El hipopótamo de Pablo Escobar se ha extraviado. Esa es parte de la hilarante premisa de esta odisea fílmica propuesta por Nelson Carlo de los Santos Arias. Pepe (2024) inicia en Colombia con el anuncio de la muerte del reconocido narcotraficante. Entonces acontece un flashback y nos trasladamos al sudeste de África, el terruño de nuestro guía y narrador en off, el ánima de un hipopótamo. Entre frases incoherentes de aire místico y existencial, este ser intangible, más adelante autollamado “Pepe”, nos introduce a su historia: de cuando fue trasladado clandestinamente de África a la selva de Medellín como parte de un cargamento del “patrón”, y su posterior exilio de la manada por deseo de su belicoso hermano, otro hipopótamo de nombre “Pablo” —mismo nombre del patrón—. Entiéndase esta película como un relato en donde la vida de un animal parece emular la vida de un individuo que le tocó existir en una Latinoamérica violenta. Es a partir de sus incidencias y su trayecto, en donde se cruza con los locales, que reconocemos la cotidianidad de una comunidad periférica colombiana de principios de los 80. El director dominicano, así como en sus anteriores películas, hace una revisión etnográfica para comprender la violencia en territorios latinoamericanos. En Santa Teresa y otras historias (2015), mezcla ficción y documental para sonsacar en medio del terror los vestigios tradicionales de un México cosmopolita. En Cocote (2017), el retorno de un hombre al campo es entendido como el reencuentro con las tradiciones primitivas y violentas procedentes de una secta dominicana.
lunes, 12 de agosto de 2024
28 Festival de Lima: Pepe (Competencia Latinoamericana Ficción)
En Pepe,
un hipopótamo es definido como un personaje extraño y marginal en Colombia.
Desde un punto de vista histórico, su condición de inmigrante africano lo
convierte en una especie exótica destinado a ser explotado. Eso sucederá con
Pepe, quien será producto de importación del narcotráfico —un mercado de bases
violentas equivalente al colonialismo—, más adelante víctima del destierro,
traicionado por su especie, y luego un perseguido tras su estado apátrida. Esta
película pueda interpretarse como la historia de una víctima de la violencia,
un condenado que curiosamente después de morir en el territorio del realismo
mágico su ánima se mantiene inquieta. “¿Por qué estoy muerto?”, se pregunta nuestro
narrador. Es en base a esa interrogante que esta alma decide recoger sus pasos
para recordar y, de paso, ser recordado. En cierta perspectiva, Pepe es el
descubrimiento de una memoria, la misma que no debe ser subestimada por ser una
especie “marginal”. Antropológicamente, todo testimonio es relevante por el
solo hecho de que implica el atestiguamiento de un escenario y coyuntura
específica, la que convoca rutinas y tradiciones. Nuestro paquidermo es observador
de un fragmento histórico. En otras palabras, su voz se convierte en fuente
histórica. De ahí por qué este espíritu no está limitado por la frontera
temporal o idiomática. La voz del hipopótamo es universal como la historia
misma.
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