierve desenfrenada. El ser linaje Creed no se manifiesta como
responsabilidad, sino como un efecto innato. El director Ryan Coogler presenta
su película tal como lo presentaría un fan de la saga y el personaje. Es
preciso que ciertas cuotas de la saga sean inamovibles. Stallone es perfecto, y
no porque interprete una magistral actuación, sino porque se expresa según las
expectativas requieren. Rocky, al ser mito vivo, requiere sea manejado con
respeto. Ni la vejez ni la enfermedad pueden lograr que este ídolo se vea
derrumbado. Hay personajes del cine que son intocables al drama trágico.
Creed no está mal. Sin embargo, la sola nostalgia a veces no es capaz de
embaucar por sí sola a la trivialidad. Pienso en los nuevos espectadores, ¿la figura
de Adonis les será suficiente para disfrutar esta película? ¿Qué pensarán de
ese ex boxeador encurtido y anticuado aunque divertido? Frente a esto, el filme
pueda obedecer a una senda convencional, aunque tampoco no decepciona. En
relación a otras películas de boxeo recientes, tales como Cinderella man (2005) o The
fighter (2010), Creed recaptura
ese lado apasionado por un deporte. Por muy dramática que sea la historia, el
drama no puede opacar al boxeo. Este es el atractivo principal de la película.
Una gran escena de la secuela de Ryan Coogler ocurre en la segunda pelea. La
cámara sigue el ritmo de la lucha y no opta por mirar o hacer toma a los espectadores.
Hay una gracia por cómo el lente se mueve al ritmo de la batalla sincronizada.
Es el deporte visto desde los ojos de un fanático, como esas escenas
penetrantes de La verdad oculta o Concussion (2015), en donde vemos a los jugadores
de fútbol americano atropellándose unos a otros. Una plasticidad poética que
hace olvidar con cinismo la peligrosidad de dicho deporte. Lo único rescatable
de esa película, por cierto.
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