Una grieta se manifiesta en la relación entre una madre y su hijo para cuando este último inesperadamente se convertirá en padre. Mon Inséparable (2024) es el retrato de una dependencia emocional en plena crisis. Mona (Laure Calamy) reparte su tiempo como madre y como hija. Por un lado, está pendiente de Joel (Charles Peccia), su único hijo, un adulto con discapacidad intelectual. Por otro lado, aunque con un aire pesimista, la protagonista no deja de asistir al hospital a visitar a su madre, quien se encuentra en estado vegetal. Sin una intención de generar un drama gratuito, la directora Anne-Sophie Bailly desde un principio decide enfrentar a su personaje principal a dos escenarios, dos realidades que ponen en contraste o balance el estado anímico de la mujer. Cuando Mona piensa en su madre, parece como si se anticipara a lo peor. Es como si fuera consciente de que su personalidad emocionalmente dependiente no estuviese preparada o simplemente no resiste a esa angustiante situación. Para su alivio, ahí está Joel. El hijo, ciertamente, pone en equilibrio la pesadumbre de Mona. El hecho es que ese equilibrio tiene que ver en cierta forma con la condición de Joel. De pronto, la discapacidad del primogénito, desde el punto de vista de la madre, se convertirá de manera inconsciente en un aval que asegurará esa estabilidad emocional que Mona necesita. He ahí el conflicto de este drama.
sábado, 31 de agosto de 2024
Venezia 81: Mon Inséparable (Orizzonti)
Mon
Inséparable relata la historia de una mujer que va siendo
víctima de la incertidumbre. Joel se había estado relacionando con una
compañera de su trabajo y fruto de ello la joven ha salido embarazada. Mona no
solo está a punto de perder a su madre, sino también a su hijo. Es a raíz de
ello que la protagonista expresará un perfil ajeno a su círculo íntimo, capaz
un efecto de la desesperación, que implica la urgencia de encontrar el refugio o
sostén que precisará para cuando no cuente con el apoyo emocional de su
inseparable hijo. Así como tantos dramas de adolescentes que optan por
descarriarse al verse enfrentados a una realidad que les exige una madurez que
no poseen, la película de Bailly nos presenta a una persona que al igual ha
perdido su brújula. El que Mona recurra a los brazos de un nuevo amante, más
allá de verse como un acto por comenzar a pensar en que no ha atendido a sus
necesidades personales, es interpretado como un gesto por escapar de esas
realidades que no está preparada a confrontar o, respecto al caso de su hijo, simplemente
nunca pensó sucedería. Al respecto, Mon Inséparable nos orienta a
reflexionar respecto a dos problemáticas hoy en día emergentes: la
concientización de que las personas discapacitadas han sido históricamente
limitadas y subestimadas por las normas sociales y el derecho al amor propio al
margen del rol, género o edad con un fin de rebatir la dependencia emocional.
En tanto, el conflicto planteado por Anne-Sophie Bailly obligará a su
protagonista a superar o asimilar esos nuevos vientos.
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